Relato

8/6/2024

Diarios del Chomolungma

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Chomolungma

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“Querido Odell: Lamentamos mucho haber dejado las cosas con este desorden aquí. Asegúrate de regresar a IV mañana a tiempo, para evacuar antes de que oscurezca, como espero. En la tienda debo haber dejado una brújula; por amor del Señor, rescátala: estamos afuera. Hasta aquí con 90 atmósferas durante los dos días, por lo que probablemente usaremos dos cilindros, pero es una carga para escalar. ¡Clima perfecto para el trabajo! Tuyo para siempre”, George Mallory.

 

 

 

El Campo IV, estaba emplazado en una de las mejores posiciones de toda la ruta. Marcaba el fin del recorrido por el glaciar Rongbuk, y luego de atravesar su pared, llevaba al escalador a otro tipo de experiencia. Lo hace hoy en día, por supuesto. Actualmente es la posición del Campo 1, en la ruta tradicional del collado norte. Donde todo empieza. Hacia el este se contempla la cuenca superior de los Nevi, del glaciar East Rongbuk, y más allá de su alto borde, y el Lakpa La, la lejana, y escarpada cordillera de Gyankar, que bordea la amplia depresión del río Arun: una vista imponente que, cuando es tocada por el resplandor del amanecer, tiñe las agujas rocosas más cercanas del Chomolonzo.

 

Esta imagen, hizo despertar a las 4 de la madrugada, con el simple objetivo de contemplar la escena, sumiéndolos en un éxtasis de adoración, a estos dos escaladores, que estaban a un paso de entrar en la historia.

Es un sitio donde en ambiente lleva al escalador a otro nivel. A partir de aquí, los problemas que hasta el momento no habían sido problemas, repentinamente, empiezan a serlo. Se van perdiendo algunas cosas, y ganando otras.

 

Se empieza a perder el apetito, el ánimo, las ganas de seguir subiendo, el calor. Se gana en frío, desconfianza, apesadumbramiento, debilidad. Pero ojo, esto tampoco es infinito, porque a medida que se asciende, alguna de estas cosas empiezan asombrosamente a desaparecer, aunque es una ilusión en realidad, creada por el propio espíritu, al ver el objetivo al alcance de unos pasos. Las sensaciones por encima de los siete mil metros, no tienen comparación en la llanura.

 

Noel Odell nos da una clase magistral al respecto, acerca de lo que se siente allí arriba, y, bueno, lo que el sintió, hace cien años:

 

“A menudo nos preguntan cómo se siente vivir a estas altitudes, y la única respuesta que se puede dar es que, después de cierto grado de aclimatación, las sensaciones son realmente bastante normales, y sólo cuando es necesario un gran esfuerzo, uno se siente como que es nada en la tierra. Y ciertamente se ha exagerado el efecto adverso de la gran altitud sobre la mentalidad: la velocidad de los procesos mentales tal vez se ralentice, pero su capacidad se ve poco afectada.”

 

El 1 de Junio, Mallory y Bruce bajan del Campo V, al IV, tras un intento de llegar más arriba, que fracasó por la negativa de los porteadores a continuar. Mallory se sintió un poco decepcionado y molesto por esto, y adoptó la opinión, posiblemente debido a la tensión de Bruce, de que no se debía hacer un nuevo intento, excepto con el uso de oxígeno.

 

Ese mismo día bajó con Bruce e Irvine al Campo III, con la intención de investigar de nuevo, la cuestión del transporte de carga disponible. Se consideró posible reunir suficientes hombres, que estuvieran dispuestos a llevar suministros de oxígeno, para tal intento.

 

Mientras tanto, Irvine se dedicó a dar los toques finales a las mejoras aplicadas al aparato de oxígeno. Odell, por entonces, estaba en el IV, junto a Hazard, tras haber descendido del V, con el objeto de apoyar el maravilloso intento de Norton y Somervell de alcanzar la cima sin oxígeno, y para conducir a sus porteadores de regreso al Collado Norte.

 

En la tarde del 4 de junio, Mallory e Irvine, con algunos culis, subieron del III al IV, los dos primeros usando oxígeno. Pudieron recorrer la distancia en un rápido tiempo de dos horas y media, y parecían muy satisfechos con una prueba tenía la intención de demostrar el verdadero efecto del oxígeno.

 

No obstante, quizás, la demostración estaba poco justificada, y la garganta de Irvine, que ya le había causado considerables molestias por el aire frío y seco, que a estas altitudes puede reducir este delicado pasaje a la consistencia de un cartón, se vio palpablemente agravada por el efecto del oxígeno.

 

La garganta de Mallory estaba menos afectada, aunque sin duda le causaba alguna pequeña irritación; y, además, su habitual ecuanimidad tal vez se vio un poco perturbada por el sentimiento de responsabilidad resultante de que éste fuera probablemente el punto decisivo en el éxito, o el fracaso de la campaña.

 

¿Quién, con el espíritu de lucha de Mallory, o con la obsesión de larga data por alcanzar el mayor objetivo de sus ideales, no podría estar más que impaciente por emprender el desafío culminante de su vida, incluso de toda una generación de montañeros activos?

 

Y el caso de Irvine, que a pesar que durante su juventud,  no había gozado del mismo hechizo de montaña que Mallory, se encontraba ahora ante la oportunidad de su vida.

 

¿Qué pasó por la mente de esos dos pioneros, que en ese momento estaban por tomar la decisión de su vida? … literalmente hablando, aunque no lo sabían.

 

“Con frecuencia había compartido tienda con Sandy Irvine en uno u otro de nuestros campamentos glaciares, pero fue el año anterior, durante nuestro viaje en trineo a través de Spitzbergen, cuando lo conocí íntimamente por primera vez. Los efectos de la gran altitud mejoraron en cierta medida su reserva natural, pero habló, en más de una ocasión, cuán grande era su deseo de llegar a la cumbre. Y aunque su trabajo fue cuidadoso y devoto, para hacer que el aparato de oxígeno fuera eficiente para su uso, no dudó en decirme que preferiría llegar al pie de la pirámide final sin el uso de oxígeno que a la cima con su ayuda.” – dijo Noel Odell respecto al joven pionero, que ahora, estaba ante esa oportunidad.

 

Pensó que si valía la pena hacerlo, valía la pena hacerlo sin medios artificiales. Sin embargo, cuando llegó el llamado de Mallory para este último esfuerzo con todos los medios a su disposición, vio la necesidad de renunciar a cualquier preferencia personal en el asunto, y acogió con su entusiasmo juvenil, la oportunidad  de su vida.

 

George Leight Mallory, acababa de elegir a Andrew Comyn Irvine, como su fiel compañero, para intentar la epopeya de sus vidas. Nunca imaginó muy seguramente George, que más allá de haber tenido que dejar su propia vida en ese intento, al menos cien años después, estaríamos recordándolo como un verdadero pionero, junto a su compañero, en el último suspiro de sus vidas.

 

A última hora de la misma tarde en que Mallory e Irvine llegaron al campo IV, el primero, junto a Odell, subieron para encontrarse con Norton, y Somervell que regresaban de su ascenso récord.

 

El 5 de junio transcurrió tranquilamente en el Collado Norte, todos sintiendo una sensación de impotencia ante la incapacidad de disminuir el sufrimiento que estaba padeciendo el pobre Norton, por su doloroso ataque de ceguera por la nieve, y Somervell por su garganta severamente afectada.

 

Éste, sin embargo, con su habitual fortaleza y resolución, anunció que estaba en condiciones de bajar al Campo III, y por la tarde, por supuesto, lo hizo. Se llamó a Hazard desde el Campo III mediante el código habitual de mantas colocadas sobre la nieve, e Irvine y Odell, se ocuparon de volver a probar y dar más toques finales al aparato de oxígeno. Fue un día brillante, con una temperatura máxima al sol del mediodía de 40°C, si ¡cuarenta! Aunque la temperatura del aire nunca superó el punto de congelación.

 

Tuvieron que oscurecer la tienda, donde descansaba Norton, con una cubierta exterior de sacos de dormir.

 

Hazard y Odell se levantaron temprano, en la mañana del día 6, desayunando unas sardinas fritas crujientes y crepitantes, sobre la estufa Primus, para ser servidas en la tienda de Mallory e Irvine, con galletas y abundante té caliente o chocolate. Nadie se imaginó, que esa iba a ser la última comida juntos.

 

A las 8.40 estaban listos para partir. Sus cargas personales consistían en el aparato modificado con sólo dos cilindros, y algunos otros artículos pequeños, como envolturas, y una ración de comida para el día, que ascendían, de no más de doce kilogramos. A muchos les puede parecer una carga muy pesada para transportar a tales altitudes, y en realidad lo es, pero es una carga fácil en comparación con el total de veinte kilos, o más que el aparato de respiración original, así como las prendas de vestir adicionales.

 

Los ocho porteadores que los acompañaron desde el Campo IV llevaban provisiones, ropa de cama, y bombonas de oxígeno adicionales, pero, por supuesto, ningún aparato respiratorio para su propio uso.

 

Era sorprendente lo poco que a los sherpas, les agradaban las cargas moderadas, aunque, de hecho, en estas altitudes, no cargaban más de diez, a doce kilos. El grupo se movió en silencio, y todos se despidieron de ellos, y pronto se perdieron de vista entre las masas de hielo rotas, que ocultaban de la vista, la silla del Collado Norte, y la parte inferior de la Cordillera Norte de la montaña. Los pioneros ya estaban en camino.

 

Aquel día tuvo una mañana brillante, con una tarde muy nublada, y algo de nieve, por la noche. Fue a las 9.45 de esa mañana cuando Hingston llegó, y condujo a Norton en su condición ciega, hasta el Campo III, Hazard bajó hasta la escalera de cuerda, y luego regresó al Collado Norte. Mientras tanto, Odell realizó varias tareas, sin despegar un ojo del camino de los pioneros.

 

Esa tarde, poco después de las 5 en punto, cuatro de los porteadores de Mallory regresaron del Campo V, donde su grupo pasaba la noche, trayendo una nota que decía: "Aquí no hay viento, y las cosas parecen esperanzadoras".

 

El día 7, el grupo de cumbre, debía ir al Campo VI, y ese mismo día, Odell, junto a “Nema”, que era el único porteador de los dos disponibles en el Collado Norte, seguir en apoyo hacia V.

 

Este método de apoyo, que parecía una etapa atrasada, se hizo necesario debido al alojamiento limitado en estos dos campamentos altos, como consecuencia del número inadecuado de porteadores disponibles para transportar suficientes tiendas de campaña.

 

No mucho después de la llegada de Odell al Campo V, los cuatro porteadores restantes de Mallory e Irvine regresaron del Campo VI; su llegada había sido anunciada por piedras que caían desagradablemente cerca de la tienda, que habían sido desplazadas sin querer durante su descenso por las empinadas laderas superiores.

 

El Campo V estaba expuesto a este desagradable efecto. Al llegar al Campo V, Noel Odell se encontró con esta nota:

 

“Querido Odell: Lamentamos mucho haber dejado las cosas con este desorden aquí. Asegúrate de regresar a IV mañana a tiempo, para evacuar antes de que oscurezca, como espero. En la tienda debo haber dejado una brújula; por amor del Señor, rescátala: estamos afuera. Hasta aquí con 90 atmósferas durante los dos días, por lo que probablemente usaremos dos cilindros, pero es una carga para escalar. ¡Clima perfecto para el trabajo! Tuyo para siempre”, George Mallory.

 

Este fue el último mensaje que se tuvo de George.

 

Nema, el porteador, evidentemente estaba muy afectado por el mal de montaña, lo que hacía muy improbable que pudiera subir más al día siguiente, y en consecuencia, Noel Odell lo envió hacia abajo esa noche, con los otros cuatro hombres que regresaban.

 

“Es maravilloso ver cuán pronto esa extraña enfermedad, tantas veces descrita como “mal de montaña”, parece desaparecer no sólo con el descenso, sino también cuando se ha tomado la decisión de descender: en cualquier caso, lo he notado una y otra vez con estos nativos, porteadores, si no con otros escaladores. “ – Noel Odell.

 

Cuando no es necesario realizar más esfuerzos, el efecto psicológico es tal que se da un nuevo estímulo a la normalidad, y las enfermedades y otros efectos desaparecen.

 

Y cuando el pequeño grupo empezó a bajar, Nema parecía tan activo y en forma como el resto de ellos. Después de una breve búsqueda dentro de la tienda, Odell encontró la brújula prismática de Mallory.

 

Esa noche, mientras miraba desde el pequeño saliente de roca en el que estaba situada su tienda, el clima parecía muy prometedor, y supo con qué sentimiento de esperanza y alegría exultante, estarían Mallory e Irvine antes de encerrarse en su pequeña tienda.

 

La perspectiva de Odell, situada seiscientos metros más abajo que la de los pioneros, era sin embargo imponente, e impresionante en extremo, y el hecho de que estaba completamente solo, ciertamente realzaba lo impresionante de la escena. Odell estaba decidido a seguir los pasos de ambos, para lo que sea necesario. En ese momento, eran tres los pioneros en aquella parte de la cumbre del mundo.

 

Hacia el oeste había una mezcla salvaje de Dioses, que se elevaban sobre la parte superior del glaciar Rongbuk, y sus numerosos afluentes, culminando en los majestuosos Cho Oyu (8188m), y Gyachung Kang (7952m), bañados en toques rosas y amarillos, bañados con los tintes más exquisitos.

 

Justo enfrente estaban los demacrados acantilados del Pico Norte del Everest, con su estructura en bandas de diversas tonalidades, el Dios más preciado de todos, que en este momento, estaba pensante, estudiando cuál iba a ser su actitud, ante los acontecimientos que estaban a punto de suceder.

 

Esta enorme pirámide de grajo, lo único cercano en la tierra de Dios, sólo parecía dar mayor distancia al amplio horizonte que interceptaba, y su masa oscura exageraba aún más la brillante opalescencia del lejano horizonte septentrional del Tíbet central, sobre el cual se alzaba el cielo.

 

Las crestas afiladas de picos distantes empujaban sus colmillos púrpuras, uno en particular se elevaba supremo entre ellos. Hacia el este, flotando en el aire, a ciento sesenta kilómetros de distancia, aparecía la cima nevada del Kanchenjunga, y más cerca, el contorno bellamente variado de la Cordillera Gyankar, que protege los tortuosos pasos del Arun, en su precipitada caída hacia las tierras bajas de Nepal.

 

La pirámide del mayor de los Dioses, contrastaba con la brillante opalescencia del Tíbet septentrional. El cielo fue el encargado de unir estas dos magnificencias. Hacia el este, continuaba el camino de los Dioses. Oculto por el mayor de ellos, el Lhotse (8516m), solo podía ser admirado desde la cumbre tan soñada. Pero muy cerca, el Makalu (8463m), esperaba pacientemente la presencia de algún atrevido que lo desafiara. Faltaban aún treinta y un años, para eso. A lo lejos, a más de cien kilómetros, el Kangchenjunga (8586m), quien en algún tiempo había tenido el cetro tan preciado, contemplaba ininmutable, la epopeya que estaba a punto de producirse.

 

“He tenido la buena suerte de escalar muchos picos solo, y presenciar la puesta de sol desde no pocos, pero esta fue la experiencia culminante de todas ellas, una experiencia trascendente, inefable, que nunca podrá borrarse de mi memoria.” – Noel Odell.

 

A eso de las seis de la mañana, del 7 de junio, Noel despertó para las tareas habituales y necesarias, antes de emprender el ascenso. Llevando una mochila con provisiones en caso de escasez en el Campo VI, subió en solitario, la empinada pendiente de nieve y roca, detrás del Campo V, y así llegó a la arista principal Norte. La mañana anterior había sido clara y no excesivamente fría, pero ahora comenzaron a formarse bancos de niebla que se extendían desde el oeste a través de la gran cara de la montaña.

 

Pero fue una suerte que el viento no aumentara. Sin embargo, había indicios de que esta niebla podría estar confinada principalmente a la mitad inferior de la montaña, ya que al mirar hacia arriba se podía ver una cierta luminosidad que podría significar condiciones comparativamente claras en la mitad superior.

 

Esta posición, pudo ver cómo Mallory e Irvine ascendían desde el Campo VI, y esperaba que para entonces ya estuvieran en el camino correcto hacia la pirámide final de la cumbre. Como el viento era ligero, deberían haber avanzado bien, y sin obstáculos en su ruta prevista a lo largo de la cresta del collado noreste.

 

El plan de Odell, era tomar una ruta hacia el exterior, por la cara norte para examinar la estructura geológica de la montaña. La parte inferior del mismo está formada por diversos gneises, y sobre éstos descansa una masa de rocas, principalmente calizas muy alteradas, que componen la mayor parte de su mitad superior, y aquí y allá se ven en pequeñas cantidades granitos ligeros, rocas que se rompen o se intercalan con todas las demás series.

 

La pendiente general de aquella parte de la montaña, por encima de los 7600m, es de unos 40° a 45°, tiene la particularidad de formar una serie de losas superpuestas, casi paralelas a la pendiente, y presenta una serie de pequeñas caras, a menudo de hasta quince metros de altura, que se pueden escalar, generalmente por una ruta fácil aunque a veces empinada, mientras que la mayoría se puede sortear por completo.

 

Las losas a menudo están salpicadas en mayor o menor grado, con escombros de arriba, y si a esto se le suma nieve recién caída, quizás se pueda imaginar el trabajo y el esfuerzo de escalar a estas altitudes. No se trata tanto de la dificultad técnica como de la incomodidad de una pendiente de terreno incierto que no es lo suficientemente empinada para el uso de las manos.

 

A los 7920m, Noel se encontró con un pequeño peñasco, que posiblemente podría haber sido sorteado, pero decidió encararlo de forma directa, más quizás como prueba de su condición, que por cualquier otra razón. Tenía una longitud de 30m, y cuando llegó a la cima, la atmósfera pareció rejuvenecer, y pudo ver toda la cresta de la cumbre, y el pico final del Everest al descubierto.

 

En este punto, un momento memorable:

 

“Noté a lo lejos, en una pendiente nevada que conducía a lo que parecía el penúltimo escalón desde la base de la pirámide final, un pequeño objeto que se movía, y se acercaba al escalón de roca. Le siguió un segundo objeto, y luego el primero subió a lo alto del escalón. Mientras observaba atentamente esta dramática aparición, la escena quedó envuelta en una nube una vez más, y en realidad no podía estar seguro de haber visto la segunda figura unirse a la primera. Por supuesto, no eran otros que Mallory e Irvine, y lo que más me sorprendió, fue verlos tan tarde, es decir, a las 12.50, en un punto que, si fuera el “segundo paso de roca”, deberían haber llegado según el cronograma de Mallory, antes de las 8 de la mañana.

 

El “segundo escalón de roca” se ve de manera destacada en las fotografías de la cara norte desde el campamento base, donde aparece a poca distancia de la base de la pirámide final, bajando por la primera parte nevada de la cresta del noreste de Arete.

 

El primer escalón de roca inferior, está aproximadamente a una distancia equivalente nuevamente hacia la izquierda. Debido a la pequeña porción de la cresta de la cumbre descubierta, no podía estar exactamente seguro de en cuál de estos dos escalones se encontraban, como de perfil y de vista. A continuación son muy similares, pero en ese momento lo tomé como el segundo paso superior.

 

Sin embargo, ahora tengo algunas dudas sobre si este último no quedaría oculto por el terreno más cercano que sobresale desde mi posición debajo de la cara. Pude ver que se movían rápidamente como si intentaran recuperar el tiempo perdido. Es cierto que se movían uno a la vez sobre lo que aparentemente era un terreno moderadamente difícil, pero de esto no se puede concluir definitivamente, que estaban unidos, una consideración no sin importancia en cualquier estimación de lo que finalmente pudo haberles ocurrido.

 

Había visto que había una cantidad considerable de nieve nueva que cubría algunas de las rocas superiores, cerca de la cresta de la cumbre, y esto bien pudo haber causado un retraso en el ascenso. Cargadas como sin duda estarían con el aparato de oxígeno, estas losas cubiertas de nieve, y salpicadas de escombros pueden haber causado muchos problemas.

 

Es posible que el aparato de oxígeno en sí, haya necesitado reparación o reajuste antes o después de que abandonaran el Campo VI, y por eso los retrasó. Aunque bastante improbable, es concebible que la zona de niebla y nubes que había experimentado debajo se hubiera extendido hasta su nivel y, por lo tanto, hubiera impedido en cierta medida su avance.

 

Cualquiera o todos estos factores pueden haberlos obstaculizado e impedido que subieran con el tiempo. Continué mi camino hasta el campo VI y, al llegar allí, alrededor de las dos, empezó a nevar y el viento aumentó.”

 

No podía dejar de traer al lector, esta reflexión textual de Noel Odell, porque fue el, el único testigo de la gesta. No hay otro. No hubo otro. Estas palabras entonces, son testimoniales, valiosas, imprescindibles, si es que alguna vez podemos llegar a inferir que es lo que sucedió con los pioneros.

 

En este punto, ya no se supo nada más de ellos. Ya en el Campo VI, Odell entró en la pequeña tienda para refugiarse por un tiempo. Dentro había una variedad de ropa de repuesto, restos de comida, sus dos sacos de dormir, cilindros de oxígeno, y partes de aparatos; En el exterior se encontraban más piezas de este último, y soportes de aluminio.

 

Podría suponerse que se trataba de signos indudables de trabajos de reconstrucción, y probables dificultades con el equipo de oxígeno. Odell pensó que nada le habría divertido más a Irvine, que haber pasado la noche anterior trabajando en algún tipo de trabajo relacionado con el aparato de oxígeno, o haber inventado algún problema para resolver.

 

Le encantaba vivir entre piezas de aparatos, y un montón de herramientas, o mejor dicho, se deleitaba con ellas, y nunca era más feliz que cuando se enfrentaba a alguna dificultad mecánica. Y allí, a 8200m, habría sido fiel a sí mismo, y mostrado sus rasgos habituales, aunque su taller para ese propósito sería decididamente limitado, y no habría podido contar con mucho más que una llave inglesa, y posiblemente un par de alicates. Pero era maravilloso lo que podía hacer con ellos.

 

En el campo, no habían dejado ninguna nota, lo que dejó sin saber a qué hora habían partido realmente, ni qué pudo haber intervenido para causar el retraso. La nieve continuó y después de un rato, Odell se preguntó si el clima y las condiciones más arriba, habrían requerido que los pioneros, emprendieran su regreso.

 

El Campo VI estaba en una posición bastante oculta en una repisa y respaldado por un pequeño peñasco, y en las condiciones reinantes parecía probable que experimentaran considerables dificultades para encontrarlo. Por ello, Noel salió por la ladera de la montaña, en dirección a la cima, y después de trepar unos sesenta metros, silbando por si acaso los oía, se refugió, por un rato, detrás de una roca.

 

No se podía ver más que a unos pocos metros de distancia, de tan espesa que era la atmósfera, y en un esfuerzo por olvidar el frío, examinó las rocas a su alrededor en caso de que se pudiera encontrar algún nuevo punto de importancia geológica. Pero con la ráfaga de nieve y el viento cortante, al cabo de una hora decidió regresar, comprendiendo que incluso, si Mallory e Irvine regresaran, difícilmente podrían estar todavía a su alcance, y menos aún, bajo esas condiciones.

 

Al retornar al Campo VI, la tormenta, que no había durado más de dos horas, pasó, y al poco tiempo, toda la cara norte quedó bañada por el sol, y la nieve recién caída, se evaporó rápidamente, sin haber una fase intermedia de derretimiento como ocurre en altitudes más bajas.

 

Los riscos superiores se hicieron visibles, pero no pudo ver señales de los escaladores. Esperó un rato, y luego recordó que Mallory le había pedido especialmente en su última nota, que regresara al Collado Norte, ya que él deseaba especialmente llegar allí, y presumiblemente, si era posible, evacuarlo y llegar al Campo III esa misma noche.

 

Pero además de esto, la pequeña tienda de campaña del Campo VI, sólo era lo suficientemente grande para dos, y si se quedaba, y ellos regresaban, uno habría tenido que dormir afuera, al aire libre, un recurso peligroso en una posición tan expuesta.

 

Colocó la brújula recuperada de Mallory, que había traído del Campo V, en un lugar visible en la esquina de la tienda, junto a la puerta, y después de comer algo, y dejar abundantes provisiones para su regreso, cerró la tienda.

 

Abandonó el Campo VI alrededor de las 4:30, bajando por la cresta extrema del North Ridge, deteniéndose de vez en cuando para mirar hacia arriba, y explorar las rocas superiores en busca de algunas señales del grupo, que a estas alturas, le pareció, ya deberían estar en su camino descendente.

 

Pero miró en vano: a esa gran distancia y contra un fondo tan accidentado, tenía pocas esperanzas de distinguirlos, excepto por una buena probabilidad de que estuvieran cruzando una de las raras manchas de nieve, como había sucedido esa mañana, o en la cresta del arete nororiental, si es que regresaban por la de su ascensión, como parecía más probable.

 

Arribó al Campo V a las 6.15, pero como no había motivo para desviarse para visitarlo, ya que estaba situado a unos cien metros de la cresta principal hacia el este, a lo largo de la cara, continuó con el descenso.

 

Luego, llegó al Campo IV a las 6:45 pm. Fue bastante sorprendente y al mismo tiempo útil saber que esta distancia entre los campos IV y V, que en cualquier momento requería de tres a cuatro horas de arduo trabajo, podía cubrirse en apenas treinta y cinco minutos, descendiendo mediante un “glissade”. Fue un deslizamiento que requirió cuidado, y juicio para evitar las rocas por un lado, y el precipicio por el otro.

 

Fue recibido por Hazard en el Campo IV, con una maravillosa sopa caliente, hecha con una mezcla de al menos seis variedades de “Maggi”.

 

La tarde era clara y estuvieron atentos, hasta bien entrada la noche, en busca de algunas señales del regreso de Mallory e Irvine, o incluso, alguna señal de emergencia. El débil resplandor que después del atardecer invadía la gran montaña oscura, que se elevaba por sobre ellos, se perdió más tarde en la luz de la luna filtrada, y reflejada desde las altas cumbres del Rongbuk occidental.

 

Esperaban que aquel suceso pudiera ayudarles, si acaso algún incidente hubiera impedido su regreso al Campo V o VI. A la mañana siguiente escudriñaron con los prismáticos, las diminutas tiendas de aquellos campamentos que se encontraban muy por encima de ellos, pensando que debían estar en uno, u otro lugar, y aún no habrían comenzado a descender. Pero no se vio ningún movimiento, y al mediodía, Odell decidió subir a buscar, antes de emprender la retirada final.

 

Junto a Hazard, elaboraron un código de señales, para que poder comunicarse, hasta cierto punto, en caso de necesidad: esto se hacía mediante una disposición fija de sacos de dormir colocados contra la nieve para las señales diurnas.

 

También se organizaron señales de respuesta para Hazard. En caso de ser necesario su uso después del anochecer, dispusieron un código de señales de destello simples, que incluía, por supuesto, en caso de necesidad, la señal de socorro alpina internacional.

 

En ese momento contaban con tres porteadores, en el campamento del Collado Norte, y a dos de ellos Odell logró convencerlos para que lo acompañaran. Salieron hacia arriba a las 12:15, encontrándose de inmediato, con el tradicional y fuerte, viento cruzado del oeste que casi siempre prevalece, y que realmente había sido el medio para frustrar el intento anterior de Mallory y Bruce. Los dos sherpas flaquearon repetidamente, y fue difícil convencer a uno en particular para que siguiera adelante. Sin embargo, llegaron al Campo V, donde pasarían la noche, en un tiempo bastante bueno de tres horas y cuarto.

 

Noel Odell no esperaba encontrarse allí con que Mallory e Irvine, ya que en ningún momento pudo visualizar desde abajo, movimiento alguno. En consecuencia, ahora las esperanzas reposaban en el Campo VI, aunque en ausencia de cualquier señal, las perspectivas no podían dejar de ser negras.

 

Y el tiempo no permitió, incluso si hubiera podido inducir a los sherpas, a continuar en esas condiciones, avanzar al Campo VI esa noche. Permanecieron entonces en el V, todo lo cómodos que les permitió el fuerte viento, pero las ráfagas que barrían la arista norte amenazaban de vez en cuando, con arrasar las tiendas, y arrojarlos indefectiblemente hacia el fondo del abismo.

 

De vez en cuando se veían fugaces destellos de un tormentoso atardecer, y a medida que la noche se acercaba, el viento y el frío aumentaron. Logró cocinar un poco de macarrones con tomates en la estufa, acompañándolo con té caliente. El frío fue intenso esa noche y agravado por el fuerte viento, y uno se quedaba helado, y sin poder dormir, dentro de los sacos, con toda la ropa puesta. Por la mañana el viento era tan fuerte y penetrante como siempre, y al mirar la tienda de los porteadores los encontró pesados ??y poco dispuestos a moverse. Intentó despertarlos, pero ya no podía esperar nada más de ellos.

 

Les dijo que regresaran sin demora al Campo IV y, viéndolos bien encaminados hacia el descenso, en solitario avanzó hacia el Campo VI. Esta vez, con un suministro de oxígeno artificial disponible. Luchando denodadamente contra el viento, utilizó durante el trayecto, algo de oxígeno. Pero pudo comprobar que no producía ningún efecto de bienestar, así que prescindió de él.

 

Al llegar a la tienda del Campo VI, encontró todo tal como lo había dejado: la tienda evidentemente no había sido tocada desde que estuvo allí dos días antes. Sin embargo, un poste había cedido con el viento, aunque los anclajes habían impedido un colapso total. Dejó el aparato de oxígeno, e inmediatamente siguió la ruta probable que hubiesen tomado Mallory e Irvine, para hacer la búsqueda que pudiera, en el tiempo limitado disponible.

 

Esta parte superior del Everest debe ser ciertamente el lugar más remoto y menos hospitalario de la Tierra, pero en ningún momento lo es más enfática e impresionantemente, que cuando una atmósfera oscura oculta sus rasgos y un vendaval corre sobre su cruel faz. ¿Cómo podría encontrar a sus amigos bajo esa atmósfera?

 

Después de luchar durante casi un par de horas buscando en vano algún indicio o pista, se dio cuenta, que las posibilidades de encontrar a los desaparecidos eran ciertamente pequeñas, en una extensión tan vasta de riscos y losas rotas, y que para cualquier búsqueda más profunda en la pirámide final, habría que organizar otra fiesta.

 

Al mismo tiempo, consideró, que dondequiera que les hubiese sucedido una desgracia, se descubrirían algunas huellas de ellos, por sobre la cresta. Pero con el tiempo disponible en las condiciones imperantes, le resultó imposible ampliar la búsqueda. Con demasiada reticencia regresó al Campo VI, para refugiarse un rato del viento, que daba señales de amainar en su fuerza.

 

Aprovechando la oportunidad de esta pausa, con gran esfuerzo arrastró los dos sacos de dormir fuera de la tienda, y los subió por las escarpadas rocas hasta un empinado parche de nieve pegado a un acantilado de rocas, más arriba del campo. Allí, con la señal a través de los sacos, le indicó a Hazard en el Campamento del Collado Norte, los resultados de la búsqueda.

 

Colocada en forma de T, la señal con los sacos de dormir transmitía la noticia de que no se podía encontrar ningún rastro de los desaparecidos. Afortunadamente, la señal se vio a 1200m más abajo, en el Collado Norte, aunque no pudo distinguir la señal de respuesta de Hazard, debido a la mala luz. Regresó a la tienda, y tomo la brújula de Mallory que había traído a petición suya, dos días antes.

 

Pensó que valía la pena recuperar eso, y el equipo de oxígeno diseñado por Irvine. Luego, cerrando la tienda y dejando el resto de su contenido tal como los habían dejado sus amigos, miró hacia la imponente cumbre que se alzaba por detrás, que de vez en cuando se dignaba revelar sus rasgos envueltos en nubes, y que parecía mirarlo con fría indiferencia, y aullar de burla en medio de las ráfagas de viento ante, el pedido del hombre de revelar su secreto, para emprender finalmente la retirada.

 

“¿Qué derecho teníamos a aventurarnos hasta ese momento en la santa presencia de la Diosa Suprema, o, mucho más, a lanzarle nuestros blasfemos desafíos para picarle hasta la punta de su nariz? En verdad, era la tierra sagrada del Chomolungma, la Diosa Madre de las Nieves de las Montañas, si lo habíamos violado, ¿Lo estaba violando yo ahora? ¿Nos habíamos acercado a ella con la debida reverencia, y sencillez de corazón y propósito?”

 

Fue en este momento entonces, que Noel Odell, entendió que la Diosa Miyolansagma, había dicho que no.

 

Aceleró el paso en el terreno más fácil más abajo, pero a veces encontró necesario buscar protección del fuerte vendaval al abrigo de las rocas, y asegurarse de que ningún síntoma de congelación era inminente. Hazard lo había visto llegar, y envió al único sherpa que le quedaba para darle la bienvenida, al pie de la cresta.

 

Al día siguiente, junto a Hazard, el porteador, dejando las tiendas en pie, y cargando todo lo que pudieron recuperar, evacuaron el campamento del Collado Norte y bajaron, con buen tiempo, por la “ruta de la avalancha” al Campo III, donde encontraron a Hingston y Shebbeare, a punto de evacuarlo.

 

Después de un descanso y una buena comida, continuaron con el descenso,  hasta el Campo II, donde pasaron la noche, y al día siguiente se reunieron con todo el grupo, en la base.

 

La conclusión de Odell: “Ya he mencionado las posibles razones por las que Mallory e Irvine tardaron tanto en llegar al punto en el que fueron vistos por última vez. Si la vista fue en el segundo escalón de roca, este tiene una altitud de aproximadamente 8600m, como se determinó, a través del teodolito desde el Campo Base utilizado por Hazard. Pero sí en cambio, estaban en el primer escalón de roca, entonces la posición se corresponde con 8530m.

 

En este último caso, podemos establecer como récord de altitud conocido, la mayor altura montañosa definitivamente alcanzada por el hombre, a Norton, que alcanzó los 8564m. Por lo tanto, propongo especular muy brevemente sobre las causas probables de su fracaso en regresar.

 

Desde el “segundo escalón” tenían que superar unos 243m de altitud, y 490m de terreno que cubrir, para llegar a la cima, siempre y cuando no se presentara ningún obstáculo particularmente difícil en la pirámide final. Deberían haber llegado a la cima en alrededor de las 3 a las 3.30pm. Sin embargo, antes de abandonar el Campo VI, Mallory le había enviado una nota a Noel en el Campo III diciéndole que esperaba llegar al pie de la última pirámide, unos 8625m, a las 8 de la mañana.

 

De modo que, según este programa, llegarían quizás cinco, o seis horas tarde a la cima, por lo tanto, les resultaría casi imposible bajar al Campo VI antes del anochecer, ya que les demandaría, cinco o seis horas para el regreso. Pero al mismo tiempo hay que recordar que había luna, aunque salió bastante tarde, y esa tarde hacía buen tiempo, y la montaña estaba libre de niebla, hasta donde alcanzaba la vista. A pesar de esto, es posible que se hayan desviado del camino, y no hayan podido encontrar el Campo VI, y en su condición de sobrecarga, buscaron refugio hasta el amanecer, un peligro del que Mallory, como era un montañero experimentado, sería muy consciente, pero se encontraría impotente. Resistir y dormir a esa altitud, y con ese grado de frío, casi con seguridad resultaría fatal.

 

Sé que a Norton le resulta difícil conciliar esta explicación "con el hecho de que no se vio luz en la montaña después del anochecer, y soy muy consciente de que es un poderoso argumento en contra. Pero para mí, no es de ninguna manera concluyente ya que cualquier cosa podría haber sucedido, ya sea daño o pérdida de su linterna, que les hubiera impedido mostrar una luz.

 

Y lo mismo se aplica a las bengalas de magnesio, que suponíamos que llevaban. En la tienda del campo VI encontré uno o dos de estos últimos, lo que indica la posibilidad de que los hubieran olvidado la mañana de su partida.

 

La otra posibilidad probable, que muchos no suscribirán de forma antinatural, es que encontraron la muerte al caer. Esto implica que estaban atados entre sí, una sugerencia que he mencionado anteriormente no necesariamente debe inferirse de sus movimientos observados la última vez que los vieron.

 

Al mismo tiempo, es posible que, aunque sin cuerda, hayan estado subiendo, en el ascenso o en el descenso, por una pendiente muy empinada en orden cercano, y el de arriba cayera sobre el de abajo y lo derribara.

 

Pero es difícil para cualquiera que conociera la habilidad y experiencia de George Mallory en todo tipo y condiciones de terreno montañoso, creer que cayó, y que las dificultades para él serían tan insignificantes. De Sandy Irvine se puede decir que, aunque tenía menos experiencia que Mallory, había demostrado ser un adepto natural y capaz de moverse con seguridad y facilidad sobre roca y hielo. Podía seguir, si no conducir, a cualquier parte. Ésa había sido mi experiencia con él en Spitzbergen, Noruega, y en las montañas de nuestra propia tierra.

 

Por supuesto, estaban obstaculizados por el aparato de oxígeno, una carga muy pesada, como Mallory me había mencionado en su última nota. ¿Pero podría caer una pareja así, y donde técnicamente la escalada parecía tan fácil?”

 

Ahora, cien años después, podemos inferir que la segunda opción, podría estar más cercana a la realidad. Odell también hizo un análisis respecto a la posibilidad de que una caída en el ascenso.

 

En este sentido, Odell concluye que la otra parte del ascenso que podría haber presentado alguna dificultad, es el mismo pie de la pirámide final, donde las losas se inclinan antes de que se pueda alcanzar la cresta de apariencia relativamente fácil, que lleva a la cumbre final.

 

Norton, en su punto más alto, se encontraba muy por debajo de este tramo, y ha expresado la opinión de que estas losas, salpicadas de nieve, podrían constituir una fuente considerable de peligro en caso de resbalón.

 

En cualquier caso, para un líder de la experiencia y habilidad de Mallory, las dificultades moderadas que se presentarían, no podrían haberlo detenido por mucho tiempo, y mucho menos derrotado.

 

También se sugirió, que el aparato de oxígeno pudo haber fallado y, por lo tanto, les impidió regresar. Al respecto Odell concluye que: “No puedo aceptar la validez de este argumento, ya que, según mi experiencia personal, estar privado de oxígeno -al menos cuando no se ha estado usando libremente- no impide continuar y menos aún bajar de la montaña. En mi segundo viaje al Campo VI, cuando estaba usando oxígeno, lo desconecté a unos 7900m, y continué, y regresé sin él. Mallory en su última nota, dijo que estaban usando poco oxígeno, y que esperaban tomar sólo dos cilindros cada uno, en lugar de la carga completa de tres cada uno, del Campo VI.”

 

Odell concluyó que encontraron la muerte intentar ir más allá de sus límites. Mallory había declarado que no correría ningún riesgo en ningún intento por llegar a la cima final; pero ya, en medio del ruedo, el deseo de superar, el anhelo de victoria que se había convertido para él, como ha dicho Norton, en una obsesión, puede haber sido demasiado fuerte.

 

El conocimiento de su probada capacidad de resistencia y la de su compañero puede haberlo impulsado a hacer una apuesta audaz por alcanzar la cumbre.

 

“Sé que Irvine estaba dispuesto, mejor dicho, decidido, a gastar hasta su último gramo de energía, a hacer todo lo posible, como él mismo lo expresó, llevar adelante un esfuerzo supremo por llegar a la cima.

 

¿Y quién de nosotros, que haya luchado con algún gigante alpino en medio de un vendaval, o en una carrera con la oscuridad, podría contenerse cuando tal victoria, tal triunfo del esfuerzo humano, estaba a nuestro alcance? La pregunta sigue siendo: “¿Se ha escalado el Monte Everest?” Debe dejarse sin respuesta, porque no hay pruebas directas. Pero teniendo en cuenta todas las circunstancias que he expuesto anteriormente, y considerando su posición cuando fueron vistos por última vez, creo que hay una gran probabilidad de que Mallory e Irvine tuvieran éxito.”

 

El 1 de mayo de 1999, Conrad Anker, un escalador estadounidense, que, para entonces, nunca había escalado un ochomil, fue al Everest, por la ruta del Collado Norte, invitado a una expedición, que tenía por objeto “resolver los misterios del Everest”.

 

Junto a su equipo, buscaron el área donde los chinos habían encontrado un cuerpo décadas antes. Mientras sus compañeros de equipo buscaban en la base de la Banda Amarilla, Anker atribuye el haber atravesado solo un poco más abajo de la montaña, a su intuición, basada en su conocimiento de escalada. Una hora después de su búsqueda, Anker encontró los restos de George Mallory. Recordó el emotivo servicio comunitario que realizó con sus compañeros de equipo. Leen un salmo que describe la vida como eterna. Para Anker, el momento fue “un momento muy singular en mi vida, fue un momento muy humillante. Fue algo que sucederá sólo una vez”, dijo.

 

Ya sea Amelia Earhart, desapareciendo en el Pacífico Sur, o George Mallory, desapareciendo en la cima del Monte Everest, las historias de exploradores desaparecidos siempre contienen un elemento irresistible de misterio.

 

Después de haber escalado el Everest durante tres años, y haber experimentado serios desafíos incluso con equipos mucho más avanzados, Anker duda mucho que Mallory e Irvine hayan completado su expedición. A esa pregunta, Anker responde: "un trabajo admirable, pero sin cumbre".

 

"Es una gran historia", concluyó Anker. "El Everest es un lugar hermoso, pero francamente inhóspito". En conclusión, Anker expresa su profundo amor por la exploración. "¿Por qué lo hacemos?" finalmente postuló. "Porque está ahí... tal como dijo Mallory".

 

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