Relato

1/3/2020

Everest, el convidado de piedra

blog-post-image

Relato

Everest, el convidado de piedra

1106 9



“Hay pocas cosas en la vida de un alpinista que deberían ser hechas. Para mí, una de ellas es el ascenso del monte Everest. Era uno de los objetivos que quería conseguir como escalador y alpinista. Es el punto más alto del planeta. En ningún otro lugar el aire es tan leve como allí arriba. Es el tercer Polo. Ascender una vez al techo del mundo ha sido siempre una idea que rondaba mi cabeza”.

Ueli Steck

 

"El Everest para muchos montañistas, lo hayan escalado o no es uno de los grandes iconos del alpinismo. Muchas veces, algunos de ellos le restan interés y se escudan en su falta de belleza, en comparación con otras montañas. Es cierto que a veces acapara excesivo protagonismo, pero en esencia, su interés radica en ser la montaña más alta de la tierra y eso es motivo suficiente para ambicionar su cumbre. Tan sencillo como que es la más alta. Desde algunos ángulos es una montaña bonita con puestas de sol especiales al centrar su luz en el punto más alto. Algunas de sus paredes encierran algunas de las gestas más impresionantes del alpinismo como la de Loretan y Troillet por su cara norte. El Everest no es solo su ruta normal. con los años he radicalizado mi opinión. Creo que si no se pudiese utilizar tanto oxigeno se evitarían muchos de los problemas que ha acaparado su masificación. La montaña escrita por los clásicos del alpinismo nos enseñaba a respetar las montañas, a tratar la naturaleza como un algo sagrado donde aprender de la humildad y la condición humana. Las montañas siempre serán más honestas que los humanos, escribían Bonatti y Messner, cuando hablaban de como ellas eran grandes en su juventud y lo volverían a ser en su vejez. Personalmente pienso en lo que nos enseñaron estos grandes alpinistas fue ir y volver de las montañas con lo mínimo. De esta manera yo cuando voy a las montañas siempre vuelvo mejor".

Así, con este texto, nos abrió este capítulo el alpinista Carlos Suarez, que nos deja esa breve reflexión respecto a todo el entorno de la montaña más alta del mundo, e inclusive, va un poco más allá. Carlos, nació en Madrid y desde los diecisiete años, guarda esta pasión por la montaña.  Ha realizado escaladas en todo el mundo, y dictado conferencias en España, Portugal, Inglaterra, Alemania, Austria, República Checa y Colombia. También ha colaborado con artículos en distintas revistas especializadas, como Desnivel, Escalar, Sportlife, Oxígeno, entre otras. Es autor de tres libros: Solo, Citas Alpinas y Marejada Alpina. También ha trabajado en el rodaje de dos películas:  Tras las huellas, con Al filo de lo Imposible, y The Asgard Project, galardonada con más de veinte premios internacionales. Hoy nos ha dejado su exquisito testimonio para nuestra cuestión Everest.

La cuestión Everest radica en poder llegar a un punto en común, entre todos los que hacemos a esta montaña, me refiero a escaladores, operadores, autoridades y también periodistas y escritores, que hablan acerca de ella y que son leídos por gente que se interesa en el tema y hasta pueden llegar a influir en determinados aspectos. Esto último ha quedado bien claro a lo largo del tiempo. Por citar un ejemplo, los dichos de Krakauer, mencionados en el capítulo anterior, han influido de distinta forma en la opinión pública de aquél entonces, es más, se ha propagado a lo largo del tiempo.

Como bien dijo Carlos Suarez, es la más alta, y es también inevitable, que, aunque no sea la más bella en el sentido puro de la palabra, guarda otro tipo de belleza que las otras no tienen.

Hubo otro alpinista que dejó varios temas en toda esta historia de subir montañas. Un hombre tan querido como odiado, en lo que refiere a esto último, vaya a saber uno porqué, pero bueno, sucede en todos los ámbitos, fanáticos y detractores. Más allá de esta lucha entre el bien y el mal, que no viene al caso, tenemos entre manos a un impertinente de la montaña, uno de los elegidos, y su opinión acerca del tema que nos toca, es muy válida.

Pero vamos a conocer de antemano de quién se trata, así podemos poner mucha más atención a lo que nos cuenta. A propósito de ello, para saber de quién hablamos, les voy a dejar un párrafo que un gran amigo de él, le dedicó como despedida, a los pocos días de su partida, que fue allí, en pleno escenario, muy cerquita del Everest: “No hay muerte noble o muerte miserable. Ueli no estaba buscando la aprobación o la comprensión, sólo estaba buscando hacer las cosas de la mejor manera, según su deseo y motivación. Tenía el "defecto" de estar por delante de las cosas, tal vez demasiado, y por eso muchos de sus colegas en lugar de reverenciar silenciosamente su destreza, preferían dudar de él y plantearse preguntas. Era un campeón, en el deporte y en la vida. La vida me ha dado el regalo de haber experimentado y compartido con él parte de su existencia y planes. Y eso ahora para mí, es un tesoro, un regalo, con todo este dolor que tengo ahora por haberlo perdido. Adiós Ueli, nos vemos más tarde”.

Simone Moro despedía de esta manera a su amigo Ueli Steck, en aquella primavera de 2017, cuando todos los que amamos al montañismo, nos despertamos aquél domingo macabro con la terrible noticia. El Nuptse, un verdadero convidado de piedra, se lo había guardado para sí. El menos pensado, el que estaba a un costado, en el margen, el que nadie se imaginaba. Del que pocos hablaban, porque le tocó estar al lado de dos monstruos. Así es la montaña. Sin pensarlo, se la cobró. Y esa primavera, quedará por siempre en la historia del montañismo, como la primavera del Nupse. La que se llevó a Ueli Steck, el gran alpinista suizo del siglo XXI.

En el año 2012, Ueli Steck asciende el Everest sin oxígeno suplementario. Y unos días después, escribe una crónica, que tengo aquí, frente a mí y voy a extraer de ella ahora, algunos de los conceptos más importantes, para que podamos entender un poco todo esto de que hablamos, desde las palabras de un escalador de sus características, de su nivel, de su alta montaña.

“Hay pocas cosas en la vida de un alpinista que deberían ser hechas. Para mí, una de estas era el ascenso del monte Everest. Era uno de los objetivos que quería conseguir como escalador y alpinista.

El monte Everest es el punto más alto del planeta. En ningún lugar el aire es tan leve como en el Everest. Es el tercer Polo. Ascender una vez al techo del mundo ha sido siempre una idea que rondaba mi cabeza.

Sin embargo, estaba asustado. Desde el punto de vista comercial, esta montaña está literalmente masacrada. En ella se ha desarrollado un gran negocio en los últimos años. Un negocio enfocado principalmente para aquellos clientes que alcanzan la cima por cuerdas fijas y con oxígeno. Sin oxígeno, se han registrado 142 ascensiones. Un pequeño porcentaje, considerando que casi seis mil cumbres han sido realizadas.

Desde Loretan y Troillet, ningún otro suizo ha alcanzado la cima del Everest sin oxígeno suplementario, regresando al campo base. Esto me fascinaba. Muchos alpinistas potentes necesitaron diferentes intentos para conseguir la cumbre, sin usar ese magnífico doping que sale de la botella.

Recibí un interesante informe que estudiaba la influencia que el oxígeno tiene en esta clase de ascensiones. El resultado es asombroso. Si tomas dos litros de oxígeno en un minuto para descansar, es como si estuvieras en el campo base. Esto sería como estar a una altura de 5300 metros. Si tienes en cuenta que la mayoría de la gente toma cuatro litros por minuto del aire inglés, esto prueba la afirmación de Reinhold Messner: es como si subieras a una montaña de 6000 metros. Para ser más precisos, 6500. Esto no tiene mucho que ver con el Everest, que tiene 8848 metros de altura. Era plenamente consciente de esto cuando aclimataba.

No obstante, no debería preocuparme demasiado. Es la decisión personal de cada cual cómo ascender el Everest. Para mí, una escalada con oxígeno suplementario nunca ha sido una opción. Desde el principio tenía muy claro que quería estar en la cumbre de verdad, sin aire falso.

En 2011 no conseguí la cima del Everest. Estaba a 8700 metros por el lado tibetano de la montaña y tuve que abandonar mi intento. Simplemente, tenía demasiado frío. El riesgo de perder mis dedos era extremadamente alto. Otra de las características de la altura es que la sangre se densifica y la circulación en las extremidades es muy mala. Puedes contrarrestarlo intentando beber lo más posible, y con una buena aclimatación, para que tu cuerpo se acostumbre a la situación. Mi experiencia me enseñó el año pasado, que no había elegido el día correcto para el ataque a cumbre. La regla del 25/25 da resultado. El viento en la cima no debe sobrepasar los 25 kilómetros por hora, y la temperatura no debe ser menor de -25ºC. Pero, ¿Qué sería del alpinismo si sólo pudieras escalar una montaña en esas condiciones? No sería interesante. Por eso este año estaba doblemente motivado. Y además tenía más experiencia en mi mochila.

Para nosotros, el gran número de alpinistas que habría en la ruta al mismo tiempo representaba un peligro potencial. No podíamos esperar y hacer colas arriba. Habríamos sufrido congelaciones muy rápidamente. Pero estaba a nuestro alcance cambiar el hecho de estar arriba con una muchedumbre. La solución era muy simple. Como las cuerdas fijas no habían sido instaladas del todo hasta cima, las expediciones comerciales no podían comenzar. El llamado equipo de instalación, formado por diez sherpas, había planeado el día 18 instalar las cuerdas hasta cumbre. Era un golpe de suerte para nosotros. Además, según el parte, era el día más cálido de todos. Decidimos culminar con ellos.

Hacía calor en la travesía del Lhotse. Me sentí contento de haber dejado mi mono de plumas en la mochila. La mayoría de alpinistas suben con su mono hasta el campo 2. No entiendo porque con este calor subes con un mono de plumas. Así que alcancé el collado sur. Instalé nuestra tienda, y empecé inmediatamente a derretir nieve, para que pudiéramos beber mucho. Tenji, mi compañero, llegó tarde, a las 5pm. El tiempo era perfecto. Sin viento. Teníamos la sensación de que hacía calor. Al menos más calor que la última vez que estuvimos aquí. Pusimos nuestra alarma a las 11 de la noche. No la habríamos necesitado. Para entonces el equipo de instalación ya había partido, así como un grupo chileno. Hicieron el ruido suficiente para despertarnos. Bebimos café y té. Comimos pan con miel. Estábamos listos a las 00:30am. Veíamos las luces por delante nuestro. Habían comenzado a subir una hora y media antes de nosotros. Les alcanzamos en un cuarto de hora.

Ellos tenían que tirar cuerda fija incluso en el balcón. Me calmé y pensé que no era bueno ir tan rápido. Estaba disfrutando. Alcanzamos el balcón cuando amanecía. Todo el grupo paramos para comer y beber. Cambié las baterías de mis botas. Un sistema brillante. Tuve en todo momento, calientes mis pies y manos.

Continuamos. De ahí en adelante tenían que instalar cuerda. El terreno no es muy empinado. Realmente, podrías subir sin cuerdas. Mi bastón especial de Leki, con un pequeño piolet, demostró ser la herramienta ideal en este terreno. Sin embargo, estaba nervioso por la lentitud. Pero no adelantaba a los sherpas. Habría sido irrespetuoso por mi parte adelantarles mientras hacían su trabajo. Y hacían su trabajo verdaderamente bien. Nunca había visto a un equipo de sherpas trabajar tan eficientemente juntos. Continué en la fila, como debe ser. Y era divertido. Porque teníamos que esperar juntos, y entonces hablábamos. Tenji se había quedado rezagado, pero continuaba. Éramos los únicos sin máscara de oxígeno. El resto de sherpas nos mostraba un gran respeto por ello. Igualmente, yo mostraba al menos el mismo respeto por los sherpas y el trabajo que realizaban allí arriba.

El camino a cima era largo y parecía no tener fin. De repente, el ritmo ya no era lento. Miraba hacia arriba y la cima sur parecía no acercarse. Finalmente, no vi al líder. Eso significaba que había alcanzado la cumbre. Así que nos quedaban cien metros hasta ella. Desde la cima sur desciendes 20 metros, y continúas por la arista hasta el techo del mundo. Consulté mi reloj. Era tarde. Sería después del mediodía cuando alcanzáramos la cima. El tiempo todavía era perfecto. Pero, ¿y si cambiaba? Una tormenta era improbable. Confiaba en los sherpas. Han estado muchas veces ahí arriba, y saben lo que hacen. Sabía que yo podía bajar muy rápido. En una hora y media podía bajar al collado sur si descendía desde la cima sur en la que me encontraba. Decidí correr el riesgo y continuar.

En el escalón Hillary, tuve que esperar más rato. Al menos cuarenta minutos. Comencé a temblar. La temperatura no era muy baja, quizás -20ºC. Sin embargo, temblaba. Me alegré cuando continuamos. Estaba desilusionado con el escalón. Lo esperaba más impresionante. Ni siquiera es vertical. De repente me parecía que los otros se movían rápido. No podía seguirles. A partir de ahí, tocaba luchar, me dije a mi mismo. Y quería alcanzar la cima. Tenji venía por detrás, no podía verle. Vendría. Me concentré en mis pasos. Cada uno me llevaba a la cima. Pero, ¿Dónde estaba? Finalmente, acepté que los otros marcaran el ritmo. Mientras pudiera seguirles, todo iría bien. Podía pensar claramente, controlaba mis pasos. Pero, debía de ser por la altitud, me sentía sin potencia. No exhausto. Sólo lento, terriblemente lento. Por fin llegué a la cima. Las banderas de oración ondeaban al viento. Algunos sherpas ya estaban allí. No más cuerdas fijas. Uno de los alpinistas chilenos había tomado mi bastón de mi mochila, la cual había dejado en el escalón Hillary. Ahora llevaba una herramienta en mi mano. Era por la tarde.

A la una y quince alcancé la cumbre del Everest. Unas nubes aparecieron en el cielo. La vista era limitada. Podía vislumbrar Tíbet al norte. El Makalu, que sobresalía de las nubes. Me acordé de aquella subida al Makalu. Qué lucha fue, y que exhausto estaba. Aunque la visibilidad era limitada tenía la sensación de saber exactamente en donde me encontraba. No era algo nuevo o extraño para mí. Me hice unas fotos con los sherpas. Tenji aún no había culminado. Decidí descender. Qué fácil era bajar. Una sensación completamente nueva. Estaba cansado, pero avanzaba. Me crucé con Tenji un poco después del escalón Hillary. Le pregunté si estaba bien. Me dio buena impresión. Me contestó: “sí, pero voy lento.” Le animé, le dije que quedaba poco, y que era la sensación normal sin máscara. Le vi sonreír. Vi su determinación y supe que haría cima también.

Alcancé el collado sur a las 4:15 de la tarde. Esperé a Tenji allí mismo. Llegó tres horas después. Al día siguiente, después de desayunar, recogí mi equipo y descendí. Tenji durmió un rato más. A la hora de comer llegué al campo base. En ese momento sí que había hecho cima en el Everest.”

Este relato de Ueli Steck me ha impresionado desde el mismo momento en que lo descubrí, poco tiempo después de que el propio Ueli lo hiciera público tras la experiencia, allá por 2012. Publicamos en su momento una crónica al respecto en Alpinismonline Magazine. No solo es un relato exquisito, contado por uno de los protagonistas de las montañas del mundo, y no uno cualquiera, quizás uno de los diez más destacados de la década, que como dijimos antes, fue admirado como cuestionado, en especial por sus propios colegas, como dijo Simone Moro en su recuerdo. Pero lo más interesante que rescato de este relato, es la simplicidad, Ueli Steck, ese alpinista que muchos pueden haberlo tenido como un personaje subido allá, en lo más alto, demuestra en un riquísimo relato que de ninguna manera se cree el ser más superlativo en todo esto de subir montañas. Demuestra su respeto e insignificancia ante la más soberana de todas las montañas, y todo eso, a mi entender, nos brinda una clara pauta respecto a la persona que era.

Ueli deja muy claro también en este relato, su opinión respecto al oxígeno suplementario, aunque tampoco cuestiona la opción de utilizarlo, lo deja tal como debe ser, elección de cada uno. Sin embargo, utiliza un par de frases que marcan diferencia entre ambas opciones: “ese magnífico doping que sale de la botella”, “aire inglés”, “aire falso”.

Cuatro escaladores hicieron cumbre en el Monte Everest en aquella temporada de 2012 sin la utilización de oxígeno suplementario. Tal vez hubiesen sido cinco, pero Simone Moro, puso fin a su intento rápidamente: "Estoy en el campamento base, me volví. Esto mañana será un desastre. Hoy había 210 personas en una cuerda fija y va en aumento. Todos son muy lentos, algunos suben sin oxígeno suplementario, otros no. He visto gente que no sabe meter el jumar en la cuerda fija y que en cada nudo llamaba al sherpa para que se lo quitara y lo volviera a meter. Con toda esa gente, mañana será un drama. Lo lamento mucho. Me encontraba muy bien, veloz, nada de dolor de cabeza, pero tener a 210 personas delante o debajo en el descenso es un suicidio. Significa estar parado durante horas y con congelaciones aseguradas"

Los cuatro que mencionamos fueron Ueli Steck, Tenji Sherpa, Conrad Anker y un escalador argentino, que ahora nos va a contar un poco, con su propio relato, acerca de lo que le tocó vivir en aquella experiencia: Mariano Galván.

“Caí en su llamada hipnótica, ese llamado inexplicable que tienen las montañas. Se ha hablado mucho acerca de qué nos hace arriesgar nuestras vidas para subir montañas, pero todas las palabras son pequeñas y no alcanzan siquiera a dimensionar la inmensidad y las vivencias que allí se crean y que se transmiten a los pocos que se atreven a tocar esos territorios tan alejados de nuestro confort y de nuestra seguridad.

Everest también es sinónimo de masificación, de turismo de montaña, de cuerdas fijas y de toneladas de equipo. Todo esto es cierto si eres de las personas que así decides hacerlo, pero hay otras que escalamos con lo mínimo, que con lo único que contamos es con nuestra respiración, nuestros músculos y lo que ellos puedan soportar llevar. Contamos con la fuerza de nuestro espíritu y escalamos sin compañeros, a veces necesarios para aliviar soledades o para apuntalarnos cuando decaemos.

Así fue como decidí escalar ésta y otras montañas, sin oxígeno, sin porteadores de altura, sin compañero y con las comodidades llevadas al mínimo debido al escaso presupuesto con el que contaba. Así fue como encaré este gran desafío a lo más alto del planeta.

Yo quería escalar esa bella montaña. Quería hacerla única, a sabiendas que iba a encontrarme con muchas personas en la subida. Como si las grietas, las avalanchas y la falta de oxígeno no fueran suficientes inconvenientes, ahora también debería lidiar con unas doscientas personas transitando por las cuerdas fijas que, gracias a los sherpas, hacen que esta montaña esté al alcance de muchas más personas. Así que tuve que empezar a urdir planes para hacerla diferente.  Aquí fue cuando la alocada lluvia de ideas comenzó.

Con cierta nostalgia dejé el mundo de ensueño y llegué al bullicioso campo base. Aunque llamativo y numeroso, mi mirada de preocupación se dirigió hacia la cascada del Khumbu, uno de los principales problemas en esta aventura, debido a que aquí es donde se produce la mayor cantidad de accidentes y avalanchas. Mis ojos trataron de buscar automáticamente una ruta entre toda esa locura de bloques rotos y restos de avalanchas. Traté de tranquilizarme, tendría un mes de estadía a los pies de esta formación, así que sobraba el tiempo para el estudio y el análisis.

Por momentos veo con envidia otros domos que cuentan con televisores, internet, alfombras de varias capas y hasta calefactores. Qué duro es comparar y ver las condiciones con las que cuento. Pero nunca me desanimaron en lo más mínimo, veía en esta rusticidad una ventaja, la de una mejor aclimatación al frío. Sabía que arriba en la montaña iba a necesitar cada adaptación al frío que mi cuerpo pudiera generar. ¿Y el humo de la estufa? Perfecto: era lo que necesitaba para ir simulando el poco oxigeno que me esperaba para mi día de cumbre.

Las largas caminatas a los campos de altura, acarreando el mínimo e indispensable equipaje, fueron fortaleciendo mis músculos y acostumbrándolos a la falta de oxígeno. Cada vez empleaba menos tiempo en cubrir los 1200 metros que me separaban con el campo dos. Decidí saltarme el primer campamento debido a que era un campamento menos que aprovisionar, y con ello menos carga. Una vez que pude poner una carpa en este campamento dos, pase unas noches y luego decidí salir a caminar a tierras más altas, debería llegar a campo tres con una carpa más pequeña aún y desde ahí tratar de tocar campo cuatro a ocho mil metros.

Todos los planes de avance o retroceso danzan alrededor de los grandes pronosticadores del clima, a los cuales tienen acceso las grandes empresas. Llegaban a mí de una manera filtrada y casi como una copia pirata. Debía ser cauto con los rumores que escuchaba, ya que no contaba con todas las cartas y esquemas. Así que con la poca información que me llegaba, sumada a mi interpretación del clima, puse como fecha el 19 de mayo para estar en la cumbre. También, tengo que confesar que el movimiento de unas 200 personas que intentarían cumbre no es muy difícil de notar ni fácil de obviar.

Ahora solo restaba establecer cómo iba a subir, es decir cuantos días emplearía para cada campamento, como me movería entre ellos. Todo esto se me antojó como una carrera de aventura, con sus paradas obligatorias y su propio ritmo. Aquí competiría contra el clima, la hipoxia, mi ego, correría con mis temores que oficiarían de alarmas para no perder el equilibrio, pero a la vez serían un peso en la mochila que me hacían dudar. Corría contra mis peores miedos, pero de alguna manera también corría con mi familia, con mis amigos y con un sinfín de personas que me alentaban a kilómetros de distancia, como las personas que alientan a los costados de las calles, aplaudiendo tu pasar.

Pero ahora hablemos de las “pequeñas” diferencias. ¿Cuándo decir basta? ¿Cuál es el límite? ¿Podré estar lo suficientemente lúcido ahí arriba, con mi mente aturdida por el agotamiento, la deshidratación y la falta de oxígeno? ¿Y si abandono, quien me rescatará? Acá no hay vehículo de apoyo que venga a buscarte ni un bus que te lleve de nuevo al punto de partida. Aquí estas por tu cuenta. Aquí tu eres tu propio grupo de rescate, al menos así era para mí, ya que no contaba con la valiosa ayuda de los sherpas o de una empresa que fuera a mi rescate con solo pulsar un botón.

Aquí no había nadie que te dijera que debías llevar y qué no, por lo que me di el lujo de suprimir muchas cosas que para otros eran imprescindibles. Una pequeña tienda de una sola capa me protegería de las inclemencias a ocho mil metros, dentro, un calentador y una bolsa de vivac, serían el único abrigo, además de mi entero de pluma que usaba para caminar. Recuerden que el entero de pluma funciona bastante bien cuando uno se está moviendo, pero no así para estar inmóvil en el interior de la tienda. Cuando hoy comento que pasé dos noches en el collado sur sin saco de dormir, muchos me miran incrédulos. Pero de otra manera ese kilo y medio de confort me hubiese restado piernas para el intento a cumbre.

Recuerdo con qué facilidad es en una carrera decir “izquierda”, y que el otro corredor se mueva lo suficiente para dejarte pasar, es casi una regla, debido a que tú te mueves más rápido.  Aquí esa regla estaba lejos de ser cumplirse y el lugar en las cuerdas fijas es guardado celosamente por los sherpas con sus clientes.  Por lo que si quería pasar me debería desconectar de la valiosa seguridad de las cuerdas fijas y esforzar mis pulmones al máximo, casi como un sprint, hasta encontrar un lugarcito donde volver a la seguridad de la delgada cuerda que sostenía a más de cuarenta escaladores por tramo. A esto se le llama seguridad en Everest.

Todos los montañistas sabemos que la verdadera cumbre está en el campo base, es más, solemos decir “la cumbre está en casa”. Pero el cuerpo y la mente muchas veces ignoran esa premisa. Tu mente y tu cuerpo llevan tus límites al punto más alto, negocian tus reservas energéticas para alcanzar el punto más alto, para luego abandonarte, en lo que para los ojos que miran desde afuera, es la mitad del camino. Es ésta una de las trampas más mortales en la que puedes caer. Recordemos que la mayoría de los accidentes fatales ocurren durante la bajada. Tu cuerpo literalmente se apaga, ya no hay adrenalina que te empuje a la cima, todo tu cuerpo agotó sus recursos. ¡De dónde sacarás ahora fuerza para bajar? Recuerda que nadie jalará de ti ni te guiará a salvo a tu carpa. Deberás encontrar esa fuerza en ti, que nunca habías notado y se llama voluntad de vivir. Ahora es tu vida la que está en juego, las luces quedaron atrás, los aplausos de cumbre se extinguieron, ahora se terminó el juego de alcanzar la cumbre, ahora es tu vida la que se balancea en una delgada cuerda. No puedo dejar de pensar en uno de mis pasatiempos que se llama slackline, el cual consiste en tensar una cinta de unos veinticinco milímetros de ancho, es decir dos centímetros y medio, entre dos árboles y caminar sobre ella, a la vez que se hacen diferentes saltos, y giros. Ahora sin tanta elegancia, uno se tambalea y hasta se arrastra para llegar al final de la cinta.

Así alcance la cumbre del Everest, entre lágrimas, profundas bocanadas y una vista increíble de un horizonte que comenzaba a curvarse.  Así fue mi momento de cumbre, recordando a mi familia, amigos y a todos aquellos que habían creído en mi imposible. Allí plasmé mi manera de hacer montaña, sencilla, sin ruidos, sin estruendos. Todo fue perfecto. Ni en sueños podía haber imaginado una mejor cumbre, bueno quizás sí, quizás compartir un abrazo de cumbre con un amigo hubiese hecho más perfecta aún esa cumbre. Pero es difícil coincidir en momentos, objetivos y sentires. “

Muchas coincidencias encontramos en los relatos de Ueli y de Mariano. Miro ahora por un instante, y haciendo un alto en el relato, una fotografía que me acaba de enviar una persona muy cercana a Mariano, que también me cedió tan gentilmente este maravilloso testimonio. En esa foto, están Ueli y Mariano abrazados antes de la subida, en aquella experiencia en la que coincidieron para la montaña más alta del mundo.

Ellos la hicieron a su manera, de forma muy parecida, pero diferente, la vivieron y experimentaron, tal como lo manifestaron, uno de los momentos más destacados de sus respectivas experiencias en montaña. Ambos también se fueron, con un par de meses de diferencia, en distintas montañas que los reclamaron, porque cada una de ellas, necesitaban de espíritus llenos de fuerza y voluntad, para alimentar su propio espíritu, que se nutre año tras año, de aquellos impertinentes que buscan con ese gesto, alcanzar la plenitud de sus propias vidas.

Esas coincidencias que mencionamos, nos hablan de dos estilos absolutamente opuestos para encarar esta montaña. Lógicamente, aplica a cualquier otra, pero ahora estamos en esta, y no todas sufren por estos tiempos este tipo de situación que estamos tratando de desenmascarar.

Intentamos establecer, en definitiva, si esto que está sucediendo en el Everest, proyectado también a otros centros importantes de escalada mundial, es un hecho viciado o simplemente se trata de una situación derivada de la misma evolución del ser humano y debemos, como en tantos otros temas, adaptarnos a este nuevo escenario.

Lógicamente, si nos paramos en la situación anterior, es un hecho absolutamente viciado, que genera contaminación, como punto fundamental, sobre un ecosistema que prácticamente no había recibido la visita del ser humano hasta hace setenta años, genera muertes y un negocio que los propietarios del hábitat no están dispuestos a ceder. Cuando hablo de “propietarios del hábitat”, me refiero inequívocamente a las autoridades gubernamentales.

Si en cambio nos paramos en el nuevo escenario, pues entonces, todas esas consecuencias, que son reales, deberán ser manejadas de la manera más conveniente, para que el negocio continúe siendo provechoso y las muertes puedan pasar lo más desapercibidas posible.

La coincidencia en el relato de Ueli y Mariano nos lleva a un punto en el cual el escalador tradicional, que pretende acceder la montaña a la vieja usanza, deberá desplegar todo su ingenio para poder poner en práctica su objetivo y que este nuevo escenario no interfiera con el mismo. De todas formas, como hemos visto, eso es prácticamente imposible.

Ueli tuvo que subir con los “Doctores de cascada”, como se lo denomina a este grupo de sherpas de fijación de cuerdas, y Mariano realizar maniobras que implicaron un riesgo adicional para poder sobrellevar en parte las consecuencias de ese nuevo escenario. No había forma de evitarlo. Pero eso los hizo más fuertes, porque debieron aplicar un valor agregado a lo que habitualmente realizaban para este tipo de desafíos. Y salieron airosos.

Recuerdo también en este momento, que el propio Simone Moro, como mencionamos antes, en esa misma temporada de 2012, pateó el tablero luego de algún que otro incidente derivado de la tan mencionada masificación, se pegó media vuelta, y se fue del Everest. Para los escaladores tradicionales, como Ueli, Mariano o Simone, tal vez sea el momento, para el caso del Everest, de probar con alguna que otra fórmula.

Así lo ha entendido, más allá que persigue un objetivo que hace tiempo no se concreta, el escalador vasco Alex Txikón, que, desde hace ya algunos años, ha migrado a la temporada invernal, alternando en distintas montañas, entre las cuales está el Everest. De esta forma, logró dejar atrás estos problemas derivados del nuevo escenario que se monta exclusivamente en primavera, con lo cual, existen también otras alternativas para poder desplegar las viejas costumbres. En otros tiempos también, se llegaba a la montaña en Agosto, Octubre, o Diciembre, en fin, fuera de temporada. Tal vez esta sea una buena alternativa para aquellos que gustan de lo tradicional.

En consecuencia, existen vueltas todavía para darle a la montaña. Particularmente, este tipo de expediciones, como la de Txikón, e inclusive los intentos invernales al K2, como el del invierno de 2019, me transportan a otra época, aunque con sus diferencias lógicamente. Por un instante, imagino que me encuentro a comienzos de los noventa, cuanto todos estos desafíos eran vistos como una clara batalla por la superación del ser humano.

Pero, lo que es temporada alta, es exclusivamente Abril y Mayo, no más. No existe la posibilidad de posponer el Monzón en pos del negocio del Everest. Al menos por ahora, a pesar del deseo de quienes llevan a cabo ese negocio, que no son perversos, ni mucho menos los malos de la película. Son en su mayoría, viejos escaladores que han tomado a la montaña como la forma de ganarse la vida. Después estarán otras cuestiones, que, si es excesivo o no lo que cobran por una expedición, o que no se encargan debidamente del buen trato hacia la montaña, eso es otra cosa. Tampoco en este sentido es tan extremo como muchos señalan y lo vamos a ver también luego, en algunos testimonios muy interesantes que hemos recabado.

Uno de esos “viejos escaladores” con quien conversamos sobre estos temas, es Garret Madison, propietario de la empresa Madison Mountaineering de Jackson, Wyoming, Estados Unidos, que sube montañas desde 1999, donde se inició en experiencias en su país y Canadá, para luego montar su empresa que opera en el Monte Everest desde 2009.

Una respuesta muy curiosa nos dio cuando le preguntamos que podría hacerse para resolver el problema que impera en el Monte Everest. Con un tono de sarcasmo, Garret respondió: “¿Qué problema? Quizás podamos cambiar el clima para que haya más días de cumbre disponibles en la cima del Monte Everest”.

Si bien es una respuesta que debemos tomar desde su punto de vista de empresa comercial, no está muy fuera de tono su conclusión. De hecho, ese es el factor fundamental que origina la tan mentada cuestión de masificación: los escasos días de cumbre.

Definitivamente, el tiempo para llevar clientes con poca experiencia, que nunca podrían incluirse fuera de la temporada alta, es extremadamente corto. Solo dos meses de los cuales no más de quince días, está disponible la posible ventana de cumbre. En ese período hay que poner allá arriba a unas seiscientas personas, con lo cual la respuesta de Garret, no es alocada.

Si bien él apuntó sarcásticamente al clima, tal vez no sea el clima lo que debiera modificarse, de hecho, eso no es posible, sino intentar ampliar el tiempo de acceso a la cumbre adelantándolo.

Habitualmente, los Doctores de cascada inician su tarea a mediados de marzo, para exactamente dos meses después, a partir del 10 de mayo, dejar abierto el acceso a la cumbre. Iniciando quince días antes, aún dentro del período invernal, quizás pueda derivar en la ganancia de digamos, una semana, eso podría permitir una ventana adicional de cumbre, sino más. Pero bueno, tal vez no sea del todo practicable. El invierno sabemos lo implacable que es, pero tampoco golpea tan fuerte por debajo del campo base, así que, salvando las distancias que existen entre un escritorio y el Collado sur del Monte Everest, no lo veo tan impracticable.

Esto tampoco solucionaría el tema de la masificación. La gente va a seguir yendo, y si hay más ventana, se va a incrementar la cantidad de expedicionarios, no tengan la menor duda. El freno debería ponerse entonces en otro lado, en la cantidad de permisos, como veremos luego nos sugieren muchos de los protagonistas.

Garret también es bastante duro respecto a la excesiva difusión –a su entender- que los medios de comunicación le dan al tema: Los medios de comunicación se aprovechan de temas muy simples y negativos y saben que van a tener repercusión, ya sea que haya algo de verdad o no. La foto de la multitud en la cumbre del monte Everest del 22 de mayo de 2019 por ejemplo, fue el resultado de un escalador que buscó elevar su perfil en las redes sociales y recaudar fondos para su proyecto, por lo que tomó esa foto y se aseguró de que llegara al máximo número de personas, cosa que logró y se volvió viral. Muchos escaladores intentaron llegar a la cumbre en un período de dos días, cuando hacía buen tiempo. En otras temporadas hubo aproximadamente un 90% más de escaladores, pero no se vieron multitudes como esta, debido a que la ventana climática duraba casi dos semanas, por lo que la gente podía extender sus intentos de cumbre.”.

Garret también nos cuenta que la cantidad de gente que está yendo al Everest durante los últimos años, no se ha incrementado considerablemente. Que generalmente es la misma, pero que todo el proceso es muy dependiente de la cantidad de días disponibles para la ventana de cumbre, para concluir diciendo que muchos escaladores murieron porque subestimaron el desafío de escalar la montaña. Uno está preparado o no lo está, que los medios han mostrado la cantidad de gente que se acumuló debido a la corta ventana, anteponiendo las muertes derivadas de la propia inexperiencia de los escaladores.

Mike Hamill es uno de los referentes del Everest en estos tiempos que corren. En la temporada 2019, ha llevado a más de sesenta escaladores a la cumbre, con una de las efectividades más concretas y su empresa forma parte de ese grupo de "elite" por llamarlo de alguna forma, conformado por las empresas tradicionales que prestan servicio en la montaña más alta del mundo.

A su regreso de Nepal estuvimos con él en una entrevista para Alpinismonline Magazine, recién llegado a casa, luego de una temporada verdaderamente extenuante. Y hablamos de muchos temas, del Everest en su gran mayoría, pero también sobre otras cuestiones que van un poquito más allá.

Claramente Mike es uno de los protagonistas en lo que respecta a las empresas comerciales que operan en la montaña más alta del mundo. Ha tomado mucha más relevancia en los últimos tres o cuatro años, a diferencia de las empresas tradicionales, que operan desde comienzos, o inclusive antes del presente siglo.

Climbing the seven summits (CTSS) es la empresa de Mike Hamill. Con sede en Seattle, Washington, Estados Unidos, se especializa en el ascenso a las siete cumbres, que es el proyecto que involucra las siete montañas más altas de cada continente, donde encontramos al Monte Everest en Asia, el Cerro Aconcagua en Sudamérica, el Denali en Norteamérica, el Elbrus en Europa, la Piramide Carstensz en Oceanía, el Monte Kilimanjaro en Africa y el Monte Vinson en la Antártida.

Es por todo ello, que no podíamos dejar de lado su testimonio y palabra autorizada en el tema. Él es uno de los protagonistas del Everest de hoy.

“En la temporada 2019 tuvimos un gran éxito en la cima porque supimos cómo evitar las multitudes el día de la cumbre debido a nuestra experiencia. Nuestra atención a los detalles, nuestra infraestructura y el profesionalismo de nuestro personal, con su experiencia, juegan un papel importante en el éxito.

Realmente no he visto nada nuevo en términos de las ofertas del Everest en los últimos quince años, y creemos que hay mucho espacio para la mejora y la innovación. Por ejemplo, estamos incentivando a nuestros Sherpas para que busquen mejores calificaciones internacionales, utilizando la pre-aclimatación, incluyendo el uso de cámaras hiperbáricas para acortar de forma segura la duración de la aclimatación en el Everest, e invirtiendo en mejores infraestructuras e instalaciones que sean sostenibles y cómodas y contribuyan a la salud y la felicidad de los escaladores durante la expedición, como nuestras carpas climatizadas Everest Executive.

Estamos intentando activamente impulsar el progreso y tenemos muchas mejoras en mente para la próxima temporada. Durante demasiado tiempo, parece que los operadores dictaron a la clientela potencial cómo será todo, mientras que nosotros ahora estamos intentando escuchar los comentarios del mercado y satisfacer sus necesidades para estar a la vanguardia de nuestra industria y adaptarnos continuamente.”

¡Alto aquí! … ¿De qué estamos hablando Mike? Bueno, claramente podemos elaborar varias conclusiones de este testimonio. Todas y cada una de estos conceptos son producto inequívocamente de un gerente de empresa. CTSS es una empresa que vende servicios en el Everest y otras montañas del mundo, y como dueño de la misma, Mike vende su producto que, sin lugar a dudas, de acuerdo a lo que nos cuenta, es de primerísima calidad.

Ahora bien, estamos viendo algunos conceptos interesantes que son –como dice él mismo- absolutamente innovadores en esto de escalar montañas. Guías con calificaciones internacionales, pre-aclimatación en cámaras hiperbáricas, que son las que simulan a nivel del mar las condiciones en distintas alturas, y temas de infraestructura en el campo base, que unos párrafos atrás, ya nos contaba el propio Mariano Galván en su testimonio del año 2012. Ahora todo mucho más avanzado.

Tuvimos la oportunidad de consultar por estos temas al mismísimo Reinhold Messner, quien cuando le preguntamos acerca de hacia dónde iría el montañismo en el Everest en el futuro, fue muy concluyente: “Eso es turismo cinco estrellas, el Monte Everest es una montaña para clientes”.  Lo que dice el gran escalador italiano, va de la mano con las Everest Executive de Mike Hamill.

Estamos de acuerdo que todo esto nada tiene que ver con el montañismo tradicional. ¿Verdad? Pero si, es la realidad del día de hoy en lo que se refiere a un montañismo distinto, llámelo usted como quiera, pero existe y es así, y cientos de personas por año lo consumen.

Muchos de esos escaladores que lo utilizan, practican el montañismo tradicional en otros sitios del mundo. Pero el Everest tiene sus condiciones particulares de las cuales no pueden escapar ni siquiera aquellos que realizan el montañismo tradicional. Esas condiciones las impone el sistema, que arranca con un permiso carísimo, diez veces más elevado que para el resto de los ocho miles de Nepal. Esa es la primera condición.

Las otras condiciones las va imponiendo el sistema, reglamentado a gusto de cada uno de los dos gobiernos, el del Norte, mucho más estricto y militarizado; y el del sur, mucho más permisivo. Pero si pretendemos subir al Everest hay que amoldarse indefectiblemente a uno de estos dos regímenes.

Mike habla de cámara hiperbáricas. Así como el concepto de oxígeno suplementario, este de la cámara es un concepto nuevo que se va imponiendo en los últimos años. Lo que hace es simular condiciones de altura desde casa, para luego ahorrar tiempo de aclimatación en la montaña. Los fundamentalistas de la montaña, a esta altura, ya están rasgándose las vestiduras.

Aquellos grandes defensores del montañismo tradicional, de los montañistas puros, como por ejemplo Simone Moro, que huyó despavoridamente del Everest de 2012, ¿Cómo verían todo esto? Pues bien, no hace falta preguntarle a Simone, porque para su preparación a la invernal al Gasherbrum de 2020 junto a Tamara Lunger, utilizó cámara hiperbárica y esto, se imaginarán, pudo haber desatado alguna que otra polémica, bien a la medida de todo lo que viene sucediendo.

El 20 de mayo de 2018, Adrian Ballinger, propietario y jefe de Alpenglow Expeditions, llegó a la cima del Monte Everest junto con otros nueve miembros de su equipo: otro guía, cinco sherpas y tres clientes.  Lo notable del ascenso de Ballinger es que su equipo sumó dos picos de 8000 metros, Everest y Cho Oyu, durante un viaje por el Himalaya que duró solo 23 días.

Ballinger, de 43 años, fue pionero en el uso de carpas hiperbáricas para guiar a las montañas de gran altitud, pre-aclimatarse a sí mismo, a los guías de su compañía y a sus clientes antes de embarcarse en expediciones abreviadas al Himalaya y otras cadenas montañosas de todo el mundo. En los últimos años, ha reducido a la mitad la duración de un viaje al Everest. Aquél año de 2018 eligió a un selecto grupo de clientes: el atleta de North Face Jim Morrison, el ex guía Neil Beidleman, que no fue otro que el guía de Scott Fischer en la expedición de 1996, y el presidente de la junta directiva de Walmart, Greg Penner, para intentar un ascenso aún más veloz del Everest mientras también se lanzaba a los 8188 metros del Cho Oyu. Él apodó a este tipo de subidas Lightning Ascents, y las ve como un gran avance en la orientación montañosa a gran altitud: No creo que el alpinismo a gran altitud haya cambiado significativamente en décadas. Subimos estas montañas, ya sea Aconcagua, Denali o Everest, exactamente de la misma manera desde la década de 1950. Sin embargo, mucho a nuestro alrededor ha cambiado: la tecnología y la previsión meteorológica. Podemos ser mucho, mucho más precisos ahora, así que ya no nos atascamos en las tormentas y perdemos muchos recursos. Ahora también tenemos tiendas hiperbáricas que nos permiten aclimatarnos en casa hasta 6.000 metros antes de salir de viaje. Y la logística es cada vez mejor, lo que nos permite reducir el tiempo de viaje. Finalmente, creo que el atletismo de los escaladores está cambiando. Si nos fijamos en los atletas profesionales, estamos tratando de ir más y más rápido y en las montañas, y mi objetivo era hacer eso con los clientes.”

Entonces, ¿No estaremos ante una transformación del montañismo tradicional que va adoptando todos aquellos adelantos tecnológicos que van surgiendo con el tiempo y llevándolo a otro nivel? Pensemos nomás en los elementos con que contaban los pioneros de las décadas de 1920 o 1930, y lo que cuenta un escalador de hoy en día. Para aquellos, ¿No sería todo esto un atropello?

Volvamos con Mike: “Cada operador en la montaña contribuye a las multitudes en virtud de estar en el Everest, pero algunos administran sus equipos de manera más efectiva y segura que otros. La masificación se origina a partir de una serie de problemas. En primer lugar, servicios de guía baratos con personal sin experiencia. Guías que crean una situación de "ciegos guiando a ciegos" que no saben cómo manejar a sus escaladores, sus horarios o no conocen o identifican los límites de su clientela.

Además, los operadores más baratos no invierten en su propia infraestructura y, a menudo, siguen ciegamente los Servicios de Guía más grandes y tienen una "mentalidad de rebaño" y una falta de liderazgo. La comodidad en el campo base no tiene nada que ver con el hacinamiento en la cresta de la cumbre, como señalé anteriormente, nuestro equipo no se vio afectado en absoluto por la multitud y si esas condiciones fueron más saludables y los mantuvo más fuertes, debido a las instalaciones, ellos verdaderamente las disfrutaron durante toda la temporada. Respecto a nuestro personal de guías, desde la avalancha que mató a 16 Sherpas en 2014, la situación laboral de los Sherpas ha mejorado. El gobierno ha ordenado que todas las compañías tengan seguro para sus Sherpas e instituyeron un salario más alto en todos los ámbitos. El problema históricamente no han sido las empresas de renombre. En general, los servicios de guías extranjeros como CTSS siempre han tenido seguro y han pagado bien a sus Sherpas. Lamentablemente, a menudo es el menor costo, los operadores locales pueden cobrar menos porque están dispuestos a tomar atajos que ponen en riesgo tanto a Sherpas como a los clientes.”

Aquí Mike saca a la luz el tema de los guías de montaña sin experiencia. Sin mencionarlo, se refiere a sherpas que trabajan de forma independiente, creando sus propias empresas y ofreciendo los mismos servicios que las empresas extranjeras, pero a un precio considerablemente más bajo. Bajo este escenario Mike habla de “guías más baratos con personal sin experiencia”, y de ninguna manera está faltando a la verdad. Luego veremos que otros colegas de Mike, e inclusive gente que no tiene nada que ver con el servicio, opina en este mismo sentido.

Defendiendo la postura del cliente de empresas comerciales, Mike señala: “Creo que la gente explora las altas montañas por diferentes motivos, y cada uno tiene su propia historia y sus antecedentes. Para algunos definir a un montañero de una manera muy estricta y criticar a otros por la utilización de las montañas, es caminar por una pendiente resbaladiza. Al igual que el cliente guiado en Everest puede ser criticado por no ser un escalador "puro", el alpinista de élite puede ser criticado por tomar demasiados riesgos y poner en peligro la vida de otros en caso de que sea necesario un rescate. Las montañas nos inspiran a todos por diferentes motivos y creo que cuanto más las respetamos y reverenciamos con humildad, mejor estamos todos. Seremos más apasionados a la hora de protegerlas y estaremos más informados sobre cómo hacerlo.”

Aquí me detengo y adhiero completamente al concepto de Mike. Cada uno hace la montaña como más le place, y poco debiera importarle lo que opinan los demás acerca de su actividad. Pero ese hecho de “hacer la montaña a su modo” no debiera interferir en la “montaña del otro”, y cuando un grupo de escaladores guiados sujetos a una cuerda se detienen, están interfiriendo también en la montaña del otro escalador. De la misma forma que un escalador tradicional que toma excesivos riesgos, podría indirectamente estar involucrando a otros en su propio rescate. ¿Ven que difícil que es ponerse de acuerdo? Como en todos los órdenes de la vida donde interactúan seres humanos.

“Creo que siempre habrá espacio para crecer y progresar en las altas montañas. Seguiremos viendo cambios en los estilos de escalada que impulsarán y harán evolucionar el deporte. Hace cincuenta años, pocos podrían haber imaginado a Ueli Steck en solitario escalando el Eiger tan rápido como lo hizo, o a Alex Honnold haciendo El Capitán en free solo. Podríamos pensar que no hay mucho espacio para el crecimiento y que no es posible predecir hacia dónde irá el deporte, pero seguirá progresando y eso es parte de la belleza del deporte. Creo que comenzaremos a ver muchos más solos de velocidad sin oxígeno suplementario en el Everest y en otros lugares en la próxima década. Los escaladores que pueden ascender a los picos más grandes del mundo sin oxígeno suplementario son increíblemente impresionantes por su destreza genética, su capacidad para sufrir, o ambas cosas. Es genial ver a escaladores talentosos empujando los límites de lo que es posible.

Sin embargo, también creo que es genial que todos puedan experimentar el poder y la grandeza de las montañas, y no creo que escalar sin oxígeno sea la única forma de acercarse a las montañas. Incluso si usas oxígeno suplementario, aun así, estarás siendo empujado más lejos de lo que nunca antes has estado y puede que todavía no llegues a la cima. Cada uno tiene límites diferentes, pero lo que creo que es importante es que las personas se fijen grandes metas y se atrevan a vivir las montañas a su manera.”

Cerrando sus conceptos, Mike nos ha dado una bofetada. Lo que al comienzo pareció ir en un sentido netamente empresarial, terminó siendo nada más ni nada menos que un excelente ejemplo de hacia dónde puede ir el montañismo en esta década que se está iniciando. Con el correr de los años, podremos ver cuán acertado estaba Mike Hamill, pero si es necesario destacar algunas cosas de su último testimonio, y es el hecho de que la montaña ofrece la posibilidad de que cada persona pueda disfrutarla en la medida de sus posibilidades.

Es maravilloso que exista un escalador que pueda ir al Everest o cualquier otra, solo con lo puesto, sin oxígeno, ni porteadores, al mejor estilo Mariano Galván, pero también es muy bueno que todos, inclusive los más limitados en capacidades físicas también puedan hacerlo, a su manera, y que lo hagan.

Ahora bien, está bueno que todos tengan la posibilidad de ir al Everest, pero eso no incluye que cualquiera pueda hacerlo. Y hoy por hoy eso es lo que está sucediendo. Hemos visto en las últimas temporadas accidentes producto de la inexperiencia tanto de escaladores como de guías.

En este sentido, el periodista alemán Stefan Nestler, que lleva adelante su propio blog Adventure Mountain y que cuenta con una larga trayectoria en medios de Alemania como la Deutsche Welle, se expresó en una entrevista que tuvimos hace un tiempo atrás para Alpinismonline Magazine: “Otra razón por la que cada vez más personas escalan las montañas más altas del mundo es, en mi opinión, que la humildad para con el Everest e inclusive los otros ocho miles, ha desaparecido. Si las rutas completas están aseguradas con cuerdas fijas hasta la cima, los clientes pueden jumar hasta la cumbre. Las montañas que antes estaban más allá de sus posibilidades parecen repentinamente factibles incluso para los principiantes, como el Annapurna, o Kangchenjunga. Esto se debe a la agresiva comercialización de los operadores de bajo presupuesto, que sugieren que todo es posible y completamente seguro. Un error que a veces tiene serias consecuencias. En el pasado, una docena de operadores de expedición extranjeros se dividían el mercado. Hoy, la mayoría de los clientes confían en las agencias nepalesas, que se han estado disparando como hongos en la última década. Además, la base de clientes ha cambiado, de Occidente a Asia, especialmente India y China.”

Stefan ahora pone en escena un componente adicional que, tal hemos podido comprobar en la temporada anterior e inclusive en las previas, se ha venido incrementando: China e India. Cada vez más escaladores de esas nacionalidades van al Everest, y muchos de ellos, por no decir la mayoría, con muy escasa experiencia. Si vemos la cantidad de fallecidos en la montaña, podemos ver que los de esas nacionalidades encabezan las listas.

También Stefan habla de algo que venimos repitiendo desde el comienzo de este libro. Él lo llama sutilmente “humildad para con el Everest”, dicho en criollo, eso se llama ego. El ego es el peor enemigo del escalador. El ego le otorga fuerza, le da confianza, le dice que nada es imposible, y le hace creer que sus propias condiciones están por encima de su propio pensamiento. Luego, la montaña será –como siempre- la encargada de volverlo a la realidad, a veces de la forma más terrible.

Particularmente pienso que esa humildad de la cual habla Nestler, es el principal factor que deriva en todo esto que estamos viendo en las grandes montañas del mundo. Sumado, como venimos diciendo, a los avances tecnológicos que siempre hacen las cosas mucho más fáciles.

Respecto a lo que refiere al futuro del Everest y las grandes montañas, Stefan nos deja una última reflexión: “Soy escéptico sobre si una inversión real es todavía posible. No hay una bala de plata que elimine todos los problemas de una sola vez. La situación en el turismo de montaña en el Himalaya me recuerda un poco al capitalismo de Manchester en el siglo XIX: todos quieren su parte del pastel financiero, el objetivo es la máxima explotación del mercado, independientemente de las pérdidas.

En mi opinión, el gobierno nepalí debería limitar el número de permisos. Además, debe haber normas vinculantes para los operadores de expedición, por ejemplo, cantidad limitada de miembros del equipo, guías de montaña con certificados internacionales, suficiente oxígeno embotellado incluso para emergencias.

Pero los estándares también deben aplicarse a los candidatos de la cumbre: deben ser capaces de demostrar la experiencia suficiente en montañismo antes de enfrentarse a un ocho mil. Incluso no dejas que un conductor normal de automóvil vaya a una pista de carreras en un automóvil de Fórmula uno.

Otra idea sería arreglar las cuerdas solo en los puntos clave y no a lo largo de toda la ruta, o entregar oxígeno embotellado, solo desde el Collado Sur hacia arriba. Entonces muchos alcanzarían sus límites ya más abajo. Sin embargo, creo que más importante que todas las reglas es una nueva actitud por parte de los propios montañeros: lejos de la arrogancia, hacia la humildad.

Todos los que partieron para el Himalaya deberían cuestionarse críticamente: ¿Pertenezco realmente a esta montaña? ¿Pongo en peligro a los demás porque no tengo las habilidades necesarias? Mi consejo: ¡Gana experiencia, acércate lentamente a las montañas más altas! ¡Primero trata de llegar a la cima de una montaña no tan alta, tal vez de cinco o seis mil metros, sin oxígeno embotellado! Tu cuerpo te indicará lo que es posible y lo que no. Y aprenderá que puede experimentar aventuras lejos de los ocho mil, posiblemente incluso aventuras más auténticas que en el Everest.”

Varios conceptos aquí, que luego veremos son concordantes con otras opiniones calificadas. Aparece el tema de la limitación de permisos, como alguna vez existió en Nepal, donde solo se otorgaba un puñado. Lógicamente, con la explosión del negocio, cuantos más permisos se otorguen mayores serán los beneficios, en especial en un país como Nepal que no suele estar nadando en la abundancia.

Vemos también buenas ideas para el tema de limitar a los mismos montañistas. Hoy por hoy, las facilidades que las empresas comerciales les otorgan a sus clientes, hacen que éstos, con el simple hecho de contar con un buen respaldo económico, puedan estar en condiciones de encarar una experiencia en el Everest.

Aunque, en lo que refiere a este y cualquier tipo de limitación, el mismo Reinhold Messner está absolutamente en contra: “No debe haber ningún tipo de restricción en la montaña”. Concluyente.

Más allá de la conclusión final de Stefan, que sería el escenario ideal, aunque claramente impracticable para las ambiciones humanas, la idea de arreglar la fijación exclusivamente en ciertos puntos podría ser una solución interesante, lo mismo referente al oxígeno embotellado.

Algo importante también, como veremos más adelante en otro testimonio, podría ser la doble cuerda en determinados tramos críticos, donde hoy se producen algunos embotellamientos que ponen en riesgo extremo la vida de los escaladores.

Nada de esto soluciona la cuestión de fondo, que es la masividad. Solo son medidas tendientes a atenuar el problema, si es que en realidad estamos ante un problema, como bien dijo Garret Madison unos párrafos atrás. Tal vez debamos considerar la posibilidad que estamos ante una nueva escala de montañismo, que a muchos no va a gustar.

Alessandro Filippini, renombrado periodista italiano especializado en montañismo, que tiene su columna en la Gazzetta dello Sport, nos ha dejado también sus reflexiones respecto a todo este tema, al consultarlo para brindar su aporte para esta obra.

“Lo que está sucediendo en el Everest es la repetición de lo que ya sucedió en otras montañas "más altas", como el Mont Blanc, el "más alto" de los Alpes. Everest, para la gran mayoría de los extranjeros que durante estos últimos años (ahora décadas) han ido a Nepal o al Tíbet para escalarlo, fue sobre todo un símbolo de estatus. Una especie de medalla para presumir y alardear. Desafortunadamente, la situación continúa empeorando en este sentido, porque la oferta de las agencias comerciales transforma cada vez más el viaje a Nepal o el Tíbet en una experiencia similar, y no una aventura de montañismo, sino a una estadía en un pueblo de vacaciones, aunque con una cantidad quizás exagerada de horas de actividad física. Además, bien asistido ... La masa inevitablemente ataca a los verdaderos montañeros, que no son bienvenidos en un entorno como el que ya se ha visto.”

Esto último hace referencia al incidente que en 2013 tuvieron como protagonistas a Simone Moro, Ueli Steck y Jonathan Griffith, cuando se enfrentaron a un grupo de sherpas que estaban realizando la fijación de cuerdas para el Everest. Los escaladores iban por el Lhotse.

“Las montañas, el patio de recreo de escaladores y soñadores, no deben estar sujetas a reglas. Excepto las reglas fundamentales del respeto a la naturaleza y también a sus habitantes, por supuesto. Dicho esto, los occidentales deberíamos ser los últimos en sentirnos con derecho a dar consejos, dado lo que hemos hecho por una gran parte de nuestras montañas, vendido a la explotación de la industria del esquí. Es impensable abrir pistas de esquí en el Everest. Por lo tanto, la explotación turística solo puede avanzar gracias a las caminatas y las expediciones comerciales, pero el área del parque, por grande que sea, se verá afectada por la masificación con todo lo que significan en términos de contaminación y también de distorsionar el mismo entorno. No solo el de la montaña, sino también el cultural de los sherpas (desafortunadamente, los chinos ya han pensado en destruir la cultura tibetana). Con el beneficio de la retrospectiva, sabemos que sería más útil apuntar al turismo de élite y no un aumento en la presencia y que por cada sherpa que se enriquezca habrá muchos que se encontrarán viviendo peor. Y también que los sherpas no se harán realmente ricos, sino los gobernantes corruptos y, sobre todo, los verdaderos gerentes del turismo del Everest, que no están en Nepal y ni en el Tíbet.”

Consultado respecto a la responsabilidad gubernamental en todos estos aspectos, Alessandro concluye: “La responsabilidad también es de los gobernantes y operadores turísticos, extranjeros y locales. Pero no debemos olvidar la responsabilidad individual de todos aquellos que piensan que pueden "comprar el Everest". Una ilusión muy triste.”

Por su parte, en este sentido de responsabilidades, y siempre referidas al gobierno, Messner es mucho más punzante: “Ellos solo ven el dinero”.

Para concluir, nos deja una reflexión que habla a las claras de lo que se puede llegar a vislumbrar en el horizonte del Everest: “Me temo que hoy casi no hay más alpinismo en el Everest. Hay una forma de turismo de masas que podríamos llamar "montañismo". Pero no gracias a los clientes de las agencias que, una vez que regresan a casa, muestran el certificado de ascenso. Lo que queda del alpinismo lo hacen los sherpas que equipan las rutas cada temporada. Hasta que esta tendencia declina inevitablemente. Solo esperamos que antes de ese día, no ocurra una tragedia aún más grave que el colapso del serac de 2014, que costó la vida de 16 sherpas. Hay demasiadas personas que, al ver Everest en folletos o en sitios web de agencias comerciales, no entienden que con el dinero tampoco es posible comprar seguridad. Al menos no en las montañas, y mucho menos en el Everest.”

En el mismo sentido apunta Reinhold Messner al calificar de “Turismo, no alpinismo” a lo que viene sucediéndose en la montaña más alta del mundo.

Hemos podido ver dos opiniones de calificados periodistas, como las de Stefan Nestler y Alessandro Filippini, ambos de medios de montaña, que nos han dado un perfil desde ese punto de vista, el cual compartimos mayoritariamente. Pero existen otros medios de comunicación, que temporada tras temporada, sistemáticamente vienen publicando noticias sin tener la menor idea de lo que están difundiendo, basadas en cronistas que suelen nutrirse de fuentes que generalmente se encuentran totalmente fuera de foco.

Lo vemos en todos los países. Es claro que la tragedia vende. ¡Y como! Y esas noticias de tragedias se potencian aún más si la misma cuenta con una pizca de morbosidad. Todos los años, a partir del mes de abril y hasta fines de mayo, los principales medios de noticia de todo el mundo, arrancan con su gran serie de eventos desafortunados, que llevan al lector en la mayoría de los casos, a tomar ideas erróneas acerca de lo que en realidad está sucediendo.

El despliegue periodístico inútil, arranca con un simple disparador, que puede ser una fotografía, muchas veces sacada de contexto e inclusive que no corresponde a la temporada actual. Generalmente encontramos un titular absurdo pero impactante que solo sirve para que el lector, sediento de morbo, haga click sobre el mismo y pueda acceder sin ningún costo, a una noticia que no dice absolutamente nada. Eso sirve para que los lectores que tienen la posibilidad de comentar, lo hagan al pie de la nota, sin la más mínima idea de lo que es escalar una montaña como el Everest, horrorizado, rasgándose las vestiduras e intentando solucionar el problema de un plumazo, brinda posibles remedios para un mal absolutamente equivocado.

Miren ustedes, ahora mismo, mientras estoy escribiendo estos párrafos se me ha ocurrido algo. Entro a internet y en un buscador accedo a la solapa de noticias escribiendo en el criterio de búsqueda el término: “Everest tragedia”. Les voy a transcribir algo de lo que acabo de encontrar. No les voy a indicar el medio de comunicación, solo decirles que son todos importantes, sino no aparecerían en la lista. Les voy a transcribir el titular y el país de origen: “Un cineasta alcanzó la cima del Everest y describió el desolador panorama: Muerte, carnicería y caos”, Argentina; “Tragedia en el Everest: otro montañista llegó a la cima y murió poco después”, Argentina; “El alpinismo masificado en el Everest deja colas kilométricas y muertos”, España; “Contó el horror del Everest tras alcanzar la cima: Tuvimos que pisar cadáveres”, Argentina.

Me detengo en este último, porque no tiene sentido seguir. Corresponde a uno de los diarios de mayor tirada de la República Argentina. ¡No necesitan hacer eso para sumar lectores! Ese titular no se corresponde con la realidad, de ninguna manera. Lo vamos a ver ahora, unos párrafos más adelante con nuestro siguiente interlocutor.

Lo que sucedió en 2019 es que nos ha tocado vivir la gran campaña de los medios internacionales, que viene año tras año intensificándose y que para esta fecha -lógicamente- se destapa con toda una batería de condimentos que deja boquiabiertos a todo el mundo, menos a los que estamos algo empapados de estas cosas, como ustedes, escaladores, o como nosotros.

Es que ya sabemos que esto no es cuestión del "ahora", esto se viene viviendo desde hace ya algunos años, con mayores o menores condimentos. Veamos un poco el panorama general. En 2019 han concurrido al collado sur aproximadamente la misma cantidad de personas que el año anterior.

"La gran diferencia que hemos tenido con el año pasado, ha sido principalmente que en este año hubieron siete días de ventana contra doce de 2018", nos cuenta Damián Benegas, director de Benegas Brothers Expeditions, tratando de graficar un poco alguna de las diferencias que él interpreta como responsables de lo que nos ha tocado presenciar hace pocos días.

En determinado momento, es cierto, nosotros, los informadores, nos asombrábamos con la gran cantidad de víctimas fatales que nos iba entregando, casi con horas de diferencia, la montaña más alta del mundo, como si estuviese tramando algún tipo de venganza contra este desfile inapropiado de impertinentes que buscaban llegar a lo más alto en busca del clásico "porque está allí".

La cuestión del Everest no es algo que pueda resolverse de un día para el otro. Ni de un año para el otro, inclusive aún más que eso. Detrás del Everest, como venimos diciéndolo a lo largo de este libro, hay un estado y un pueblo que en muchos casos subsiste de las regalías que todos los meses de abril y mayo les entrega la gran montaña. Entonces, pretender encontrar una solución viable a este tema, es de por sí complejo. Existen infinidad de factores que hay que tener en cuenta al momento de analizar algún tipo de solución viable.

Para Willie Benegas, el hermano mellizo de Damián, argentinos, dos de las voces más calificadas en esto de subir la montaña más alta del mundo, “la principal fuente del problema es que no existe una autoridad que haga cumplir una regulación que establece lo que puede o no hacerse en estas montañas.”, agregando además que cada expedición le paga una importante suma por temporada a un oficial de enlace, que es el funcionario designado por el Ministerio de Turismo de Nepal para hacer cumplir la reglamentación, pero él nunca está. Solo aparece al cierre de la temporada y no en el lugar donde debiera estar.

De esta forma, cada uno hace lo que le parece, o lo que le conviene hasta donde le alcance el dinero que tiene para llevar adelante una expedición. El propio gobierno otorga el permiso para operar a nuevas empresas locales que van surgiendo, las cuales, las crean sherpas que anteriormente prestaron servicio para las empresas tradicionales que trabajan en Everest desde hace más de veinte años.

Uno de los factores que han tenido gran incidencia según nos cuenta Damián es la gran cantidad de escaladores de origen Indio y Chino. "Son culturas totalmente distintas a la nuestra, la de los occidentales, que no llegamos a aceptar determinadas situaciones que para ellos son absolutamente normales.". ¿A qué nos referimos con eso? Nos referimos a que para ellos los riesgos son mucho más altos que los nuestros, la "vara" de ellos se encuentra más alta y "no llegan a asimilar que esto es peligroso" - señala Willie. Aparte de no importarles nada más que el propio objetivo.

Un caso muy particular que nos permite graficar esto último es lo de una escaladora india, que subía con una empresa local y que en determinado momento estaba siendo "empujada" más allá de sus posibilidades, inclusive maltratada, por su propio sherpa con el único objetivo de hacer cumbre. Al no poderlo, solo le preocupaba conseguir una foto de cumbre. La presión social y cultural que sufren es impactante.

En este sentido, hemos visto en esta temporada el gran número de montañistas de esas nacionalidades que han perdido la vida en el Everest. De los once fallecidos, cuatro son de nacionalidad india.

Pero esto no termina allí, ya que sus propios actos ocasionan problemas a otras personas que no tienen nada que ver, ya que cualquier operador responsable va a acudir en su ayuda descuidando parte de su atención para con sus clientes.

Tenemos entonces que el tema de la aparición de nuevas empresas locales es uno de los factores más importantes que han influido en la masividad, dentro de una coyuntura de ausencia de autoridad que haga cumplir la legislación vigente. 

Es como en todos los órdenes de la vida, cuando el objetivo es importante, empiezan a aparecer otros personajes que ofrecen ofertas más tentadoras, lo que permite a más personas pensar en el objetivo, pero en su mayoría no llega a evaluar las posibles consecuencias. En definitiva, se baja el nivel de los escaladores y de los prestadores de servicio.

La responsabilidad es otro de los factores que influyen indirectamente. En Nepal no existe la responsabilidad civil. ¿Qué significa esto? Que cada uno es responsable por sus propios actos y no es transferible a terceros, o sea a la empresa que presta el servicio. Si lo vemos desde este punto de vista, a empresas que solo le importen facturar, van a llevar a la mayor cantidad de clientes posibles, sin importarle las consecuencias.

A mayor oferta accesible, crece también la demanda y pasa lo que viene sucediendo no ahora sino desde hace ya algunos años.

La normativa vigente impone que se deba subir al Everest con una empresa local interviniente. Los permisos de ascenso el Gobierno los otorga a las empresas locales exclusivamente, con lo cual, los prestadores extranjeros deben solicitarlos a éstas. Uno de los puntos destacados que nos aclara Damián ante nuestra consulta es que no existe la restricción de tener que subir cada escalador con un sherpa, como se ha manifestado en distintos medios de comunicación, pero sí existe la tramitación exclusiva a través de una empresa local. Pero atención, esto no es nuevo, fue siempre así.

Y es un problema grandísimo ya que la empresa local, comercializa esos permisos sin tener idea a quien se los vende. Un permiso, habilita a siete escaladores. Pero la empresa le vende tres a la empresa A por ejemplo, dos a la B y los últimos dos a la C, con lo cual, como no se registran los datos de los escaladores, no se tiene la más mínima idea de en qué permiso se encuentra encuadrado cada escalador. ¿Y en qué caemos nuevamente? En la falta de una autoridad que haga cumplir con la legislación que en este caso debe accionar sobre la empresa que comercializa el permiso.

Ante esta situación, querer imponer restricciones para los escaladores en el sentido de imponer cierta experiencia previa, suena como algo secundario, cuando primero habría que arreglar lo que gobierna todo eso antes de avanzar en ese sentido.

"Existe en el ambiente local una idea equivocada que la empresa extranjera maltrata al sherpa" - nos señala con énfasis Willie Benegas.

Algo que estamos viendo como tendencia también es la gran cantidad de clientes que llevan las expediciones. Y aquí entran todos, grandes, medianas y pequeñas empresas. "Creemos que lo ideal no puede superar los veinte a veinticinco integrantes por expedición. Más es una complicación" – concluye Damián.

No obstante, existió una expedición en la temporada 2019 que tuvo casi un 100% de efectividad en la cumbre, llevando a más de cincuenta montañistas al Everest. No fue otra que CTSS de Mike Hamill. En este sentido y de acuerdo a lo que dice Damián, aquí estaríamos ante un problema. No obstante, Mike, condujo a sus clientes en cuatro grupos. El último de ellos hizo cumbre el 27 de mayo, cuando todo el mundo ya estaba camino a casa.

Un tipo de estrategia similar es la empleada por International Mountain Guides, que en la temporada que ha finalizado condujo a tres equipos de cumbre con un intervalo de dos o tres días entre uno y otro, según hemos podido observar, se iban desplazando a lo largo del trekking hacia el campo base, y luego, ya en el proceso de aclimatación, realizaban también rotaciones individuales.

Estamos viendo aquí que esta es una nueva tendencia que al menos los grandes y tradicionales equipos vienen empleando.

Existen otras empresas que llevan masivamente a escaladores a distintos ocho miles, pero aparentemente sin este tipo de prolijidad. Hemos tenido un clarísimo ejemplo en el Kangchenjunga en la temporada 2019, donde una importante empresa de Nepal, que viene siendo protagonista en los últimos años, ha llevado a un nutridísimo grupo a la tercera montaña más alta del mundo, inclusive ha tenido algunos problemas con varios equipos en el campo base del monte Everest, con algún que otro incidente que ha involucrado el uso de helicóptero y según algunos testimonios que hemos recabado, ha llegado al punto  de poner en riesgo la vida de personas.

Otro de los temas interesantes que nos ha mencionado Damián es el de la coordinación del empuje final. Habitualmente los principales equipos suelen coordinar el día de cumbre para evitar en mayor medida el embotellamiento que solemos ver en las noticias que los medios de gran alcance se encargan de poner en primera plana, y que también digamos es una realidad. Lo que suele hacerse es salir en grupos con intervalos de tiempo entre uno y otro, para evitar precisamente estos inconvenientes.

Claro, con el advenimiento de estas pequeñas empresas, la estrategia se complica, ya que una cosa es coordinar entre cinco o seis grandes equipos, y otra con todos los que están prontos a ingresar al escenario. Es impracticable.

En lo que respecta a la vía de acceso a través del collado sur, existe hacia arriba una única cuerda ascendente, no una adicional descendente, como sería recomendable excepto en algunos puntos críticos, como el escalón Hillary. Esto ocasiona inconvenientes. En la temporada pasada, un escalador estadounidense falleció precisamente a esa altura y en medio del "embotellamiento". Esto provocó demoras hasta que fue retirado del lugar. También provoca demoras el hecho que exista una sola vía en el tramo más delicado de toda la ruta con tanta gente queriendo subir y bajar al mismo tiempo.

Pero bueno, todos estos son factores que hace al Everest lo que hoy es, un pequeño mundo descontrolado durante dos meses del año y un medio ambiente que lo sufre por los diez meses restantes.

Me sorprendió tiempo atrás cuando un periódico -en realidad fueron varios del estilo que antes enunciamos- señalaba que se habían bajado de los campos de altura unas ocho toneladas de basura y cuatro cadáveres. La sorpresa sobrevino porque con ochocientas personas más en la última temporada imagino que han de tener ahora otras nuevas ocho toneladas de basura quizás y unos once cadáveres nuevos, lamentablemente.

En algún periódico hemos visto que hablaban de "caminar entre cadáveres". Se caminó entre cadáveres porque varias personas fallecieron en uno de los días de cumbre, pero no como si fuera algo habitual. Y en este sentido, Damián y Willie Benegas, que son unos de los que más conocen esa parte de la montaña más alta del mundo (veinte cumbres al Everest entre ambos, trece para Willie, siete para Damián), nos aclaran de qué se trata precisamente esto: "Desde hace veinte años que sabemos dónde están todos y cada uno de los cuerpos allá arriba, no es ninguna novedad. Tampoco son todos los que se dice que están. Inclusive no es que no se los pueda bajar, de hecho, se los baja habitualmente. Son pocos en realidad los que quedan a la vista, en la montaña".

Uno de los casos que nos señala es el de Scott Fischer que la familia ha pedido exclusivamente que permanezca en la montaña. De hecho, solo hay dos cadáveres de la época de los noventa semi visibles. Uno es Fischer, y el otro un sherpa. Al resto en su gran mayoría se los ha bajado o han desaparecido posiblemente cayendo por la pared este u oeste, entre ellos Rob Hall. Los que quedan entonces, en su gran mayoría no están a la vista y de ninguna manera se camina entre cadáveres.

Es más. Esa misma empresa local que mencionamos anteriormente que ha llevado a un enorme grupo al Kangchenjunga en la temporada 2019, y que trabaja a gusto y placer en el campo base del Everest, lo lleva a usted a la cumbre por cincuenta mil dólares, y si tuvo la mala suerte de quedar en la montaña, su familia, si quiere bajarlo, puede pagar ciento cincuenta mil y se lo traen. Negocio redondo.

Pero retomando el tema de la basura, tal vez si se pueda hacer algo más conveniente, en especial con el tema de la materia fecal, que, por encima del Collado Sur, donde todo permanece por siempre congelado, la podremos encontrar en el mismo lugar veinte años después, o más, momificadas como los cadáveres.

En este sentido Damián nos cuenta que en Benegas Brothers Expeditions utilizan unas bolsas especiales biodegradables y que se encargan de disponer convenientemente de las deposiciones y desperdicios, hecho que sería muy bueno se obligara a hacer los clientes de cada una de las empresas. De hecho, todas las empresas extranjeras de primer nivel, lo hacen de la misma manera.

"El problema es gravísimo" -nos señala Willie Benegas- "las empresas dejan todo allí, y todo involucra desperdicios, materia fecal, carpas y material, ya que les resulta más barato comprar unos nuevos que bajarlos. Pero esto no es todo, en otros ochomiles, es mucho peor, ni siquiera se toman el trabajo de bajar absolutamente nada. Todo queda allá arriba".

Willie nos señala también que el Campo 2 del collado sur del Everest se encuentra saturado de materia fecal. Consultado sobre la actitud que toman los principales equipos en especial Benegas Brothers, nos confirma que ellos se encargan de bajar todo lo que producen.

Una cosa que nos destaca Willie y que se asegura de subrayarlo para que lo mencionemos, es la actitud de Asian Trekking de Ang Tsering Sherpa y el equipo de Eco Everest Expedition, que todos los años realizan una tarea descomunal limpiando y bajando todo lo que pueden desde los campos de altura (Son los de las ocho toneladas de basura bajadas y cuatro cadáveres). Si todos se ocuparan de hacer lo mínimo indispensable, o sea ocuparse de todos sus desperdicios, el Everest no estaría sufriendo lo que hoy en día padece respecto al deterioro del medio ambiente, en una forma tan extrema como sucede en estos momentos.

Willie hace hincapié en que se están realizando estudios sobre el agua de la región que precisamente no están dando los resultados que debieran en un hábitat que tendría que estar totalmente ajeno a la contaminación que viene padeciendo gran parte del planeta. Esto se debe a que la materia fecal que cada temporada se recolecta en el campo base del Monte Everest, es acumulada en un lugar determinado en las cercanías de Gorak Shep, sin ningún tipo de tratamiento. La basura por su parte se clasifica por tipo y se baja a Namche. Pero, en definitiva, todo esto también es parte de la falta de control que venimos hablando.

¿Qué hacer entonces con el Everest? Mejor dicho, ¿Se puede hacer algo mejor con el Everest? Primeramente, la gente de montaña que entiende de estas cosas, no debe asombrarse demasiado con los grandes titulares de diarios y periódicos de información general que pretenden poner en escena un estreno que en realidad ya lleva varias funciones en sus espaldas. Más gente de la que hay es prácticamente imposible poder llevarla allí en un lapso de no más de quince días de ventana para subir a la montaña más alta del mundo.

Tal vez sería bueno enfocarse en alguno de los conceptos que nos han señalado Damián y Willie Benegas, en el sentido de coordinar mayores controles en los prestadores, haciendo cumplir la legislación para tal fin, pero esto apuntaría solo a ellos, hay otros factores que inciden en el gran problema y que escapan de este concepto. El tema del gran negocio que ello significa para el propio país.

El turismo de alta montaña deja importantísimas regalías al gobierno de Nepal, pero como imaginarán, no es solo esto, hay todo un universo que gira en torno al Monte Everest. Familias de pobladores locales, llámese sherpas por mencionar a los más conocidos, comerciantes locales, que viven de lo generado en cada temporada durante dos meses al año, o en mucha menor medida en los meses de septiembre a noviembre. Y eso es una enorme causa que justifica todo este despliegue infernal en que se ha convertido esta montaña.

Aparentemente, algo bastante distinto sucede en la otra vertiente, en el norte, en el lado chino. Para ello, hemos consultado a un gran conocedor de aquella ruta, que año tras año lleva clientes por aquella vía.

Lukas Furtenbach, propietario y principal responsable de Furtenbach Adventures, empresa comercial con sede en Innsbruck, Austria, que desde hace más de veinte años presta servicios no solo en el Everest, también así en otros ocho miles y Alpes. Lukas, muy amablemente, me ha brindado un excelente testimonio exclusivo para esta obra, donde nos cuenta acerca de lo que implica el acceso a la montaña más alta del mundo a través de la vía china y las diferencia con sus vecinos: “El problema de la temporada de primavera de 2019 es exclusivo de Nepal. Todos pueden realizar expediciones y todos pueden comprar un permiso de escalada. No importa si tiene alguna experiencia (como escalador, guía u operador), no importa cómo ejecute sus expediciones, no importa qué registro de seguridad haya tenido en el pasado, no importa qué equipo usa y si su personal está calificado. Ninguna regulación, excepto que a los amputados dobles se les prohíbe escalar. También es interesante ver el aumento masivo de helicópteros "rescata" de C2 después del período de la cumbre.

China ha implementado reglas y regulaciones para los operadores de expedición. Y este sistema parece funcionar bastante bien. En los últimos cinco años, vimos que el lado norte de China se convirtió en el lado seguro de la montaña con una mayor tasa de éxito y menos accidentes significativos.”

También este mismo sentido, nos ha aportado datos estadísticos muy precisos, rescatados del Himalayan Database. Durante el período 2014-2019, 1568 personas llegaron al campo base del monte Everest a través de la ruta del Collado sur, de ellas 965 alcanzaron la cumbre y 22 perdieron la vida, lo que da una tasa de 62% de efectividad en la cumbre y 1,6% de tasa de mortalidad. Su contraparte Norte, registró para el mismo período, 732 expedicionarios en campo base, 517 de ellos hicieron cumbre y 3 perdieron la vida; lo que arroja una tasa de efectividad para la cumbre de 70,6% y 0,4% de tasa de mortalidad.

Hablamos también con Lukas de dos aspectos interesantes, respecto a si habría que hacer algo para regular todo esto y quién sería el principal responsable: “China mostró lo que hay que hacer. Y Nepal debería seguirlo. Regular a los operadores, eso solucionará el problema. Lo que está sucediendo es responsabilidad única y exclusiva de los operadores. Si los clientes mueren porque se están quedando sin oxígeno después de pararse en un atasco en la cumbre sur, el guía/operador cometió un error.

No reconocen esta situación y no bajan al cliente cuando deben hacerlo. Si los clientes desarrollan MAM, el guía/operador no los monitoreó y probablemente no se aseguró de que los clientes hayan estado aclimatados adecuadamente y hayan tenido suministros de oxígeno.

Siempre vemos botellas de oxígeno de más de 30 años (esto está más allá de su vida útil y una de estas botellas explotó en el camino hacia K2 el verano pasado), siempre vemos a clientes solos en la cumbre, siempre vemos a operadores que calculan mal la cantidad de cilindros de oxígeno por escalador, porque apuestan a que un cierto porcentaje de clientes se rescatará antes del empuje de la cumbre y, finalmente, mientras veamos operadores que aceptan a cada cliente sin ninguna experiencia de escalada, no veremos cambios en el lado sur del Everest.

Veremos atascos, escaladores inexpertos que usan sus crampones al revés, clientes que se quedan sin oxígeno, clientes que se quedan solos, clientes que mueren. Y todo esto es responsabilidad de unos pocos operadores que no se preocupan en absoluto por la vida de sus clientes, su personal y otros operadores y escaladores en la montaña que se involucran regularmente en misiones de rescate. Hay muchos operadores buenos y altamente profesionales en el lado sur del Everest. Su reputación está sufriendo debido a algunos especuladores malos e imprudentes.”

Claro y contundente. Sin embargo, el futuro no es demasiado promisorio para Lukas, a pesar que mucho de esos operadores responsables, saben que están haciendo mal las cosas: “No veo ningún cambio para la próxima temporada. Las nuevas regulaciones que se discutieron en Nepal no fueron (nuevamente) puestas en vigencia. Excepto la prohibición de los amputados dobles, que en realidad no ayudará a mejorar la situación.

Entonces, tenemos un riesgo muy alto de ver los mismos problemas y la misma situación en el lado sur que tuvimos en 2019. Los mismos operadores, el mismo nivel de experiencia con los clientes, el mismo cálculo del cilindro de oxígeno, la misma "guía" descuidada por parte de algunos guías. Solo podemos esperar un buen clima y un largo período de cumbre para extender la gente en más días de cumbre. Y espero que los operadores que todavía usan cilindros de oxígeno obsoletos los saquen de servicio. O veremos los primeros cilindros explotando en la montaña en cualquier momento.

Estoy convencido de que podemos hacer que escalar el Everest sea más seguro y esa debería ser la tarea para todos nosotros. Operadores, guías y gobiernos. La tecnología para hacer que la escalada guiada comercial sea más segura en el Everest y otras montañas altas, está ahí. Solo necesitamos usarla. Y necesitamos un marco de reglas y regulaciones, cómo ejecutar expediciones comerciales guiadas, incluidos los requisitos mínimos para los escaladores que solicitan un permiso u operadores para ejecutar expediciones.”

Aquí Lukas hace mención a un concepto que venimos mencionando a lo largo de este libro: la tecnología. Y afirma claramente que no se utiliza convenientemente, seguramente por temas de costos, excepto aquellos que por diversos motivos pueden acceder a ella.

Respecto a las regulaciones de que habla, claramente Damián Benegas expresó en este sentido, que la misma existe, pero fundamentalmente no se hace cumplir por parte de las autoridades. Principal responsable entonces: el gobierno permisivo de Nepal.

Y ante todo esto. Seguimos haciéndonos la misma pregunta. ¿Qué hacer con el Everest? Están los que añoran viejas epopeyas, épocas de conquista donde solo encontrábamos a un puñado de ser humanos ayudados por un grupo de sherpas que intentaba la gran montaña. No, eso ya no existe más. Sáquenselo de la cabeza. Los tiempos nos llevan ahora a otro escenario. Eso lo podrán encontrar en alguna montaña perdida por allí, que las hay, algún seis mil innombrado, o siete mil tal vez virgen, pero no en estas grandes montañas que convocan año tras año al desfile de todos aquellos que quieren subirlas para satisfacción propia.

Pero siempre recuerden que detrás está el gran negocio ... negocio de todos, no hay uno que quede excluido. Gobierno, pobladores, prestadores de servicios, e inclusive viejos y grandes escaladores que suelen rasgarse las vestiduras respecto a lo que pasa en el Everest y se horrorizan. Pero ellos también fueron y son responsables de lo que está pasando, porque ellos estuvieron allí, fueron los primeros y luego vendieron historias hechas libros y llenaron sus bolsillos con los beneficios que indirectamente el Everest les dio en agradecimiento por haberlo conquistado.

Y después, independientemente de todo el negocio, el Everest nos entrega otros componentes que van mucho más allá de la propia montaña. Nos deja toneladas de texto, escrituras, opiniones, notas, libros, ¡Como este! También nosotros somos responsables de lo que pasa en Everest porque con este simple libro, estamos difundiendo una actividad en una montaña emblemática.

Y también está la gente, que la consume, porque en lugar de impresionarse por una nueva ruta directa al Chamlang de 7300 metros, contemporánea con la temporada de Everest y realizada por los checos Márek Hole?ek y Zden?k Hák, que ha pasado absolutamente desapercibida, se regocija devorando todo lo que venga de Everest y sus tragedias, pero al mismo tiempo añora aquellas epopeyas que se realizaban en silencio, sin otra presencia más que la de sus protagonistas, como la de Hole?ek y Hák.

Están también los otros montañistas, los que quizás no pueden o no quieren hacer Everest, pero se encargan de desmerecer los logros de otros. Cuestionan los métodos, si suben con oxígeno, si suben sin él, si suben con sherpas o si lo hacen sin ellos. Aquí me detengo. Todo el mundo sube con sherpas. Por el simple hecho de que las cuerdas fijas de ambos lados las colocan ellos y todos las usan en mayor o menor medida.

Entonces. ¿Dónde estamos parados? ¿Qué es lo que nos interesa realmente? Consumimos desesperadamente las noticias de Everest. Quienes informamos las damos a conocer con la mayor premura posible. Los operadores, que están dentro del negocio intentan llevar la mayor cantidad de clientes posibles. Inclusive algunos están acondicionando el campo base de una manera muy próxima a un hotel cinco estrellas.

Y los clientes. A ellos no les importa nada, si están capacitados o no, solo quieren llegar arriba, como sea y traerse el certificado. Van una vez, si no lo logran van a intentarlo nuevamente. El gobierno solo piensa en generar más y más permisos. Si aumentaran su costo no importaría, la gente lo va a pagar de todas formas. Los pueblos locales dependen del Everest. A los chinos e indios poco les importa morir si pueden llegar a su cumbre.

Lo que por mi parte pienso, con toda humildad, desde la comodidad de mi escritorio, sin creer que puedo estar en lo cierto, es que se haga o dicte algo en este sentido, siempre estará por encima de ello la maquinaria del Everest, que debe seguir funcionando cueste lo que cueste, porque el Everest tiene algo muy particular que ningún otro tiene: es el punto más cercano al cielo, y el ser humano siempre quiere estar lo más alto posible y en un caso para decir que estuvo allí, y en otro, en los más inconscientes, para llegar más rápido a él.

Tal vez sea más interesante, como dijo Stefan Nestler en su testimonio, para aquellos que disfruten del montañismo que llaman "puro", sin intermediarios, hechos a pulmón, el mirar hacia otro lado.

En este sentido, Simone Moro, nos cuenta algo parecido: “El deseo de explorar nunca termina, y hoy el montañismo se está moviendo hacia los límites de picos y muros inmóviles en las montañas más pequeñas (6000/7000) pero con un coeficiente de dificultad cada vez mayor.

Muchos nuevos escaladores también son escaladores fuertes. Cuando en 1994 subí 8b y 8000 en el mismo año creo que fui un "pionero" de lo que ahora es más normal en el montañismo de élite. Yo soy el que ama la libertad y no quiere limitar el de los demás.

Que aumente el número de personas y montañistas que asisten a la Montaña es normal, aumentando estadísticamente el número de accidentes. La montaña no es como el mar. No hay playa donde acostarse o hacer castillos de arena. En la montaña las reglas y la dinámica en asistir a ella deben ser conocidas y aprendidas. Subir una montaña no es como darse un baño en el mar y esto muchas personas no entienden.

Hay, sin embargo, un problema de hacinamiento y preparación pobre hoy en muchas expediciones en campos base. Para el ocho mil, sería suficiente imponer subidas mínimas para obtener permisos, primero una escalada de seis mil y siete mil y en diferentes temporadas. Eso intentaron hacerlo, pero las expediciones comerciales establecieron una subida de siete mil previa para el escalador, e inmediatamente después viene el ocho mil. Por otro lado, es necesario que exista un intervalo de uno o dos años entre las subidas a las montañas más pequeñas y las más altas. En resumen, es necesario imponer la sabiduría y hacer entender a la gente que no deben tomar el ir a un ocho mil como un tour de domingo.”.

Cuantas coincidencias que vamos obteniendo entre los distintos protagonistas. ¿Verdad? Tenemos muchos testimonios que van hacia un mismo camino, que en definitiva nos muestra que la montaña está allí, para que cada uno pueda hacer sobre ella lo que más le plazca, pero respetando lo que otros quieren hacer también, como en todos los órdenes de la vida. La diferencia radica en que las cosas por allá arriba son más difíciles de controlar, porque precisamente quienes controlan, están abajo o más fácil aún, no tienen ánimo de hacerlo.

A favor de esto también está otro escalador de primer nivel, que forma parte de un grupo exclusivo y su palabra tiene mucha importancia y siempre genera adeptos y controversias, en especial cuando queremos hablar de los límites del invierno en esto de escalar ocho miles. Nos referimos al “Señor de las invernales”, tal como titulamos el artículo que muy gentilmente nos concedió hace un tiempo para Alpinismonline Magazine, y donde también tocamos este tema tan candente. Nos referimos al escalador ruso-kasajo-polaco Denis Urubko. Vean lo que dijo al respecto:

“Para mí es difícil entender por qué los negocios en las montañas son tan ruidosos y generan tantas discusiones entre el público. No me interesa el alpinismo comercial. Pero no es un problema para mí que la gente tenga la libertad de gastar su dinero en ello. Para mí no es un problema que las personas (guías, porteadores, cocineros) se ganen la vida en las montañas. El servicio debe existir. Es algo así como el "Show debe continuar".  Los alpinistas pueden hacer su elección personal. Los problemas comienzan cuando el gobierno (Nepal, Pakistán, EE. UU. y China) establecen reglas para las expediciones comerciales. Hace veinte años por ejemplo, cada uno era libre de ir al Khumbu o al Collado sur por su cuenta, ahora es obligación pagar a un sherpa. ¡Incluso los precios de los permisos! Para un alpinista normal es imposible pagar esa cantidad que pide el Gobierno de Nepal.”

Y sobre el final casi sin quererlo, hace una distinción muy sutil: “Para un alpinista normal es imposible pagar esa cantidad” en referencia al permiso de acceso. Lo que muestra a las claras la diferenciación del alpinista tradicional y aquellos montañistas que llegan al Everest por otros motivos menos relacionados al espíritu de montaña.

Todo esto tampoco es exclusividad del Everest. Con el tiempo, otros ocho miles vecinos van sufriendo debido al mismo problema. Así lo entiende Mingma Gyalje, quién ya nos brindó en un capítulo anterior, su brillante testimonio: “Si hablamos de ochomiles y de superpoblación, entonces también la sufrirán el Manaslu en Nepal y G2 y Nanga Parbat en Pakistán. El Manaslu ya está muy abarrotado y lo estará más en un futuro cercano. Si el gobierno de Pakistán brinda la capacitación adecuada a sus escaladores y facilita el trámite de permisos y visas, créame, G2 y Nanga Parbat se llenarán de gente. La gente tiene miedo debido al terrorismo en Pakistán y se resiste a ir. La gente en Pakistan es tan amigable como nosotros. Ellos tienen sus leyes de protección, y si vas, no vas a percibir las cosas malas que lees en Internet.  Regresarás a casa con muchos hermosos recuerdos. Económicamente también, Pakistán es mucho más barato. Y si la gente comienza a sentir que Pakistán es seguro para viajar, entonces sí, el Nanga Parbat se va a llenar. Yo subí el Nanga Parbat y fue una de las escaladas más hermosas de mi vida.”

Y ahora, vuelve a mi memoria la primera frase con que abrimos esta obra. Lo que nunca imaginó George Everest, fue que su nombre iba a llegar tan pero tan alto en la historia, ya no solo del montañismo, sino de la propia humanidad.

Todos los años, para los meses de Abril y Mayo, el Everest se viste de protagonista, ya no solo para el mundo del alpinismo. Desde algún tiempo atrás, también para el de la tragedia. Y entonces, todo cargado de nieve y hielo, como resultante de un invierno extremo, si es que se puede llegar a trasmitir correctamente lo que significa la palabra extremo a esas alturas, el Everest contempla todo.

Y durante esos dos meses, los medios de todo el mundo se encienden, fijan la vista en aquél convidado de piedra que pasa a enriquecer los titulares de los principales diarios, después de la segunda semana de mayo, y una avalancha de notas poco calificadas y absurdos opinadores de lo desconocido, arman y desarman una montaña, quizás con recomendaciones que van mucho más allá de su propio entendimiento.

Ya a mediados de marzo empiezan a llegar todos al circo y el Everest ya sabe, que, como todos los años, deberá hacer su obligada selección. A los más afortunados no aptos, se los hará saber enseguida y podrán en consecuencia regresar a casa y quizás prepararse para otra oportunidad si es que llegan a reunir el dinero necesario para otro intento. A otros les dará un poco más de tiempo, a ver si se acomodan y pueden llegar al menos a intentarlo. Pero todos aquellos que logran pasar los ocho mil, estarán sujetos a la voluntad del gran convidado de piedra. Si reúnen todos los requisitos, él les permitirá regresar a casa y lucir sonrientes el tan valioso certificado. A partir de allí, será para siempre una de las personas que tuvieron el privilegio de pisar el punto más alto sobre la tierra y haber vuelto para contarlo.

Una de las más grandes satisfacciones que me produce esta obra es el haber podido llevarles a todos nombres casi desconocidos que muchos seguramente ignoraban. Me vienen ahora a la memoria, más allá de los recordadísimos pioneros Mallory e Irvine, otros grandes pioneros que no lo lograron pero que forjaron el camino para los que vinieron después, durante la conquista (ahora si vamos a llamarla de esta manera). Pienso entonces en Smythe, Tilman, Odell, Lloyd, Warren, Shipton, Finch, entre otros tantos, muchos casi desconocidos pero que abrieron huella en el Everest para que Sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay hicieran lo que hicieron por encima de los ocho mil ochocientos.

Y después, me vienen otros nombres, como Gompo, Whittaker, Gombu, Horbein, Unsoeld, Junko Tabei, Messner, Habeler, Alison, Wanda e inclusive Rob Hall y Scott Fischer que también fueron pioneros en esto de las expediciones comerciales.

Me vienen a la memoria una y otra vez, la descomunal obra de George Everest, Andrew Waugh y Radhanath Sikdar, que tuvieron la casi imposible misión para la época, de medir y concluir que el Pico XV, al cual no tenían la posibilidad ni siquiera de acercarse, era la montaña más alta del mundo, allá por mediados del siglo XIX.

Todos estos conceptos, me vienen a la memoria y hacen a la historia pura del Everest. Nosotros que añoramos esas historias puras, las del alpinismo tradicional, la de los que suben por sus propios medios, con lo que llevan puesto, como esa historia increíble del gran escalador argentino Mariano Galván, que subió el Everest de esa manera, solo con lo que tenía puesto, sin la ayuda de nadie, al igual que Ueli, pero sin siquiera un compañero a quién poder abrazar en la cumbre. Fueron varios, aunque no muchos, los que lo hicieron como el, sin el aire inglés, aunque a mí particularmente no me decepciona su uso, pero si destaco de manera muy superlativa, su no uso.

Pero les tengo una mala noticia. A ustedes, a los que se deleitan con todo eso. Ese Everest, ya no existe. Se terminó. Podrán ver quizás por allí a algún impertinente de la montaña intentar cosas en el Everest, como repetir vías de esas que nos pone los pelos de punta; o quizás la tarea inconclusa de Ueli, cuando en aquella primavera del Nuptse de 2017 nos clavó un puñal tan pero tan profundo que nos mandó al olvido el proyecto que lo había llevado al escenario. Seguramente si, veremos esas cosas, pero ya no será lo mismo, porque sea quien sea, deberá lidiar con el nuevo escenario del Everest, que es el que pinta para estos tiempos.

A no ser que, siempre surge una excepción a la regla, se animen a cosas más interesantes como la del silencioso Alex Txikón, que desde hace tiempo parece haber entendido las nuevas reglas, al igual que Denis y Simone, y cambien el calendario a su favor. Allí entrarán a jugar otros condimentos y al menos por el momento, y hasta que esta excepción se convierta en regla, aquél escenario invernal estará libre de culpa y cargo, sin la caravana de lo absurdo haciendo cola para buscar el certificado, hasta que la propia superación del ser humano se apropie también de la temporada invernal.

En este nuevo escenario del Everest, de tantas otras montañas comerciales de todo el mundo, como el K2, que va camino a ser un pequeño Everest, o sin ir tan lejos en el mismo Cerro Aconcagua, en Argentina, aunque sin la masividad extrema de la montaña más alta del planeta, mucho ha tenido que ver el avance tecnológico que se fue sucediendo desde la última década del siglo pasado.

Si nos enfocamos en la vestimenta de los montañistas contemporáneos, encontramos elementos de escalada, alimentos, material de tiendas, accesorios para el escalador; recordemos un párrafo muy concreto del relato de Ueli Steck, cuando dice: “Cambié las baterías de mis botas. Un sistema brillante. Tuve en todo momento calientes mis pies y manos.”, de un nivel de desarrollo inimaginable hasta hace no más de treinta años. 

Ante esto solo me viene a la memoria una escena imaginaria, hace ya de esto casi cien años, cuando dos pioneros se acercaban al último escalón y su imagen desde el campo base desaparecía bajo las nubes. Ni se les hubiese cruzado por la cabeza a Mallory e Irvine semejante componente en sus calzados. Inclusive, sin ir tan lejos en el tiempo. Existieron otros escaladores, contemporáneos a Ueli, como el mismo Mariano Galván que no pudo gozar de esos beneficios, aunque si de otros mucho más tecnológicamente avanzados que los utilizados por los dos grandes pioneros del siglo pasado.

Entonces encontramos, que este conjunto de accesorios tecnológicos, han posibilitado en buena medida, el advenimiento de toda esta masa de alpinistas que ven cada día más cercano el objetivo del tan preciado certificado. Sin todo esto, el filtro hubiese sin lugar a dudas, derrumbado a más del setenta por ciento de los aspirantes de hoy en día a la cumbre.

Lukas Furtenbach nos marcó la diferencia en las políticas aplicadas a ambos lados de la montaña más altas del mundo y nos destacó muy especialmente que los problemas en el lado sur, el más concurrido se originan debido a una mala administración de las leyes establecidas. Lukas recalca la falta de leyes, pero Damián Benegas, que es un gran conocedor de lo que pasa del lado sur de la montaña, destaca falta autoridad para hacer cumplir la legislación que ya existe para regular todas estas cuestiones. Pudimos ver las estadísticas y comprobamos que los valores son mucho más auspiciosos en el norte, donde existe una autoridad muy exigente que obliga a cumplirlos.

El ánimo de no hacer cumplir la legislación a rajatablas por parte de la autoridad nepalí, va de la mano del gran negocio que implica para un estado, el contar dentro de su geografía, con las montañas más altas del mundo. Es un negocio que estalla durante los meses de abril y mayo y en mucho menor medida después de agosto. Es un negocio que no admite ningún tipo de escollo que pueda llegar a limitarlo. De esta forma, el estado, deliberadamente se hace el distraído y permite sin ningún tipo de reparos, que el circo siga adelante.

¿Quién puso en definitiva en movimiento toda esta rueda? Claramente, las expediciones comerciales. Sin ellas, cada uno debería ir con lo puesto, a lo sumo con la presencia de algún guía contratado para tal fin, y otra sería la puesta en escena. Pero ellas surgieron y establecieron en definitiva una nueva modalidad. Pero entonces ¿Porqué surgieron? Rebobinemos un poco, vayamos a un párrafo del capítulo cinco, “Convivir con el Everest”.  Allí decimos lo siguiente en referencia a Rob Hall y Gary Ball:Después de su éxito, se dieron cuenta de que, para mantener sus patrocinios, cada ascenso posterior tenía que ser más arriesgado y espectacular, aumentando así las posibilidades de un accidente. Por tanto, Hall y Ball decidieron renunciar a la escalada profesional y formar una empresa de guías de gran altitud.”.

Hall, Ball y otros tantos entendieron que podían cambiar montaña por negocio. Que ya no necesitarían de patrocinadores, sino que la misma ambición humana les daría el respaldo necesario para poder seguir con todo esto, pero renunciando a su propio espíritu de montañero, a cambio de dinero. ¿Y porqué pudieron hacerlo? Porque los avances tecnológicos los proveyeron de elementos que facilitarían las cosas. Hoy lo vemos mucho más potenciado en los domos climatizados de Mike Hamill o en las cámaras hiperbáricas de Adrián Ballinger y Simone Moro, tan solo veinte años después de la epopeya de Hall, Ball, Fischer y Cia.

En mi humilde opinión, más allá de las cuestiones legislativas, de reglamentación, que lógicamente tienen su incidencia en este tema que venimos tratando, son los avances tecnológicos, la propia superación humana, los responsables de esta novedad, con todos sus vicios, pero que no hace otra cosa que establecer un nuevo escenario para los ascensos a la montaña más alta del mundo y otras tantas. Por lo tanto, guste o no, nos tenemos que adaptar a él, o sino, intentar llegar fuera de tiempo, en otra época donde la multitud no nos alcance.

Independientemente que existan otros factores que potencian aquellos vicios, como ser guías o sherpas sin experiencia, falta de previsión de su parte, montañistas poco experimentados y todos los condimentos adicionales que estuvimos repasando.

Todo esto lógicamente genera daños colaterales que terminan afectando al medio ambiente, a la vida de los propios pobladores y escaladores, los cuales deberán en algunos casos, pagar con su propia vida todo este conglomerado de desorganización.

Hay una causa principal, que es la que hemos expuesto, pero no existe, al menos del lado sur de la montaña, la menor intención de minimizar los daños. Hasta que ello no suceda vamos a tener que convivir en mayor o menor medida con estos daños colaterales, que hoy por hoy, son inevitables bajo este panorama.

¿Y qué dice el Everest a todo esto? ¿Qué papel juega? Implacable. Así es la montaña. No entiende de estas cosas. Sus cuestiones están mucho más arriba. Solo deja que el circo se instale y luego, va haciendo su selección personal. A ella no le afectan todos estos temas, se encuentra al margen, a pesar de ser la gran protagonista. Observa, decide y todo sigue su curso. El Everest en todo esto, es un simple convidado de piedra.

Comentarios



No hay comentarios para esta publicación.

Publicar un comentario

Copia el codigo de seguridad