Relato

8/6/2024

Diarios del Chomolungma

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Prefacio

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Los sherpas fueron uno de los pueblos históricos del Tíbet. Dejaron la región oriental hace más de cuatrocientos años, y se establecieron en los deshabitados valles del Himalaya, dando origen a su nombre Sher-pa, que significa "gente del este".

 

Estos colonos trajeron consigo la rica cultura tibetana, incluidas sus tradiciones religiosas, y la literatura budista tibetana. Estas tradiciones religiosas incluyen la creencia de que los picos de las montañas, las estribaciones, las crestas, los pasos, y los campos, son moradas de deidades.

 

Así, las ceremonias sherpa, como colgar banderas de oración, y otros rituales de la vida diaria, atestiguan su creencia, en la presencia de fuerzas sobrenaturales que habitan allí.

 

La mayoría de los sherpas son budistas, pertenecientes a la tradición Nyingma, la antigua escuela de traducción, o tradición de difusión, introducida por Padmasambhava, también conocido como Guru Rinpoche, durante el siglo VIII.

 

Según una antigua leyenda sherpa, la migración tibetana inicial a la región del Himalaya, se debió a la búsqueda de un beyul, o un valle escondido supremo. Los sherpas creen en los fenómenos de las termas, o tesoros escondidos de textos sagrados, y objetos preciosos escondidos por Guru Rinpoche, y en los lugares especiales llamados beyul, también bendecidos por Guru Rinpoche.

 

Tengboche Rinpoche, el abad del monasterio de Tengboche, cuenta cómo los sherpas que huían del Tíbet trajeron libros, que describían la montaña, y el valle que les proporcionarían un lugar de refugio. En particular, los sherpas creen que el lado sur del Monte Chomolungma es un beyul, uno de los varios valles escondidos designados por Guru Rinpoche.

 

Tanto los sherpas, como los tibetanos también creen que el Monte Chomolungma es la morada de la diosa Miyolangsangma.

 

Ella es la diosa budista tibetana que vive en la cima del Chomolungma, que significa Diosa madre de las montañas. Es una de las cinco hermanas de larga vida, y su virtud es el dar inagotable.

 

Comenzó como un demonio malévolo, y fue convertida por un gran budista. Ahora ella, es la Diosa de la generosidad inagotable, del Chomolungma, y del área de Khumbu en general.

 

Monta una tigresa dorada, y reparte las joyas de los deseos, a quienes las merecen. Muchos escaladores del Chomolungma, imploran su favor en la ceremonia tradicional, en la que un monje budista reza por ellos, y realizan ciertas ofrendas.

 

Las Cinco Hermanas de Larga Vida, pertenecen a la pequeña clase de deidades mundanas. Residen en los picos del Himalaya, a lo largo de la frontera entre Tíbet y Nepal, protegiendo el área de cualquier daño, y al mismo tiempo, brindando alimento espiritual a los residentes que viven en las laderas de estos picos.

 

Los sherpas creen que Miyolangsangma distribuye riqueza y buena fortuna; sin duda, las expediciones, y caminatas al Monte Chomolungma han traído riqueza a muchos sherpas en los tiempos modernos.

 

Según los monjes budistas sherpas, el Chomolungma, y sus valles, son el “palacio y patio de recreo” de Miyolangsangma. Los sherpas ven a los escaladores, y a ellos mismos, como invitados sólo parcialmente bienvenidos, ya que todos llegan sin invitación.

 

Como el Chomolungma y sus flancos están imbuidos de la energía espiritual de Miyolangsangma, los sherpas dicen que uno debe comportarse con reverencia al atravesar este paisaje sagrado. Aquí, los efectos kármicos de las acciones de uno, se magnifican e incluso se deben evitar los pensamientos impuros, para evitar percances y accidentes en la escalada.

 

Una conocida leyenda asociada con la benevolencia de Miyolangsangma, tiene su origen en la conquista del Monte Chomolungma, por Sir Edmund Hillary, y el sherpa Tenzing Norgay, en 1953. En su relato de la expedición, el sherpa Tenzing Norgay le dio crédito a la diosa por haberle concedido un paso seguro, por las laderas del Monte Chomolungma, y guiándolo a él, y a Edmund Hillary hasta la cima.

 

Los sherpas todavía creen que los escaladores que quieran ascender el Monte Chomolungma, deben apaciguar primero a la diosa, si quieren llegar a la cima de forma segura.

 

Hoy en día, a los monjes budistas sherpa, se les pide que den bendiciones tanto a los escaladores como a los sherpas, antes de que intenten escalar el Monte Chomolungma. Al comienzo de cada expedición, los sherpas realizan rituales y hacen ofrendas en un lhap-so, un santuario improvisado construido al llegar al campamento base del Chomolungma, para apaciguar a la diosa antes de entrar en su morada. Sólo después de haber realizado los rituales, los sherpas se sienten cómodos, entrando en la peligrosa cascada de hielo de Khumbu.

 

Lama Geshe Odiyaana Vajra Rinpoche, un monje budista, fue quizás mejor conocido por bendecir a los escaladores que intentaban escalar las traicioneras alturas del Monte Chomolungma. Durante la temporada de escalada, Lama Geshe solía bendecir a cientos de montañeros recitando un mantra a Miyolangsangma. También entregaba a los escaladores, un talismán que contenía el mantra de Miyolangsangma, para que lo llevaran alrededor del cuello durante el ascenso, para su protección.

 

Miyolangsangma también aparece representada en murales dentro de los monasterios de Rongbuk y Tengboche. Durante el Festival Mani Rimdu, que tiene lugar en noviembre en Tengboche, los monjes ofrecen oraciones, y le dedican un yak, que es liberado en la ladera de la colina para que deambule en libertad protegida. Todo esto es para traer bendiciones, y prosperidad a las personas de la zona, especialmente a quienes la veneran.

 

Esta es la leyenda del Chomolungma, la montaña que deslumbró a  los británicos, por más de un siglo. Les quitó el sueño, les concedió muchas historias, y se quedó con algunas de sus almas, que hoy deambulan por los confines de la Diosa  Miyolangsangma.

 

Este libro trata de una de esas historias. La historia británica por excelencia, del Monte Chomolungma, que ellos bautizaron con el nombre de Everest, en homenaje al gran geógrafo y topógrafo, que trabajó durante muchos años, en la ardua tarea de su medición, para concluir junto a sus encumbrados colaboradores, que estábamos ante la montaña más alta del mundo.

 

Pero los sherpas y tibetanos, no necesitaban de esas mediciones. Ellos ya lo sabían. No precisaban de teodolitos, ni cálculos trigonométricos. Estaban convencidos que se trataba de algo muy especial, y sagrado; que allí moraba una de sus deidades más importantes.

 

Esta historia británica del Chomolungma, nos dejó como legado, a un grupo de pioneros, que hicieron posible todas las cosas que luego, con el correr de las décadas, y hasta nuestros días, montañistas, exploradores, y aventureros, hicieron, y hacen por sobre las laderas, cumbre, y dominios de la diosa Miyolangsangma.

 

Y también, le dejó a todo el mundo de la montaña, otra leyenda, británica en este caso, que bien podría ser también una espina clavada. Una leyenda con nombres y apellidos: George Leight Mallory, y Andrew Comyn Irvine, y la simple y despiadada incógnita, de no saber si aquel 8 de junio de 1924, pisaron la cumbre del Chomolungma, veintinueve años antes de que lo hicieran Tenzing Norgay, y Sir Edmund Hillary.

 

Voy a intentar llevarles a ustedes, todo lo que pude conocer acerca de esa aventura. Los hombres, la travesía, los intentos, retrotrayéndonos en el tiempo a cien años de distancia.

 

En definitiva, vamos a ver hasta dónde podemos llegar, en búsqueda de saber, lo que todos queremos, de una vez por todas, saber. Aunque eso, en definitiva, no tenga la más mínima importancia, porque nada va a poder cambiar la historia.

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