Relato

1/3/2020

Everest, el convidado de piedra

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Relato

Convivir con el Everest

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"No hagan mucho caso cuando lean por ahí que pensamos atacar la cima, ya que aquella no nos ha hecho nada, ni tampoco es nuestra intención conquistarla; a lo sumo podremos convivir en paz durante unos cortos minutos, y después continuar nuestro camino agradecidos".

Iñaki Ochoa de Olza

 

 

 

Ni más ni menos. Las montañas no se conquistan, solo se les pide permiso para poder llegar a su cima y disfrutar de ese momento sublime por unos minutos. Y luego, ser muy cuidadosos para que nos permita volver con nuestra gente. Me he tomado el atrevimiento de destacar esta frase de Iñaki, como gran admirador que soy de él, porque expresa claramente lo que implica el mal llamado hecho de conquistarla. Así que vamos a cambiar el título de este capítulo, para graficar correctamente todo ese período mal denominado conquista. Y sino, fíjense lo que dijo también al respecto otro gran alpinista hace ya mucho tiempo …

"No me sentí expansivo o sublime. Solo me sentí, como dije más tarde, como un ser humano frágil. La gente, en su mayoría no escaladores, habla de conquistar montañas. En mi mente, nada podría estar más lejos de la verdad. La montaña es demasiado grande y poderosa, y el escalador extremadamente débil, exhausto e impotente. La montaña vive para siempre. Gombu y yo, mientras tanto, moríamos cada segundo que nos demorábamos".

La cumbre del Everest cambió la vida de Jim Whittaker. Una invitación a la Casa Blanca llevó a una amistad con la familia Kennedy y, en particular, con Bobby Kennedy, el hermano menor del Presidente y Fiscal General. Después del asesinato de Jhon Fitzgerald Kennedy, Whittaker guió a Bobby Kennedy a la cima de la montaña Yukon nombrada en la memoria del presidente asesinado en Dallas.

Whittaker estaba en la casa de Kennedy en 1968 cuando Bobby decidió postularse para la presidencia. "Aunque todos sabían que sería una batalla cuesta arriba, había una euforia embriagadora, una creciente sensación de esperanza. También había algo de ansiedad. En un momento lo llevé a un lado. ¿Entiendes, le dije, que lo que estás haciendo es mucho más peligroso que escalar montañas?  Sí, respondió en voz baja, Lo sé." Cuatro meses después, Whittaker era uno de los portadores del ataúd de Bobby.

Jim Whittaker nació en Seattle en febrero de 1929. Le da crédito a su madre por haberle hecho enamorar de la naturaleza a una edad temprana. Junto con su hermano gemelo Lou, aprendió a escalar y acampar con el Mountaineers Club. A los 21 años, los hermanos Whittaker guiaban en el Rainier y Lou más tarde fundó Rainer Mountaineering Inc., un servicio de guía profesional.

En 1963, el montañista suizo Norman Dyhrenfurth invitó a los hermanos Whittaker a unirse a él en una expedición al Everest. Lou no pudo hacer el viaje, pero Jim aprovechó la oportunidad.

Ha habido muchos "primeros" en la vida de Jim Whittaker. Pero su “primero” más importante, sin dudas ha sido en haberse convertido en el primer norteamericano en alcanzar el Monte Everest el 1 de mayo de 1963, junto a Nawang Gombu, un sherpa que también cosechó un “primero” muy importante: el haber sido el primer escalador en repetir cumbre en el Monte Everest. Volvió a pisar el techo del mundo dos años después, conservando ese record durante veinte años.

Gombu nació en Khumbu, Nepal, al igual que muchos de sus parientes, incluido su tío Tenzing Norgay. En 1964, se convirtió en el primer ciudadano nepalí e indio y el tercer hombre en el mundo en alcanzar la cumbre del Nanda Devi.

Por su parte, una historia maravillosa, fue protagonizada por un joven escalador, cuyo nombre de pila es “Tom”, nacido en San Louis, Missouri, que desarrolló un interés en la geología cuando era un adolescente. Su estudio de esta ciencia, lo condujo a una fascinación por las montañas. Finalmente, también se interesó en la medicina. Se recibió de médico anestesiólogo en 1956 y a partir de allí, intercaló su vida profesional con su gran pasión, el montañismo. Fue profesor y presidente del Departamento de Anestesiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en Seattle, de 1978 a 1993. Pero dentro de lo que nos ocupa, fue uno de los primeros escaladores del área de Boulder en Colorado.

En aquél 1963, Tom fue miembro de una expedición patrocinada que tenía el gran objetivo de poner a los primeros estadounidenses a la cumbre del pico más alto del mundo. La estrategia era clara: escalar la ruta del collado sur establecida por primera vez por Edmund Hillary y Tenzing Norgay en 1953. Si bien la cumbre estaba lejos de ser una garantía, la ruta ya probada anteriormente era su mejor oportunidad.

Antes de su expedición, solo seis personas habían alcanzado la cima del Everest, mientras que dieciséis habían perdido la vida en la montaña. Aun así, Tom y algunos otros defendieron un objetivo adicional: una nueva y audaz ruta por el West Ridge.

La decisión no se tomó a la ligera. Pero después de un viaje de reconocimiento, días de deliberación e innumerables horas de estrategia, un subconjunto de la expedición denominado "West Ridgers" recibió la bendición para realizar el intento. Tom y su compañero de escalada, Willi Unsoeld, buscarían a la cumbre a través del West Ridge con un pequeño equipo de miembros de la expedición y sherpas ayudando hasta el último empujón.

Tres semanas después de la cumbre de Whittaker y Gombu, Tom y Willi, llegaron a la cumbre a través del West Ridge, convirtiéndose en los pioneros en la nueva y atrevida ruta. Pero la subida tuvo un alto precio. Al iniciar la expedición, Jake Breitenbach falleció cuando se derrumbó una pared de hielo. Una tormenta de viento feroz casi aniquiló a los “West Ridgers”, y un campamento de emergencia a 8500 metros le costó a Willi nueve de sus dedos.

La cumbre de Tom y Willi sigue siendo uno de los mayores logros del montañismo. Nuestro escalador misterioso, el compañero de Willi Unsoeld, no fue otro que Tom Horbein. Hoy, una de las vías más complejas del Monte Everest lleva su nombre: el corredor Horbein, más conocido como Horbein couloir.

En 1965, Tom lanzó una cuenta personal del viaje llamado Everest: The West Ridge. La edición más reciente, publicada por Mountaineers Books en 2013, conmemora el 50 aniversario de la escalada e incluye un prólogo de Jon Krakauer. En el momento de su publicación, solo catorce personas habían tenido éxito en el West Ridge.

También en aquél 1965, una época en que el Everest estaba despoblado, no estaba contaminado, y solo un puñado de expediciones habían logrado poner a los hombres en su cima, cuando los intentos de escalar la cumbre eran una empresa que se encontraba en los límites del esfuerzo humano, los primeros escaladores indios se pararon en la cima del Everest: nueve de ellos, un récord para cualquier expedición hasta entonces.

El 22 de febrero, los miembros de la expedición salieron de Delhi en tren para reunirse con su gigantesco equipo de porteadores sherpas en Jaynagar, una aldea en Bihar en la frontera entre India y Nepal. Para Mohan Singh Kohli, un capitán de la marina y líder de la expedición de 1965, iba a ser su tercer intento. Esta vez le había prometido a su esposa que "debería haber al menos ocho en la cima". Kohli, ahora de 83 años, escribió un libro sobre la expedición titulado “Nueve en lo alto del Everest”. Describe a Jaynagar como un terreno de carnaval, casi novecientos expedicionarios y cargadores, y tal vez el doble de curiosos observadores se reunieron alrededor de un campo. Aquí comenzó el trabajo de asignar cargas y distribuir kits.

El jefe de sherpa era Ang Tshering, quien había sido parte de la expedición estadounidense de 1963. El jefe asistente o sirdar asistente del equipo sherpa, Phu Dorji, partió con la mayoría de los cargadores en la larga caminata a la base del Everest el 25 de febrero, seguido un día después por el resto de la expedición.

El viaje los había llevado a través de la región del Terai hasta Namche Bazaar y el 22 de marzo, el equipo llegó al gran anfiteatro glacial del Everest y instalándose en el Campamento Base del collado sur.

La expedición, además de la presencia de Mohan Singh Kohli y su vice Coronel Narendra "Bull" Kumar, incluyó a veintiún miembros principales y alrededor de cincuenta sherpas de escalada. Fue patrocinada por la fundación Indian Mountaineering. Hacia finales de mayo, el Monte Everest fue escalado en cuatro intentos sucesivos, y nueve escaladores llegaron a la cumbre, estableciendo un récord mundial que India mantuvo durante 17 años.

Seis personas alcanzaron la cumbre del Everest en los años cincuenta, y dieciocho en los sesenta. Por aquél entonces, el Everest nos mostraba un panorama totalmente diferente a lo que podemos observar en el presente. Tengamos en cuenta que la primera gran expedición que culminó con la cumbre de Norgay y Hillary, constituyó un enorme despliegue, tanto de personas como equipos. Estamos hablando de comienzo de los años cincuenta, precisamente tres años después de la primera incursión occidental hasta las laderas del Everest desde la vertiente sur. Hasta ese entonces, no se había podido alcanzar, ni siquiera aproximarse al mismo.

Podemos decir que en los sesenta se marcó un quiebre. Los montañistas empezaron a mirar al Everest de otra manera, ya no como algo imposible solo reservado para pocos. Comenzó una etapa donde más escaladores se aventuraron a este tipo de experiencias extremas. Para comienzos de la década del sesenta, solo el Shisha Pangma –entre los ochomiles- aún no había sido escalado. Entonces, el Everest, aparte de ir recibiendo a más escaladores, tal como hemos podido observar con el comienzo de la década, empezó a ofrecer la posibilidad de explorar nuevas rutas.

Esto se dio por la vertiente norte, con la cumbre del equipo chino en 1960, y la formidable apertura de Horbein y Unsoeld, desde el West Ridge en 1963, que tenemos como los dos hechos más destacados sobre el Everest en aquella década post Hillary-Norgay.

Dijimos que seis escaladores lo subieron en los cincuenta y dieciocho en los sesenta. Los años setenta por su parte dejarían en la historia a setenta y ocho escaladores más, con lo cual, otros factores empezaron a jugar dentro de todo este escenario de convivencia para la montaña más alta del mundo, y por supuesto también para el resto de los ochomiles.

El último ochomil en ser escalado fue el Shisha Pangma, el menor de todos en cuanto altura. Esto sucedió el 2 de mayo de 1964, a través de la ruta del Camino del Norte por una expedición china dirigida por X? Jing, a partir de allí, comenzaban otros tipos de desafíos por completar.

Se pasó en el Everest, de un período de más de treinta años de intentos infructuosos, más allá de la posible cumbre de Mallory-Irvine,  a una sucesión de cumbres que fueron dándose como consecuencia de varios factores, entre los más destacados podemos mencionar el conocimiento del terreno y las rutas, basados en la experiencia de las expediciones precedentes, los avances tecnológicos, respecto al equipamiento, aunque en esta época todavía ese factor no tenía mucha incidencia, una mejor preparación de los escaladores, que gracias al aporte de sponsors pudieron dedicar más tiempo en la preparación.

Este último factor va a tener mayor injerencia en la década posterior y mucho más aún a partir de los años noventa. El surgimiento de nuevas empresas de indumentarias y todo tipo de equipamiento van a encargarse con el correr de los años, de apoyar distintos proyectos, convirtiendo esta metodología en el principal factor para solventar posteriores logros, hasta llegar por ejemplo a la época actual, donde los costos tan elevados de este tipo de proyectos hacen prácticamente imposible que cada escalador pueda solventarlo por sus propios medios.

Empezaron también en algunos países a tener mayor injerencia las instituciones de montaña, que, por supuesto existieron casi desde los comienzos de la actividad, en especial en los países más desarrollados. Algunas fomentaron desde temprana hora, este tipo de expediciones. 

Un ejemplo muy particular se dio por aquél entonces en Japón, como lo podemos ver en el siguiente testimonio: “En 1962, me uní a un pequeño club de montañismo fuera de la escuela. Casi todos los fines de semana iba a un área montañosa, y durante la semana después del trabajo, entrenaba. Empecé a soñar con ir al Himalaya con un equipo de mujeres únicas. Por esa razón, formamos el Ladies Climbing Club. En la década de 1970, cualquier club en Japón que deseara ir al Himalaya tenía que ser un miembro registrado de la Japan Mountaineering Association (JMA), y recibir una recomendación del JMA. No fuimos aceptados la primera vez. Más tarde, sin embargo, fuimos reconocidos, lo que hizo posible la expedición al Annapurna en 1970. Cuando comenzamos a hablar sobre una expedición al Everest, la mayoría de los hombres de la comunidad alpina estaban en contra de nuestro plan, diciendo que sería imposible ir al Everest en una expedición solo para mujeres”.

El 20 de octubre de 2016, el alpinismo perdió a una de sus figuras más importantes: Junko Tabei, de 77 años, la primera mujer en alcanzar la cima del Everest y escalar las Siete Cumbres.

A principios de ese mismo año, varios meses antes de su muerte, el periodista Brad Frenette, de Outside Magazine, contactó a Tabei, con la esperanza de hablar sobre su expedición al Everest de 1975. Eso inició una correspondencia por correo electrónico de un mes a través de su traductor. A lo largo de esa conversación, ella todavía se estaba moviendo, todavía ascendiendo. Brad no supo hasta más tarde, que Junko estaba luchando simultáneamente contra un cáncer de peritoneo. Esa fue su última entrevista.

“Fue muy difícil llevar adelante la expedición al Everest de 1975. Hubo una grave crisis económica, llamada shock petrolero, en 1972 y 1973. La economía se había enfriado, y dondequiera que visitamos nuestro plan de expedición, nos dijeron que no había dinero disponible, y que sería imposible ir al Everest con un grupo solo para mujeres. Afortunadamente, un importante periódico, Yomiuru, y una estación de televisión, NTV, aceptaron ser nuestros patrocinadores. Aun así, cada miembro debió pagar 1.5 millones de yenes, aproximadamente 5000 dólares. “ 

El 16 de mayo de 1975, doce días después de sufrir una terrible avalancha, con su guía sherpa Ang Tsering, Junko Tabei se convirtió en la primera mujer en llegar a la cumbre del Everest.

“Un poco después de la medianoche del 4 de mayo, cinco de nosotros estábamos durmiendo en una tienda de campaña en el Campamento 2. Sin ningún signo, fuimos alcanzados por una avalancha y enterrados bajo la nieve. Quedé enredada en la tienda y empujada debajo de los otros cuatro miembros. Empecé a sofocarme y pensé en cómo se reportaría nuestro accidente. Entonces, de repente, fui rescatada por los sherpas y reviví. Fue muy afortunado el hecho que ninguno de nosotros haya salido herido, pero aun así me tomó tres días poder volver a caminar y moverme normalmente.”

Tabei se casó con Masanobu Tabei, un escalador que conoció mientras escalaba en Japón en 1965. La pareja tuvo dos hijos: una hija, Noriko, y un hijo, Shinya. Fue diagnosticada con cáncer peritoneal en 2012; sin embargo, ella continuó con muchas de sus actividades de montañismo. Murió en un hospital en Kawagoe el 20 de octubre de 2016.

“Cuando pisé la cumbre no grité nada, pero pensé: ¡Oh, ya no tengo que escalar! Estábamos ocupados tomando fotos y películas de 8 mm y haciendo llamadas por radio al Campamento Base. En ese momento, la cumbre era todavía una cresta muy estrecha y afilada. Las dos vistas muy contrastadas de las cimas tibetanas planas y marrones y la vista del glaciar de roca de Nepal fueron impresionantes. No tenía idea de que una expedición china, incluidas mujeres, estaba escalando del otro lado. Llegaron a la cumbre once días después.”

Otra cumbre poco conocida y que sin embargo no es menos importante, fue la protagonizada por dos jóvenes escaladores británicos. Dougal Haston nació el 19 de abril de 1940, fue un alpinista escocés famoso por sus hazañas en las Islas Británicas, los Alpes y el Himalaya: "En invierno, las montañas parecen recuperar su orgullo primitivo y virginal, y las masas veraniegas aullando y ensuciando ya no pisotean sus laderas más accesibles”.

La expedición británica al Monte Everest a través de la ruta Sudoeste de 1975 fue la primera en escalar la montaña en la temporada post-monzon. Chris Bonington estaba al frente de la expedición que utilizó técnicas de escalada en roca para colocar cuerdas fijas en la cara oeste del Monte Everest para finalizar justo debajo de la Cumbre del Sur.

Un aspecto clave del éxito fue la escalada de los acantilados de la Rock Band a unos 8200 metros por Nick Estcourt y Tut Braithwaite. Luego, dos equipos subieron a la Cumbre Sur y continuaron por la ruta normal hasta la cumbre principal: Dougal Haston y Doug Scott alcanzaron el punto más alto del mundo el 24 de septiembre de 1975, habiendo establecido previamente en la Cumbre Sur el campamento más alto de la historia. Posteriormente, dos días después, Peter Boardman y Pertemba también hacen cumbre a través de la misma ruta. En esa expedición, el montañista Mick Burke aparte de escalar, proporcionó cobertura cinematográfica a gran altitud para el equipo de filmación de la BBC, que acompañaba a la expedición. Después del primer ascenso por parte de Dougal Haston y Doug Scott, Burke fue parte de un segundo empuje. Fue visto por última vez con vida dirigiéndose hacia arriba, a unos cientos de metros de la cumbre. El clima comenzó a deteriorarse rápidamente justo después de ser visto por última vez, y en cuestión de horas habían comenzado las tormentas que duraron dos días, lo que impidió cualquier intento de rescate por parte de sus compañeros que quedaron abandonados en el campamento superior hasta que las tormentas cesaron. Su cuerpo nunca fue recuperado.

Tres años después de esta escalada, cuando Reinhold Messner y Peter Habeler escalaron el Monte Everest en 1978 sin la utilización de oxígeno suplementario rompieron una de las últimas barreras del rendimiento humano y desataron infinidad de repercusiones que perduraron inexorablemente a través de los años. Recién hoy en día podría decirse que tal hazaña pudo haber sido posible, pero vista desde la perspectiva actual. Definitivamente inaceptable desde la de hace cuarenta años.

Por aquél entonces, el propio Tenzing Norgay, no compró el logro. Ni él ni los sherpas que trabajaron en aquel Everest de 1953 cuando Tenzing y Hillary hicieron lo que hicieron. Fue todo demasiado rápido. Imposible para hacerlo con oxígeno embotellado, mucho menos aún sin él.

El hecho fue que el italiano Reinhold Messner de 33 años y el austríaco Peter Habeler de 35 alcanzaron la cumbre del Monte Everest el 8 de mayo de 1978 sin la utilización de oxígeno suplementario y en un tiempo prácticamente inadmisible para los parciales que emplearon entre los distintos puntos específicos.

Ellos afirmaron que aquel día alcanzaron la cumbre del Monte Everest a 8848m desde el Campo 4, montado sobre el Collado Sur a 7905m en un tiempo algo inferior a ocho horas, para permanecer en la cumbre quince minutos y luego regresar al punto de partida en el Collado sur en un tiempo de una hora desde la cumbre para Habeler, y una hora cuarenta y cinco minutos para Messner. Ese fue el anuncio.

Habitualmente se insumen entre doce y catorce horas para todo el trayecto, incluido un tiempo breve en la cumbre utilizando oxígeno suplementario, que como ya es sabido, tiene la facultad de limpiar la mente, calentar el cuerpo y alimentar las piernas con su sutil y delicado estímulo guardado en una botella.

Cuando ambos escaladores regresaron al C4, allí estaba el camarógrafo británico Eric Jones quien de inmediato se comunicó con el campo base e informó: "Hay algo mal aquí. Regresaron demasiado pronto". Unos días después, el 17 de Junio en una nota concedida a Reuters, Tenzing y otros sherpas dijeron al reportero que tenían serias dudas acerca del logro.

De hecho no se puede culpar a Tenzing de su incredulidad. Consultados algunos expertos hoy en día, como por ejemplo Adrian Ballinger, él también afirma que esos tiempos eran bastante difíciles de creer para aquella época.  Lo que pasó es que el error de Tenzing fue medir el logro con la misma vara con la cual se medían esas cosas. Lo que no se sabía por aquél entonces, que estos escaladores estaban dando un paso más allá del rendimiento humano, y no se los podía evaluar con los mismo elementos.

Pero lógicamente los protagonistas esperaban las repercusiones. De hecho tomaron algunas precauciones, como dejar en la cumbre algunos testimonios como ser una pila agotada de la cámara por parte de Messner, y un pedazo de cuerda atada a un viejo trípode. Pero bueno, eso certifica la cumbre, pero no dice nada respecto a la no utilización de oxígeno suplementario.

Ciertamente en este sentido, no fue mucho lo que pudieron hacer. Habeler afirma que hubiese permitido realizarle un chequeo y Messner solo se limitó a criticar a Tenzing y otros escépticos. "No pueden entender que alguien ha hecho algo que ellos no pudieron".

Más allá del gran logro, del cual mucho más no se puede desentrañar, lo cierto es que ese hecho en sí fue el desencadenante de una relación entre Messner y Habeler, que iba en camino de desintegrarse desde el mismo momento en que se estableció.

Muy sutilmente, Maurice Isserman, historiador del Hamilton College y gran entendedor del Himalaya, dijo en su momento respecto a esta cordada, que tanto Messner como Habeler hicieron dos ascensiones en solitario y sin oxígeno suplementario.

La diferenció claramente de otras que hicieron historia en el montañismo mundial, como la de Hillary y Tenzing, o la de Horbein y Unsoeld, por citar algunas.

Para fines de los años setenta, los escaladores empezaron a juzgar los logros a través de las montañas que subían, no de la complejidad de la ruta y el estilo empleado. En 1963, Horbein y Unsoeld completaron la via Everest West Ridge utilizando oxígeno, pero a través de un acercamiento rápido y ligero. Durante la década siguiente fueron las expediciones masivas las que empezaron a tomar protagonismo, pero sin prescindir del oxígeno suplementario.

Messner y Habeler fueron los principales representantes en lo que se refiere a prescindir de aquel preciado aire embotellado. Fueron los que dieron el puntapié inicial, a pesar de todas las dudas y controversias que pudieron haber caído sobre ellos. Eran considerados los "gemelos terribles", pero nada más distantes que sus propias facetas.

Messner de un aspecto más desalineado, pelo largo, barba desprolija; Habeler de cabello corto, siempre alineado, una presencia totalmente opuesta. Messner recientemente divorciado; Habeler subió al Everest con una foto de su esposa y su pequeño hijo. Hasta ese punto eran diferentes.

Habeler, que complió 77 años en julio de 2019, es un introvertido en comparación con Messner, que es famoso por su impetuosa y descomunal personalidad. "No somos amigos en el sentido habitual de la palabra. No somos compinches. Rara vez nos hablamos de nuestra vida privada."

Arrancaron juntos en 1965 con la Tofana di Rozes, en los Dolomitas cerca de Cortina d’ampezzo, Italia, ambos para entonces de 22 y 20 años, forjaron un enlace de escalada que duraría trece años. Eran principalmente escaladores de roca con nervios de acero. A principios de 1969, ambos se unieron a una expedición a los Andes e hicieron la primera ascensión de la cara oriental del Yerupaja en Perú. Ese fue su primer logro en gran altitud.

Messner inmediatamente fue por más, y en 1970 firmó con la expedición alemana de Karl Maria Herrligkoffer, para subir a través de la cara de Rupal del Nanga Parbat. Habeler no pudo unirse a él, por lo que el hermano menor de Messner, Günther, fue en su lugar.

El 27 de junio de 1970, Reinhold Messner y su hermano Günther alcanzaron la cumbre, y sin quererlo realizaron la travesía Rupal-Diamir debido a problemas surgidos en el intento. Reinhold pasó a convertirse en el mayor alpinista visionario y consumado de la historia. Günther nunca volvió a casa. Ese hecho se convirtió en el momento definitorio de la vida y de su carrera. La tragedia, y las acusaciones de que había puesto en peligro a su hermano, le persiguieron durante décadas, más allá de perder siete dedos en esa experiencia.

En 1974, Messner y Habeler consiguieron la cara norte del Eiger de Suiza en sólo diez horas, aproximadamente la mitad del tiempo que el récord anterior. Al año siguiente el Gasherbrum I, sin utilizar oxígeno suplementario, porteros, o la tradicional táctica de estilo de establecer y almacenar una serie de campos. Esta nueva técnica fue traída de los Alpes y se la llamó estilo alpino, tal como se la conoce hoy en día. Un nombre que se ha convertido desde entonces en la ética de la aspiración en el mundo de la escalada. Subir montañas es una cosa, pero llamar a ti mismo como alpinista es reclamar un estándar más alto. Messner no inventó la frase, pero la codificó en el manifiesto de 1971 de la revista Mountain "The Murder of the Impossible".

En 1975, luego del Gasherbrum, surge la idea del Everest sin oxígeno. A lo largo de los años, se ha hecho mucho de la idea de que escalar el Everest de esta manera era considerado fisiológicamente impensable. Como dijo Messner a National Geographic en 2006, "Era como ir a la luna sin oxígeno, ¿cómo es posible? Y en Alemania, profesionales de la medicina afirmaban que podían demostrar que no era posible ".

Durante el invierno de 1960-61, Edmund Hillary dirigió a un equipo de científicos a Nepal en una expedición multipropósito, para estudiar la fisiología humana en altitud. Diez científicos pasaron más de seis semanas midiendo sus funciones corporales dentro de un laboratorio de madera contrachapada a 5790 metros. El equipo descubrió que la presión barométrica en el Himalaya, es más alta de lo que cabría esperar, lo que significa que el Everest, a 8848 metros, tiene una altitud efectiva más cercana a 8380 metros. Para Messner y Habeler entonces, era posible.

En 1920, cuatro años antes de que Mallory e Irvine desaparecieran en el Everest, el químico y escalador escocés Alexander Kellas había hecho una predicción sobre el efecto de la montaña en la fisiología humana. Usando datos rudimentarios para el intercambio respiratorio del cuerpo, fue capaz de calcular, como escribió en un artículo que no se publicaría hasta 2001, que a 8800 metros, en terreno moderadamente fácil, un hombre en buen entrenamiento podría esperar poder subir de 90 a 105 metros por hora sin oxígeno suplementario. Esa cifra resultó ser razonable, al igual que su afirmación de que "el ascenso con oxígeno debería ser relativamente fácil. Tal vez en un futuro lejano, los jóvenes puedan probar su valentía en la cumbre más alta del mundo ".

Durante la primavera anterior al ascenso de 1978, Leo Dickinson y Messner habían estado en Katmandú, donde contrataron un avión propulsor monomotor para volar alrededor de la cima del Monte Everest a 9000 metros. Dickinson y el piloto usaron oxígeno, pero Messner se sentó en el avión sin máscaras. "Sus labios se tornaron cian", recuerda Dickinson, "y sus ojos se estrecharon. Lo curioso era que no podías evitar que hablara".

En las imágenes difundidas del vuelo, Messner se sienta allí conversando: "Volar a unos 9000 metros sin oxígeno, eso no es una prueba de que podamos ir con nuestras fuerzas por encima de la cima del Everest sin oxígeno", dice en el documental de Dickinson, “Solo es una prueba de que podemos quedarnos allí sin morir”.

Cuando Messner y Habeler llegaron a la cumbre en 1978, menos de cien personas habían alcanzado ese logro. Solo en 2017 más de seiscientas lograron la cumbre, y muchos de ellos sin oxígeno suplementario. Sin lugar a dudas estamos hablando de otro Everest y mucho más aún de otro tipo de escalador.

Al igual que ahora, salvando las distancias, el Everest para entonces era visto como una montaña masificada. Por aquel entonces el gobierno de Nepal solo permitía una expedición a la vez en el campo base y los permisos se tramitaban con años de antelación. Así, Messner y Habeler se unieron a una expedición de 1978, dirigida por Wolfgang Nairz, guía y empresario de Innsbruck, que intentaba poner a los primeros austríacos en la cumbre. Pero vaya paradoja, los grandes protagonistas de la misma terminaron siendo Messner y Habeler.

Los dos habían obtenido fondos adicionales de la revista alemana Geo y trajeron a Dickinson y al camarógrafo Eric Jones. La subida fue un gran problema en la comunidad de montañismo, y en Austria, pero no fue un evento mediático mundial, debido al anonimato relativo de Messner y Habeler. En Gran Bretaña, Dickinson luchó para que sus productores británicos firmaran. En los Estados Unidos, eran virtualmente desconocidos.

El dúo llegó a Nepal en marzo, y cuando arribaron al campo base, el primer orden de trabajo fue encontrar una ruta a través de la cascada de hielo de Khumbu. Habían acordado abandonar los métodos alpinos en esta parte extremadamente peligrosa de la montaña, optando en cambio por el enfoque tradicional de los austriacos. Messner y Habeler dirigieron personalmente el camino hacia la cascada de hielo, con sherpas llevando escaleras de aluminio para crear puentes sobre los abismos, lo tradicional. Prácticamente, se hicieron dueños de la expedición.

A las tres de la mañana de aquél día de cumbre, desabrocharon sus bolsas y comenzaron a derretir agua. Messner empujó los muñones de sus pies en las botas. A las 5:30 salieron, dejando al camarógrafo Jones aún dormido en la tienda. Llevaban piolets, capas adicionales, una cuerda y un equipo de grabación, de no más cuatro kilogramos cada uno.  Dejaron el oxígeno de emergencia con Jones. Habeler dudaba de que lo lograrían. "Yo estaba letárgico, mis pies eran como plomo, y no tenía unidad en absoluto", dijo más tarde.

El primer indicio de luz del día reveló cielos cubiertos y aguanieve. Messner estaba horrorizado. “Parece que estamos golpeados”, recordó. Pero continuaron, apenas hablando para conservar energía.

"Estábamos tan cerca el uno del otro como dos personas pueden estar", escribió Habeler posteriormente. Cada hombre describía una especie de vínculo espiritual en el que podían leer la mente del otro tan claramente como si estuvieran teniendo una conversación. Alcanzaron el último campo de los austríacos, a 8500 metros, a las 9.30. Todavía trepaban por una raya blanca, deteniéndose cada diez o veinte pasos para doblar y jadear para respirar.

En este punto, Messner se detuvo y pasó media hora haciendo té, lo que parece escandaloso en el contexto de su tiempo global. Como Messner lo recuerda, él y Habeler usaron el descanso para discutir el mal tiempo, y sus escasas posibilidades. Habeler cree que la conversación sucedió casi telepáticamente, sin palabras reales.

Alrededor del mediodía traspasaron la cumbre sur. El Everest "parecía una isla elevada rodeada por un mar de nubes" decía Habeler. "Fue un momento increíblemente emotivo. El Tíbet cubierto totalmente por una densa niebla y las cumbres del Makalu, Lhotse y Kanchenjunga apenas visibles".

En la Cumbre Sur se ataron con un cordón de quince metros, anudándolo alrededor del estómago. Messner encabezó el paso por el escalón Hillary para poder filmar a Habeler. Habeler dijo luego que tuvo una experiencia extracorpórea en este punto. Finalmente alcanzan la cumbre a la 1.15 de la tarde. Messner y Habeler habían promediado casi 120 metros por hora.

"Subí hacia él y todo lo que recuerdo es que empecé a llorar. Como un niño pequeño", dijo Habeler. Pero la reflexión más citada en la cumbre proviene del libro de su compañero. "En mi estado de abstracción espiritual", escribió Messner, "ya no pertenezco a mí ni a mi vista. No soy más que un solo pulmón estrecho y jadeante, flotando sobre las nieblas y las cumbres".

Cuando Habeler llegó a la Cumbre del Sur en el descenso, punto en el que podía comenzar a descender rápidamente hacia el collado sur, se sentó y se deslizó, lo que le permitió moverse rápidamente y con poco esfuerzo. Era un lugar increíblemente peligroso para deslizarse. Si hubiera tomado un poco más de velocidad, no podría haber controlado su caída.

En determinado momento, un pedazo de nieve-hielo se desprendió por debajo de él. De inmediato empezó a correr. "Al mismo tiempo cubría mi boca mientras esperaba que la nieve se detuviera". Desde el campamento, Eric Jones vio a Habeler ser arrastrado y pensó que ese era el fin. Pero unos minutos más tarde, Habeler llegó rengueando al campamento, con sangre en su frente, y declaró que él y Messner habían alcanzado la cumbre. Eran las 14:30, increíblemente una hora después de haber abandonado la cima.

Messner por su parte siguió el camino de Habeler, maravillándose del método utilizado por su compañero.

Esa noche Messner experimentó una ceguera producto de haberse quitado varias veces las gafas para filmar a su compañero. Pensó que había tenido algún problema cerebral por no haber utilizado oxígeno. De allí en mas Habeler cuidó de él hasta el fin de la expedición. El propio Reinhold temió por no poder salir de la montaña.

Pasado ya algún tiempo, el revuelo por el uso o no de oxígeno ya se había calmado. El hecho de que los contenedores de emergencia de la pareja se encontraron llenos del gas ayudó a reforzar su testimonio. También lo hicieron sus compañeros de expedición. Mentir acerca usar oxígeno extra habría requerido la complicidad de todos los otros miembros del equipo.

En lo que refiere a Messner, sus subsiguientes ascensiones sin oxígeno dejarían poca duda de que era un alpinista diferente a cualquiera que hubiera ido antes que él.

Pero ese fue precisamente el final de la relación Messner-Habeler.  El disparador fue el libro de Habeler. En este sentido, Dickinson dijo que "El pastel podía haber sido cortado de distintas maneras. Habeler se conformaba con algo menos que la mitad, pero Messner quería mucho más".

Messner dijo por su parte que no estaba enojado con Habeler por lo que dijo en su libro, ya que él no lo había escrito, sino que lo hizo un tercero que no sabía nada de montañismo y que escribió un montón de cosas que lo perjudicaban. "Un relato de una expedición no es una novela. Por lo tanto, nunca se puede dar una cuenta auténtica, y mucho menos escribirla por alguien que no estaba presente".

En definitiva, Messner pasó a ser el gran protagonista de todos los logros en común. Los propios allegados y amigos de Habeler le preguntaban por qué permitía eso.

Pasaron muchos años para que la relación se reestableciera. Desde entonces, los dos han resuelto sus diferencias. Y aunque ya no puedan escalar juntos, por lo menos han reparado su amistad.

"Tenemos que dejar claro que el distanciamiento entre Messner y yo, era una pequeña cosa de mierda", dice Habeler. "Al principio estaba infeliz", enfatizó Messner. "Ahora tenemos una relación perfecta".

"En mis recuerdos, el Everest y Peter estarán por siempre", dijo Messner en 1978. "Y nada va a cambiar eso".

Por su parte Habeler concluye:  "Tenemos una botella de vino y hablamos de los viejos tiempos. Y creo que esto es bueno".

El logro de Messner y Habeler en el 78, marcó definitivamente un punto de quiebre y fijó algunos objetivos para los años subsiguientes, vale decir, la década de 1980 hasta comienzo de los noventa donde empiezan a tomar forma las expediciones comerciales.

Este logro significó que algunos prejuicios anteriores ya no estaban por sobre la mesa de negociación. Si se había logrado acceder al Everest de la forma en que ellos lo hicieron, los límites habían quedado pulverizados, y ahora había que plantearse otras cosas.

Mallory e Irvine abrieron el camino para que otros creyeran que las grandes hazañas eran posibles. Hillary y Norgay lo hicieron también para otros pudiesen llevar a cabo esas grandes hazañas que ellos realizaron. Messner y Habeler pusieron el dedo en la llaga y les tocaron las fibras más íntimas a todos los que vinieron después, haciéndoles ver que existían otras formas para concretar esas grandes hazañas.

Fueron tres hechos, que si analizamos el aspecto temporal, se concretaron casi de manera equidistante entre unos y otros. Veintinueve años entre el primero y el segundo; y veinticinco entre el segundo y el tercero.

Luego de ello, ya quedaba por hacer lo que cada uno pudiese, hasta donde le diera el “pellejo”, como popularmente se dice.

No obstante, antes de finalizar la década de 1970, existió una expedición muy importante a tener en cuenta. El ya conocido Dr. Karl Herrligkoffer, jefe de la expedición de 1970 al Nanga Parbat y otras tantas, estuvo al frente de una expedición Franco-Alemana al Monte Everest aquel verano de 1978.

El equipo estaba formado además del Dr. Herrligkoffer, por P. Mazeaud, Sigi Hupfauer, Wanda Rutkiewicz, Kurt Diembeger, Helmut Daum, Jorg Daum, Hans Engl, Gunther Harter, Hubert Hillmaier, Hans Kirchberger, Wilhelm Klimek, Bernd Kullmann, Josef Mack, Georg Ritter, Marianne y Josef Walter, Robert Allenbach, Martin Rink, Franz Seiler y Hubert Wehrs. El Dr. Horst Laube, fue el médico y  camarógrafo, y Horst Schumann y Doris Kustermann, jefes del campamento base.

Esta expedición se realizó en la temporada post-monzónica, y contó con una cualidad muy interesante establecida por el jefe, el Dr. Karl Maria Herrligkoffer, que desde ya les digo debería contar con un párrafo exclusivo dentro de toda esta etapa.

Debido a algunos temas financieros, cada alpinista contaba con un deber adicional. Todo aquél que quisiese calificar para la cumbre, debía cargar al menos veinticinco kilogramos desde el campamento base hasta el campamento dos. Eso implicaba que todos, incluidas las mujeres, tenían que cargar mochilas en varios ascensos a través de la cascada de hielo y más tarde entre el campamento uno y el dos, con una carga de al menos quince kilos, pero sobre todo veinte, a una altitud de 6450 metros. Esto ciertamente fue un trabajo duro para todos, pero al hacerlo, todo el equipo necesario se llevó rápidamente a los campos altos y también condujo a una aclimatación extremadamente buena. Los sherpas quedaron muy impresionados con este transporte de carga realizado por los escaladores y se inspiraron en su entusiasmo.

El relato de las instancias finales de este ascenso lo dejamos en manos del propio Dr. Herrligkoffer, quién mejor que él para contarles lo que sucedió durante aquellas jornadas memorables: “Después del 12 de octubre, el clima era bueno pero el viento todavía no disminuía. Sepp Mack y Hans Engl debían ascender desde el campamento 2 al collado sur al día siguiente. A medida que las condiciones climáticas generales mejoraron y el pronóstico del tiempo decía que antes del comienzo del invierno podríamos esperar cuatro días buenos con una fuerza del viento de hasta 40 nudos, puse mis esperanzas en ello y los dos miembros más fuertes de la expedición deberían tener todo posible apoyo para su ascenso.

En la tarde del 13 de octubre, un gran grupo marchó hacia el collado sur. Nuestro equipo de dos hombres se unió a Mazeaud y sus dos compañeros Diemberger y Hillmaier. El clima era bueno pero soplaba un viento muy fuerte.

Hacia la mañana cayó el viento y alrededor de las 8 en punto estaba casi tranquilo. Los dos primeros en levantarse fueron Engl y Mack. Engl quería subir a la cima sin oxígeno artificial y para Sepp Mack eso significaba que solo él tenía que abrir el camino. Por esta razón, tomó tres botellas de oxígeno y comenzó.

Hillmaier, que comenzó una hora más tarde junto con Mazeaud y Diemberger, se separó cuando los dos últimos regresaron al Campamento 4. Después de aproximadamente 7 horas se encontró con el líder Sepp Mack en el Paso Hillary. Allí pudo escalar el precipicio de 20 metros de altura gracias a su cuerda de 40 metros de largo, asegurada por Mack. Ató su cuerda y los siguientes 15 miembros tuvieron el beneficio de ello.

A las cuatro y cuarto de la tarde Sepp Mack fue el primero en llegar al punto más alto de la tierra. Media hora después, Hillmaier llegó a la cumbre y finalmente a las 5 p.m. el feliz escalador del Everest, Hans Engl, estaba en lo alto de la cresta.

Al día siguiente, 15 de octubre, se celebró una gran fiesta de cumbre para el grupo francés. Pierre Mazeaud, el camarógrafo austríaco Diemberger y también los dos franceses Dr. Nicola Jaeger y Jean Afanassieff comenzaron a las 4 en punto de la mañana. A las 1.15 p.m. Los dos jóvenes franceses fueron los primeros en llegar a la cumbre. Una hora y media después, los dos afortunados en la cima eran Mazeaud y Diemberger.

El 16 de octubre, cinco hombres más y una mujer se dirigían a la cumbre del Everest. Después de aproximadamente ocho horas llegaron a su destino. Ellos fueron: Sigi Hupfauer, el alpinista suizo Robert Allenbach, Willi Klimek y la niña polaca Wanda Rutkiewicz, quien fue la tercera mujer y la primera mujer europea en pisar el Everest.

Junto con este grupo, Sherpa Mingma, Ang Dorje, ambos sin oxígeno artificial, y Ang Kami llegaron a la cima.

El 17 de octubre, un día agradable pero tormentoso, los dos últimos miembros alemanes subieron a la cima del Everest. Eran: Bernd Kullman, que al principio quería ir solo, y Georg Ritter como número 16. Hizo el ascenso desde el campamento base hasta la cima en tres días.

Cuando evacuamos nuestro campamento base y marchamos hacia casa, todos estábamos muy agradecidos por la buena suerte, y porque ninguno de nuestros camaradas se enfermó gravemente, pero sobre todo porque ninguno de nuestros amigos tuvo que quedarse atrás en la montaña.”

Karl Maria Herrligkoffer nació en 1916 en Schweinfurt. Fue un obsesionado del Nanga Parbat. Como jefe de expedición, entre 1953 y 1975 realizó ocho incursiones a la mítica montaña de Pakistan. El 3 de julio de 1953, tuvo éxito en la primera ascensión del Nanga Parbat por la cara Norte por parte de Hermann Buhl en el contexto de la Expedición Memorial de Herrligkoffer "Willy-Merkl".

En su expedición de 1962 logró el primer ascenso a través de la cara Diamir. La ascensión por la tercera cara del Nanga Parbat, la pared Rupal, un abismo de 4500 metros, se realizó en 1970 por el sur, siempre bajo su dirección, en la Expedición Sigi Löw Memorial al Nanga Parbat. Durante esta expedición Günther Messner murió durante el descenso, después que junto con su hermano Reinhold Messner alcanzaron la cumbre.

Aparece aquí también la inolvidable Wanda Rutkiewicz que lograba su primer ochomil y se convertía, como dijimos en la primera mujer europea en la cumbre de la montaña más alta del Mundo. Wanda, una de las escaladoras más importante del siglo XX, moriría el 13 de mayo de 1992 en el Kangchenjunga a los 49 años de edad dejando un legado impresionante para las siguientes generaciones femeninas.

Durante la década de 1980, 871 escaladores partieron del campamento base; alrededor de 180 llegaron a la cima; y 56 murieron buscando alcanzar la cumbre más alta del mundo.

La década de 1980 también –además del propio Messner- estuvo protagonizada por un desconocido alpinista polaco, que empezó a marcar huella y seguirle muy de cerca al escalador italiano.  “Era consciente de que, tras el Cho Oyu me habían empezado a tratar como el que seguía a Reinhold Messner, y tenía posibilidades. Cuando me hablaban de ello allí, hacía gestos de desagrado, en realidad poco podía seguirle, pues para que yo pudiera ganar esta carrera tendrían que encerrar a Reinhold en su castillo alpino, y a mí permitirme hacer lo que quisiera en los Himalayas. Pero eso no quería decir que me rindiera. No, para nada. Y es que el fumarse durante un solo invierno dos ochomiles no lo había logrado nadie en la historia del alpinismo mundial. Era una proeza, de eso me daba cuenta. Esta carrera con Messner había surgido por sí sola. Me había entregado a ella sin estar convencido de sus reglas. No porque hubiera despegado con tanto retraso en relación a mi rival. La persecución misma por las altas montañas, por las vías normales, sólo para que entraran en la cuenta no me interesaba. Sin embargo me fascinaba la idea de catorce nuevas vías en los catorce ochomiles. Lo llevaba a cabo con pasión. Una nueva ruta o hacerla en invierno, un lugar donde nadie hubiera estado nunca. Era un precio que merecía la pena pagar. Un verdadero juego. Y la carrera con Messner me ayudaba a realizar este plan.”

Así ilustraba su carrera con Messner, el polaco Jerzy Kukuczka, nacido el 24 de marzo de 1948. El 19 de mayo de 1980 alcanzó junto a Andrzej Czok, también polaco, la cumbre del Monte Everest por la vía sur a través de una nueva ruta. Fue el único ascenso de sus catorce ochomiles concretados, en el que utilizó oxígeno suplementario. Fue el segundo escalador de la historia en completar los catorce ochomiles.

“Ayer, el famoso alpinista Reinhold Messner llegó a la cima del Lhotse. Es el primer ser humano que ha subido a las catorce montañas más altas del mundo. En el comedor se hizo el silencio, en medio del cual ya nadie prestaba atención a las siguientes noticias que llegaban de la radio. Como si mis amigos quisieran mostrar su respeto por lo que yo debía estar pasando en estos momentos. Noté todas las miradas clavadas en mí. Tenía que contestar algo. Y dije: Mañana salimos para arriba. Ese momento se me quedó grabado. Ya sabía que Reinhold estaba en el Makalu, que tenía permiso para el Lhotse. Sabía que no iba a tener problemas de traslado, porque en situaciones así utiliza el helicóptero. Y sabía que no tenía ningún obstáculo para terminar su colección. Subía a los sucesivos ochomiles por la vía normal, era un alpinista excelente. Tendría que haber tenido muy mala suerte para no alcanzar su objetivo. Un objetivo que tenía un enorme valor, y no sólo deportivo. Esperaba la noticia, pero ahora que la había recibido, pese a todo, me puse triste. Y es que él era el primero. “

Jerzy coronó los catorce ochomiles en un lapso de 7 años y 11 meses. El escalador surcoreano Kim Chang-Ho, el 20 de mayo de 2013 rebajó en algo más de un mes una marca que había perdurado más de 25 años, estableciendo un nuevo récord en 7 años, 10 meses y 6 días, que en el mes de octubre de 2019, fue pulverizado por el nepalí Nirmal Purja estableciendo una marca de algo menos de siete meses en total.

Durante ese proceso, Jerzy estableció diez nuevas rutas y escaló cuatro de los picos en invierno. Messner, que necesitó de dieciseis años para culminar la hazaña, hacía pocos meses que había alcanzado el Lhotse y establecido el récord de ser la primera persona en conseguir hacer cumbre en las catorce cimas más altas del planeta sin necesidad de oxigeno artificial. El alpinista italiano acabó rindiéndose ante el que para la mayoría es el mejor alpinista de la historia enviándole un telegrama: “no eres el segundo, eres grande”.

“No me basta con estar sólo en las montañas, no basta con estar en una expedición. Considero que si se va a las montañas tiene que ser con algún objetivo, y ese objetivo es subirla.”

Jerzy falleció el 24 de octubre de 1989 mientras intentaba una via a través de la cara sur del Lhotse, cuando una cuerda de segunda mano comprada en Kathmandú cedió y le provocó una caída de al menos tres mil metros. Su cuerpo nunca fue encontrado.

Dos años después de su histórico ascenso junto a Peter Habeler, Reinhold Messner vuelve a alcanzar la cumbre del Everest, esta vez en solitario y también sin la utilización de oxígeno suplementario.

Reinhold Messner llegó a Rongbuk durante el monzón en julio de 1980. Pasó un mes aclimatándose, realizó un reconocimiento al Collado Norte para almacenar los suministros allí, luego se dirigió solo desde la Base Avanzada en el Glaciar Rongbuk antes del amanecer del 18 de agosto.

Después pudo zafar de una grieta oculta en la que había caído, llegó al collado norte, recogió su equipo, y continuó subiendo. Luego giró diagonalmente a la derecha, como habían hecho George Finch y Geoffrey Bruce en 1922, recorriendo dos kilómetros antes de detenerse para instalar su tienda de campaña por segunda vez, a 8200 metros.

Al tercer día ingresó al Gran Couloir, continuó subiendo y logró lo que había eludido Edward Norton, Lawrence Wager, Percy Wyn-Harris y Francis Smythe al salir del couloir hacia la derecha, hacia las terrazas finales y de ahí hacia la cumbre.

“Estaba en continua agonía; Nunca en mi vida había estado tan cansado como en la cumbre del Everest ese día. Simplemente me senté y me senté allí, ajeno a todo ... Sabía que estaba físicamente al final de mi cuerda.”

La escalada en solitario de Messner en 1980 demostró lo que se podía hacer en la montaña más alta del mundo. Con ese mismo espíritu audaz, un equipo británico de cuatro hombres llegó a Rongbuk en 1982 para intentar el “Northeast Ridge” completo desde Raphu Pass.

Mientras lideraba la escalada del primero de los tres Pináculos prominentes que comienzan a unos 8200 metros, Dick Renshaw sufrió un derrame cerebral leve y debió ser evacuado.

El líder de la expedición, Chris Bonington, se sintió demasiado cansado para volver a subir y, por lo tanto, Peter Boardman y Joe Tasker tuvieron que intentar el ascenso final.

Fueron vistos por última vez con vida entre el Primer Pináculo y el Segundo Pináculo el 17 de mayo.

La noticia de la muerte de Boardman se transmitió a Hilary Boardman en Leysin y Dorothy Boardman en Manchester y se cubrió en los medios de comunicación. El 11 de julio de 1982 se celebró un servicio conmemorativo para Boardman en la Iglesia de San Jorge en Stockport. En septiembre de 1982, Hilary Boardman y Maria Coffey, la novia de Joe Tasker, viajaron al lado norte del Everest hasta el campamento base avanzado para volver sobre el último viaje realizado por Boardman y Tasker.

Las expediciones al North East Ridge en 1985, 1986 y 1987 no pudieron alcanzar el punto más alto de Boardman y Tasker. En agosto de 1988, Russell Brice y Harry Taylor lograron cruzar los Pináculos, completando así la sección libre de la ruta, antes de descender por el North Ridge. No vieron signos de Boardman o Tasker debido a la fuerte capa de nieve del monzón.

La próxima expedición en la cresta fue en 1992 cuando una expedición conjunta japonesa-kazaja cruzó los Pináculos pero no pudo continuar hasta la cumbre. Encontraron un cuerpo más allá del segundo pináculo a aproximadamente 8200 metros en el lado Rongbuk de la cresta. Las fotografías tomadas por Vladimir Suviga  y enviadas a Chris Bonington permitieron identificar el cuerpo, por su vestimenta y características, como el de Peter Boardman.

En 1995 la cresta completa fue escalada por una expedición japonesa. También se encontraron con un cuerpo que inicialmente se pensó que era Joe Tasker. Al volver a examinar toda la evidencia, Chris Bonington concluyó que ambos avistamientos eran de Boardman: "Al principio se supuso que se trataba de Joe Tasker, pero después de comparar cuidadosamente las descripciones escritas y las fotografías proporcionadas por cada expedición, me convencí de que esto fue lo mismo que el avistamiento original y, por lo tanto, el de Pete”. El cuerpo de Joe Tasker hasta el momento no fue encontrado.

Dos escaladores suizos, a mediados de la década del ochenta tomaron la posta de Messner-Habeler e intentaron dar un paso más en todo esto de la superación del rendimiento humano.

Erhard Loretan nació el 28 de abril de 1959 en suiza. Por su parte Jean Troillet, nació el 10 de mayo de 1948 también en suiza. Loretan, fue la tercera persona en escalar los catorce ochomiles, el segundo sin oxígeno, una hazaña que logró a la edad de 36 años. En 1986, Loretan y Troillet hicieron un ascenso revolucionario del Monte Everest en solo cuarenta horas, escalando de noche y sin el uso de oxígeno suplementario.

Cuando Erhard Loretan y su compañero escalador suizo Jean Triollet alcanzaron su campamento base avanzado a 5850 metros en el glaciar Rongbuk, sobre la ruta del collado norte, el 30 de agosto de 1986 habían establecido un nuevo estándar en alpinismo extremo: la cumbre del Everest y de regreso en menos de dos días, sin sherpas, sin cuerdas, sin oxígeno suplementario; durante los últimos mil metros, ni siquiera tomaron una mochila. La pareja subió principalmente de noche, para no sobrecalentarse con sus trajes de plumas, y descansó durante el día.

Meticuloso en su planificación y elegante en su ejecución, su ascenso de la cara norte de la montaña a través de los couloirs japoneses y Hornbein fue descrito por el montañista polaco Voytek Kurtyka como "escalada desnuda por la noche". Una puntada más allá de la ruptura establecida por Messner y Habeler ocho años antes.

Jean Troillet tiene hoy 71 años. Loretan falleció el 28 de abril de 2011, en los Alpes Suizos tras una caída a los 52 años de edad. Fueron otros de grandes héroes de la historia de la montaña más alta del mundo.

Hacia fines de los ochenta, el Monte Everest ya deja de ser exclusividad europea y asiática y escaladores de otras regiones empiezan a realizar interesantes incursiones.

El 13 de Julio de 1985, un escalador mexicano, forma parte de la expedición de uno de los dos mejores escaladores del mundo de aquella época, Jerzy Kukuczka, al ascender al Nanga Parbat junto a una expedición polaca liderada por Pawel Mularz, estableciendo una nueva ruta a través del pilar sureste. Se trató de un joven escalador que iba a grabar con el tiempo su nombre en la historia de los catorce ochomiles: Carlos Carsolio.

El 13 de octubre de 1989, Carsolio, al frente de una expedición mexicana hace cumbre en el monte Everest por la ruta sureste sin ayuda de oxígeno. Ésta era una cuenta pendiente con la montaña. Meses antes, junto con Elsa Ávila, debieron cancelar un intento previo debido a que su compañera presentó un grave edema pulmonar y a tan solo noventa y dos metros de la cumbre se vieron forzados a bajar.

Elsa alcanzaría la cumbre diez años después, el 5 de mayo de 1999 convirtiéndose en la primera latinoamericana en pisar la cumbre de la montaña más alta del mundo.

?Sin embargo, el 16 de mayo de aquél 1989, su compatriota Ricardo Torres Nava alcanzó la cumbre del Everest, para convertirse en el primer ascenso mexicano y latinoamericano, aunque con ayuda de oxígeno, como parte de una expedición estadounidense. ? Ese 1989 fue particularmente difícil. Los sherpas lo consideraron un año negro, ya que de las veinticuatro personas que ascendieron al Everest, ocho murieron durante el descenso.

El 12 de mayo de 1996, Carlos y su hermano menor, Alfredo, hacen cumbre en el Manaslu en estilo alpino. Para Carlos sería su anhelado decimocuarto y último ochomil. Se convirtió con esta cumbre en la cuarta persona en coronar las catorce montañas más altas del mundo, detrás de Reinhold Messner, Jerzy Kukuczka y Erhard Loretan.

Los primeros años de la década del noventa empezamos a ver cambios en los estilos de ascenso al monte Everest. Comienza el período de las expediciones comerciales, que llega a nuestros días con los resultados que todos ya conocemos. Vamos a tocar bien este tema en el próximo capítulo, pero sí, debemos destacar esta característica. Durante esta época surge la figura de Robert Edwin Hall, bien conocido en el ambiente del Everest como Rob. Nacido el 14 de enero de 1961 en Christchurch, Nueva Zelanda.

Conoció a la que sería su futura esposa, Jan Arnold, una doctora neozelandesa,? durante un intento de ascenso al Everest en 1990. Hall y Arnold ascendieron el Denali, como primera cita y posteriormente contrajeron matrimonio. En 1993, Rob ascendió el Everest junto con su esposa Jan.

Previamente Rob realizó su experiencia de montaña en los Alpes del sur, en el corazón de su país. Durante ese período conoció a Gary Ball, quien se convertiría en su compañero de escalada y mejor amigo.

Al igual que la mayoría de los escaladores de montaña, Hall y Ball buscaron patrocinios corporativos para financiar sus expediciones. Los compañeros decidieron escalar las Siete Cumbres, y se pusieron como meta hacerlo en tan solo siete meses. Empezando con el Everest en mayo, escalaron la última montaña, el macizo Vinson en la Antártida, el 12 de diciembre de 1990, a unas cuantas horas de la fecha límite.

Después de su éxito, se dieron cuenta de que para mantener sus patrocinios, cada ascenso posterior tenía que ser más arriesgado y espectacular, aumentando así las posibilidades de un accidente. Por tanto, Hall y Ball decidieron renunciar a la escalada profesional y formar una empresa de guías de gran altitud. Muy bien podríamos tomar este hecho como un nuevo punto de quiebre en el mundo del Everest, tal como intentaremos desarrollarlo en el siguiente capítulo.

Pero no nos vamos a ir de aquí sin recordar a una persona más que formó parte de esta convivencia con el Monte Everest. Un párrafo final para el recuerdo de Alison Hargreaves.

Cuando Alison llegó a la cima del Monte Everest el 13 de mayo de 1995, envió un mensaje de radio a sus hijos: “A Tom y Kate, mis queridos hijos, estoy en el punto más alto del mundo y los amo".

Con ese triunfo, se convirtió en la primera mujer en la historia en llegar la cumbre más alta del mundo, sola y sin oxígeno embotellado. Hargreaves, uno de las mejores alpinistas del mundo en ese momento y de todos los tiempos, también prescindió de las cuerdas fijas establecidas por otros en esa escalada del Himalaya. Solo Messner había ascendido al Everest de manera similar con anterioridad.

En su país, Gran Bretaña, el periódico The Times de Londres tituló el logro como  "Una de las mayores subidas de la historia". El Everest, la montaña británica por excelencia, ya tenía todo lo que tenía que tener en su historia.

Las celebraciones fueron "simplemente increíbles", recordó Hargreaves en lo que se cree que fue su última entrevista. "Estos muchachos estaban saltando sobre mí, tratando de tomar fotos. Fue simplemente frenético", dijo sobre los fotógrafos que la esperaban en el aeropuerto de Heathrow en Londres.

Pero la emoción no duró mucho. Exactamente tres meses después del Everest, en la tarde del 13 de agosto, Hargreaves alcanzó la cumbre del K2 en Pakistán. Solo unas horas después, ella y otras cinco personas murieron cuando fueron sorprendidas por una tormenta. Alison tenía 33 años, pero dejó algunas cosas que vamos a intentar repasar ahora.

Después de su muerte sucedió algo increíble con la opinión pública. Muchos la criticaron por haber dejado a sus dos pequeños hijos en pos de su carrera alpinística.

En 2002, su esposo James Ballard, expresó su decepción por cómo se juzga a las mujeres y las madres por tener éxito en sus carreras, particularmente las peligrosas. “¿Cómo podría haberla detenido?”, Dijo sobre su esposa. “Amaba a Alison porque quería escalar el pico más alto que sus habilidades le permitieran. Así era ella. Solo espero que haya habido un punto con su muerte,  que  a largo plazo, pueda ayudar a cambiar ciertas actitudes",  concluyó.

Algunos dirían que ella hizo exactamente eso. Hargreaves fue una pionera, como también lo fue Wanda, a quién mencionamos anteriormente. Su valiente ascenso al Everest ayudó a “romper las construcciones sociales de lo que significa ser madre", dijo Molly Schiot, quien en su libro “Game Changers” de 2016, ilustra claramente las convicciones de Alison.

El 28 de julio de 2017, la alpinista Vanessa O’Brien conquistó el K2, convirtiéndose en la primera mujer estadounidense en hacerlo. Y a los 52 años, O'Brien también fue la mujer de mayor edad en alcanzar la cima de la segunda montaña más alta del mundo. Dos días después de su logro, el 30 de julio, rindió homenaje a Hargreaves en una publicación de Twitter. "Respeto y reconozco a Julie Tullis y Alison Hargreaves que perdieron la vida al descender del K2. Pensé en ellas a menudo durante mi ascenso”Tullis falleció entre el 6 y 7 de agosto de aquél 1995, unos días antes que Alison, en la misma montaña. Ambas coincidieron en su última expedición.

En su última entrevista, Hargreaves abordó los desafíos y la desigualdad que enfrentan las mujeres montañistas. La entrevista fue realizada el 27 de julio de 1995 en el campamento base del K2 por Matt Comeskey, un compañero escalador que sobrevivió a la tormenta por haber descendido de la montaña antes que se desatara.

"Creo que las mujeres escalan antes de casarse, antes de tener novios y bebés, luego pierden interés", dijo Hargreaves a Comeskey. "Tener hijos es muy gratificante, y muchas personas no sienten la necesidad de nada más. Para mí, esa fue una decisión consciente", dijo. "En realidad quería hijos, y también quería continuar con la escalada".

Cuando se le preguntó si una escaladora tenía que ser más dura que un hombre, dijo: "Creo que las mujeres en general tienen que trabajar más en el mundo de los hombres para lograr el reconocimiento".

Un gran legado de Alison Heargreaves se llamó Tom Ballard. Tom, que siguió el mismo camino de su madre en el destino de escalar montañas, junto al italiano Daniele Nardi emprendieron un desafío muy complejo para el invierno, en la novena montaña más alta del mundo, el Nanga Parbat de 2019.

Tom nació en Belper, Derbyshire en 1988, hijo de Jim Ballard y Alison. Luego de la muerte de su madre, la familia de Ballard se mudó a Fort William, Escocia, antes de mudarse a los Alpes en 2009 en Pera di Fassa. En Val di Fassa conoció a su novia Stefania Pederiva, hija del guía alpino Bruno Pederiva.

Entre diciembre de 2014 a marzo de 2015, en la expedición "Starlight and Stormes", Ballard trepó por las seis caras principales del norte alpino (Cima Grande di Lavaredo, Pizzo Badile, Matterhorn, Grandes Jorasses, Petit Dru y Eiger)  en solitario, siendo la primera persona en completar esta hazaña en una sola temporada de invierno, sin un equipo de apoyo. Esta aventura fue filmada por los cineastas Angel Esteban y Elena Goatelli para la película documental de Tom, galardonada como Mejor Película de Alpinismo en Kendal Mountain de Reino Unido en 2015, Cervino Film Festival,  de Italia, Eho Mountain Film Festival, Autrans Film Festival y mención especial del jurado en Gorniskega, DMF, Sheffield, Bansko Film Festival de Bulgaria.

En 2016, Ballard estableció varias rutas nuevas de herramientas de roca, mezcla y seca. Abrió también una nueva ruta de escalada "Dirty Harry" en la cara noroeste de Civetta y una nueva ruta mixta, "Titanic" en la cara norte del Eiger. También creó lo que era en ese momento la escalada de herramientas en seco más dura del mundo, "Una línea sobre el cielo" en Dolomitas.

Intentó la cara noreste sin escalas del Link Sar en Pakistán con el escalador italiano Daniele Nardi en 2017, en lo que fue su primera incursión en el Himalaya pakistaní.

Finalmente, en su intento invernal al Nanga Parbat de 2019, junto a Daniele Nardi, su segunda experiencia y con tan solo 31 años, Tom Ballard pierde la vida de forma trágica al igual que el escalador italiano, en la más letal de las montañas superiores a ocho mil metros.

Ahora está allá arriba, el lugar para algunos elegidos, que dejan su vida haciendo lo que más les gusta, subir montañas. Está junto a su madre, Alison Heargreaves, la escaladora más importante en la época de convivencia, mal llamada conquista, de la montaña más alta del mundo.

 

 

 

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