Relato

8/6/2024

Diarios del Chomolungma

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Relato

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"Irvine no vivió mucho, pero vivió bien. En su corta vida acumuló una desbordante medida de actividad que encontró su clímax en su último año maravilloso, un año durante el cual remaba en el barco ganador de Oxford, que exploró Spitsbergen, se enamoró del esquí y, tal vez, conquistó el Everest. Los ingleses prefieren vivir bien que vivir mucho. "

 

 

 

La llegada al campo base constituyó todo un despliegue increíble de personas y pertrechos. Algo más de un mes, había durado toda la travesía. La mayor parte a través del Tíbet. Esto fue el 29 de abril. Quedaba poco tiempo, unos 18 días, para la fecha establecida como primer intento, programada para el 17 de mayo, momento en el que se calculaba, que los tres campamentos glaciares, y el campamento en el Collado Norte estarían establecidos y abastecidos. Sin embargo, en estos pocos días había mucho que hacer.

 

No se podía perder ni un momento, y la gran rapidez con la que se completaron los dos primeros campamentos se debió, en primer lugar, al cuidadoso cálculo, y etiquetado de las cajas, y el equipo realizado por Norton y Shebbeare, durante el mes de marzo, mientras se realizaron todas las tareas de logística, y contrataciones del personal. En segundo lugar, a la manera discreta, y hábil, en la que los suboficiales gurkhas, manejaron la mano de obra local.

 

Al llegar al campo base, el grupo estaba compuesto por 150 tibetanos locales, reclutados, con el permiso del Dzong de Shekar, en el área entre Shekar y Rongbuk. El acuerdo consistió en que se les pagaría a razón de un chelín por día, a cada uno de ellos, y se les darían algunas raciones.

 

No debían ser empleados en la nieve o el hielo, y debían ser liberados rápidamente, cuando terminara el trabajo, ya que tenían que ocuparse de la siembra de sus campos. Se comprometieron a cuidar de sí mismos, y se les brindaron algunas comodidades, que los dejó bastante satisfechos, a pesar de tener que dormir al aire libre, en los 5400m del campo base, sin cobijas ni mantas.

 

Su estirpe de tibetanos, los hizo resistentes a esas inclemencias. Difícilmente, de haber sido otro su origen, hubiesen podido resistirlo. A partir de este momento, una de las consideraciones que debieron empezar a tener una fuerte prioridad, era el estado físico, y en especial el descanso de los escaladores. Ellos constituían el eje principal, de toda la expedición, y era necesario cuidarlos. Hasta allí, se les hubiese permitido cualquier tipo de dolencia, que los dejara fuera por algunos días. Ahora, se hacía imprescindible que gozaran de buena salud, especialmente sabiendo que el tiempo les apremiaba.

 

En este sentido, bajo la sugerencia de Geoffrey Bruce, Norton, vio con buenos ojos, la idea de que los suboficiales gurkhas, se dedicaran a establecer los dos primeros campamentos de altura, colocando en el Campo II todas las provisiones, y equipos necesarios para los campamentos más altos.

 

La configuración de los campos, de acuerdo a las dos experiencias previas, establecía al campo base a 5000m, sobre la línea principal del glaciar Rongbuk. El campo I, a 5400m, en el ingreso al glaciar East Rongbuk, que sería aproximadamente la posición de hoy en día, del campo base en la ruta del collado norte. El Campo II, por su parte, a 6000m, correspondiéndose con la posición actual del campo base avanzado, para la misma ruta. El Campo III, a 6400m, a mitad de camino entre Campo II y la pared de acceso al collado. El Campo IV, sobre la pared, en el inicio del collado, a 7040m, correspondiéndose con la posición donde hoy en día se instala el C1. El Campo V a 7680m, sobre la ruta que une el Changtse y el Everest, unos cien metros por debajo de la posición en que hoy en día se instala el C2. Finalmente, el Campo VI, sobre el collado norte a 8200m, coincidente con el C3 de la actualidad, en el comienzo de la cresta final de acceso a la cumbre. De allí, hacia arriba, lo que toque, de acuerdo a las condiciones del momento.

 

El collado norte, es el paso que separa el Everest, del Changtse, conocido también con el nombre de Chang La. Sobre esta línea entonces, se desarrollaron los campos IV a VI.

 

De esta manera, y sin perder tiempo, el 30 de abril, tres de ellos partieron del campo base con un convoy de 150 tibetanos, hombres, mujeres y niños, que transportaban entre 18 y 20 kg de peso, cada uno, independientemente de su edad o sexo.

 

Se hicieron esfuerzos para repartir las cargas más ligeras a las mujeres y a los niños. Todos los tibetanos usaban ligas, bellamente tejidas de distintos colores alrededor de la parte superior de sus botas, y reconocen inmediatamente sus propios colores. El mejor método para distribuir las cargas consistió en recoger una de las ligas de cada persona, y al azar, distribuir cada una, sobre cada carga.

 

El dueño de la liga reclamaba su carga, y la llevaba todo el día sin más quejas. Desde el campamento base, los escaladores, pudieron observar a los culis avanzar por el valle pedregoso, cantando y bromeando mientras caminaban, para luego tomando la ruta más alta a lo largo de la lengua del glaciar, perderse de la vista, ganando altura.

 

Fue un comienzo realmente bueno, y el optimismo empezó a reinar en el campo base, donde esa noche, en la cena para celebrar el arribo, y el comienzo de la etapa decisiva, fue todo un acontecimiento: cinco platos y champán.

 

Dos de los tres suboficiales gurkhas, que conducían el convoy hacia el Campo I, habían estado en la expedición de 1922, y se podía confiar en que reconocerían la ruta de los Campos I al II sin problema. Sus órdenes eran enviar setenta y cinco culis de regreso al campo base, al llegar al campo I, y quedarse con los otros setenta y cinco, para con ellos, realizar el traslado al campo II, al día siguiente.

 

Setenta y cinco regresaron sin problemas del Campo I, pero a la mañana siguiente, llegó la noticia, de que cincuenta y dos habían desaparecido durante la noche. Se trataba de un asunto muy serio, porque todo dependía de estos hombres, y una huelga de transportes en aquel momento, paralizaría efectivamente todo el programa. Así que Norton, Shebbeare y Geoffrey Bruce, subieron al Campo I para interiorizarse de la situación.

 

Al llegar al campo I, los escaladores se sintieron aliviados al no encontrar evidencia de descontento, y que todo iba bien. Justo después de la llegada, arribó el convoy de setenta y cinco tibetanos descendiendo del Campo II.

 

Estaban llenos de alegría. Los escaladores les comunicaron que estaban haciendo un trabajo espléndido, y que si terminaban el campo II con todas las cargas necesarias para la noche siguiente, les darían un salario extra, y buena comida. Estaban encantados, y prometieron llevar adelante el asunto.

 

Aunque hicieron averiguaciones exhaustivas, no se pudo arrojar ninguna luz sobre la repentina salida de los cincuenta y dos del campo base. Las actuaciones de las mujeres son dignas de ser recordadas. Una llevó a su hijo de aproximadamente dos años encima de su carga de 18 kilogramos, desde los 5300m hasta los 6000, depositó su carga allí, y cargó al niño de regreso.

 

Inmediatamente expresó su disposición a repetir el viaje si fuera necesario. Otra mujer de edad más madura, que ya tenía el pelo gris, los invitó a un pequeño baile antes de sentarse a comer.

 

Los suboficiales gurkhas informaron que la ruta entre los campos I y II, apenas había cambiado en los últimos dos años, y no había presentado dificultades. El campamento I era, para el glaciar Rongbuk, un refugio acogedor que lograba aprovechar la luz del sol, pero carecía de la mayor parte del viento. Estaba situado a unos cientos de metros de la unión de los glaciares principal, y el East Rongbuk. Lejos de él, a ambos lados del arroyo discurrían empinadas pendientes de pedregal, que culminaban en acantilados verticales. Por doquier, se podían ver pilares de roca modelados por el viento, casi con forma de hombres.

 

Los “Sangars” construidos por la Expedición de 1922 todavía estaban en buenas condiciones, y extendiendo sobre ellos las lonas de las tiendas Whymper se habían construido cómodos refugios para los suboficiales.

 

El Campo I, era sin duda el mejor campamento del glaciar, pero desgraciadamente, el que menos se utilizaba, debido a su distancia de la montaña. Después de beber una taza de té caliente, emprendieron el regreso hacia la base. En el camino, pasaron junto a un grupo de fotógrafos de Noel, llevando a dos de sus mulas cargadas con equipo cinematográfico, hacia el Campo I.

 

Llegaron bien al campo I, y repitieron el viaje varias veces en los días siguientes. Pero el suministro inadecuado de forraje para las mulas, que tuvieron que ser transportadas desde Chodzong, hasta el campo base, una distancia de aproximadamente 35 kilómetros, complicó en algo las cosas.

 

En la tarde del 2 de mayo llegó la noticia de que todas las cargas estaban depositadas de manera segura en el Campo II, y que enviaban a los culis, para el pago por sus servicios. Esto fue realmente un gran éxito, sobre todo porque durante el día se había producido una ligera tormenta de nieve y el riesgo de interrumpir el buen funcionamiento del tráfico, pasó a un segundo plano.

 

Al anochecer llegaron los culis. Se les pagó por los servicios, y les dieron la comida prometida. Fue un placer ver a esa gente sencilla, disfrutando de una buena comida, y aparentemente satisfecha con su suerte. Todos los integrantes de la expedición, estaban muy conformes con lo que habían hecho. Seis de los mejores culis, se quedaron para trabajos ocasionales en el campamento, y el resto regresó a Rongbuk, con poca cara de felicidad.

 

La siguiente tarea era el transporte desde el Campo II, hacia el Campo III, y los campos superiores. Para este trabajo el propio cuerpo de porteadores, se dividió en dos grupos de veinte cada uno, y una reserva de doce.

 

El primer grupo, debía ir con algunos de los escaladores al Campo III, establecerlo, y permanecer allí con el fin de llevar la carga, al Collado Norte. Al día siguiente, el segundo grupo, se trasladaría al campo II y trabajaría entre el II y el III.

 

El grupo de reserva debía permanecer en el campo base listo para reemplazar las bajas entre los dos primeros grupos, porque al tratar con el Everest, cualquier lugar más allá del campo base, puede considerarse como la "zona de peligro", y seguramente se pueden esperar problemas de alguna u otra forma.

 

A los suboficiales gurkhas, se les asignó la tarea responsable de hacerse cargo de un campamento glaciar para cada uno, lo que incluía velar por la alimentación, y el bienestar de todos los que se encontraban en él, y supervisar las llegadas, y salidas de los convoyes.

 

El éxito, o el fracaso del intento previsto para el 17 de mayo, dependia en gran medida, del trabajo del cuerpo de porteadores, durante las siguientes dos semanas.

Aparte de cocineros, personal en general y zapateros, durante el mes de marzo, en Darjeeling, se alistaron a setenta hombres como porteadores.

 

Las experiencias anteriores en el Everest, indicaban que serían necesarios hombres, para acompañar la expedición, y los voluntarios, eran tan abundantes que se pudo seleccionar un grupo entre ochocientos. Entre ellos había muchos que habían participado en la expedición de 1922, y los que lo habían hecho muy bien ese año, volvieron a participar inmediatamente.

 

La selección de los restantes, sin más que la apariencia para basarse, fue un asunto difícil, y seguramente tuvo la naturaleza del azar, ya que no había tiempo, ni medios disponibles para probarlos individualmente. El principio rector era elegir hombres de evidente buena crianza que parecieran ágiles y activos, con preferencia a los gigantes corpulentos y a primera vista de aspecto más impresionante.

Entre los finalmente elegidos había, sin embargo, varios hombres grandes, pero es interesante observar que cuando llegó el momento, ninguno de ellos, estaba en condiciones de participar en las ascensiones realmente altas.

 

El viaje desde Darjeeling, al campamento base, brindó una excelente oportunidad para que el cuerpo de porteadores estuviera en buenas condiciones físicas para el arduo trabajo que tenían por delante, y al mismo tiempo, para estudiarlos de cerca con miras a seleccionar a aquellos que probablemente llegarían a lo más alto de la clasificación.

 

Durante todo este período siempre tuvieron lo mejor en comida, ropa y alojamiento en tiendas de campaña, y nunca estuvieron cargados con cargas pesadas.

 

Esta política fue recompensada ampliamente, porque al llegar al campo base, ninguno estaba en la lista de enfermos. Mantenerlos en el camino recto y angosto durante varias semanas, no había sido tarea fácil, porque los sherpas y bhotias, son un pueblo alegre, e inconsecuente con una sed que debe ser saciada. Como portadores son insuperables, porque han sido educados en ello desde su juventud.

 

Desde muy pequeños aprenden a llevar cargas, a buscar y transportar agua y cereales, para el mantenimiento de sus hogares. Nacidos y criados en las montañas, tienen un paso seguro y son autosuficientes, y debido al riguroso clima de sus hogares, pueden soportar una exposición y fatiga superiores a la media.

 

Algunos de los porteadores, eran habitantes de Solah Khombu, un asentamiento sherpa en Nepal, justo al sur de Nangba La. Solah Khombu se encuentra en una de las principales rutas comerciales entre Nepal y el Tíbet, y los dos países están separados por el paso Nangba, a 5790m.

 

Estas personas piensan poco o nada, al atravesar este paso, azotado por el viento. Lo demuestra claramente el hecho de que hay un tráfico continuo a través de él, durante cinco meses al año, y que entre los viajeros se ven frecuentemente mujeres cargando a sus bebés.

 

Las duras pruebas de esta expedición, dejaron en evidencia, lo extremadamente difícil que es calibrar la verdadera forma del porteador y estimar cuánta fuerza y ??determinación le queda después de ciertas dificultades.

 

En un minuto todo va bien, al siguiente colapsa tanto física como mentalmente, aparentemente habiendo alcanzado un límite más allá del cual no puede ir. Los "Tigres", por ejemplo, a quienes veremos desenvolverse más adelante, nunca fallaron, y muy pocos se dieron por vencidos antes de poner sus cargas en el campamento.

 

El 3 de mayo fue un día frío y tormentoso, con nubes amenazadoras en el cielo, cuando el primer grupo de escaladores y porteadores, partió del campo base.

 

Los escaladores eran Mallory e Irvine, cuya intención era ayudar en el establecimiento del Campo III, para luego permanecer allí unos días en plan de aclimatación, y probar sus aparatos de oxígeno; y Odell y Hazard, debían avanzar desde el campo III, y construir la ruta hacia el Collado Norte.

Noel, con una parte de su equipo de cine, los acompañó, y al día siguiente les siguieron Havildar Umar, y el segundo grupo de porteadores. El resto, aguardó un par de días más en el Campamento Base para darle tiempo al primer grupo para cumplir con sus tareas.

 

El Campo Base presentaba diariamente escenas de considerable actividad. Allí llegaba regularmente, desde abajo, combustible, traducido en estiércol de yak, y carne, que había que controlar y pagar.

 

Un día, un par de sherpas emprendedores de Solah Khombu, recordando que la expedición anterior había estado encantada de comprar verduras, llegaron al campamento con papas para vender. Vendieron todo. Y fueron enviados  de vuelta por más.

 

En otra ocasión llegó un mensajero con una queja del Shikar de Tashi Dzon en el sentido de habían "golpeado a dos de sus súbditos, sin motivo, en Rongbuk". Por falsa que fuera la acusación, no se podía ignorar, porque gran parte de los suministros, y el bienestar de los ponis que le habían dejado, dependían de la buena voluntad de este hombre. En consecuencia, enviaron a Paul, el intérprete, a visitar a Tashi Dzon y a hacer lo que pudiera para pacificar a los Shikar.

 

Este papel de embajador encajaba exactamente con el gusto de Paul, y tan pronto como pudo conseguir un pony, se fue con aspecto muy importante: un joven vanidoso, pero eficiente. Cumplió su misión de manera muy satisfactoria y regresó una semana después con todo tipo de mensajes amistosos del Shikar.

 

Antes de que Norton abandonara el campamento base, le dio al topógrafo Gurkha, Hari Singh Thapa, que estaba adscripto a la expedición del Departamento de Estudio de la India, instrucciones completas sobre lo que debía hacer durante las próximas semanas. La zona más importante, que había que abordar, era el glaciar West Rongbuk, pero se consideró inseguro enviar al grupo de reconocimiento, sin al menos un escalador experto que los escoltara.

 

Como no había escaladores disponibles, se le pidió que hiciera dos áreas importantes, pero de fácil acceso, una dentro, y alrededor del glaciar Gyachung Kang; y la otra al este del monasterio Rongbuk. Partió el 5 de mayo, con un pequeño convoy de culis locales, en lo que posteriormente resultó ser una expedición de reconocimiento muy exitosa.

 

Volviendo al tema central, el día 6, Norton, Somervell y Beetham iniciaron la marcha hacia los campos de altura. Norton y Somervell debían seguir hasta el campo III, y aclimatarse gradualmente, antes de su intento sin oxígeno del día 17. Beetham ya casi estaba en forma. Se había recuperado maravillosamente, principalmente por pura determinación de no ceder y dejar que lo enviaran a Darjeeling.

 

Como puede observarse, se reestructuró, en este punto, el orden de los escaladores para los intentos. Todo dependía siempre de las condiciones físicas de cada uno de ellos, o sea, aprovechar el mejor momento de cada uno, para poder armar el plan final.

 

A Beetham no se lo podía tener en consideración aun, para integrar alguna de las duplas. Por lo tanto, se ofreció como voluntario para ayudar en general durante todo el proceso y, en particular, para ayudar a Noel, con su trabajo fotográfico.

 

El día 7, Geoffrey Bruce, se unió a Odell en el Campo III. El día 11, siguieron montaña arriba, para establecer el Campo V. Fueron acompañados por un grupo de reserva, entre los cuales se encontraban algunos de los veteranos de 1922.

 

Llegaron al Campo II, el 8 de mayo, y encontraron las tiendas de campaña montadas, en el mismo lugar que dos años atrás, junto al lago helado, con un alto muro de relucientes acantilados de hielo cerrándolo en la parte inferior. 

 

Encontraron el campamento completamente ocupado. Se había producido una crisis grave, que sin duda se habría convertido en un colapso total de los porteadores, si Norton no hubiera estado presente en el momento crítico para mantenerlos en pie, y restaurar su decaído valor y ánimo.

 

Norton y Somervell llegaron al Campo II el 7 de mayo sin incidentes, pero al llegar descubrieron que el segundo grupo, allí había encontrado un clima tan espantoso que Mallory había decidido formar un vertedero en el glaciar, a poco más de un kilómetro del campamento, y enviarlos de regreso. Esa tarde, entre las cuatro y las seis, observaron a algunos porteadores que se tambaleaban cansinamente por el glaciar, desde el Campo III.

 

Estos hombres pertenecían al primer grupo, y dos días antes habían hecho un viaje al campamento con carga completa. Desde entonces habían estado confinados en sus tiendas del campo III, con sólo una manta para cada uno y un poco de cebada cruda para comer, y ahora los expulsaron sin poder soportarlo más, completamente exhaustos. Esto significaba que en el Campo II había casi el doble de hombres de los que se había calculado para albergar, y todos ellos necesitaban atención, y consuelo.

 

En consecuencia, todos los almacenes y tiendas destinados a campos superiores, debieron ser distribuidos de inmediato, para hacer frente a esta grave emergencia. Mallory, Irvine, Hazard y Odell, con dos o tres hombres, aparentemente, todavía estaban en el Campo III, pero no hubo más noticias hasta que el propio Mallory bajó al Campo II, temprano a la mañana siguiente.

 

Su historia mejoró la información que habían dado los porteadores. Dijo que un viento terrible con una temperatura tan baja como -30°C, había causado estragos entre los hombres y había provocado que el segundo grupo no pudiera llegar hasta el Campo III. En consecuencia, el grupo que ya se encontraba en este último campo, se había quedado varado, con sólo las necesidades más básicas, durante cuarenta y ocho horas.

 

Él mismo les había ordenado que retrocedieran, y debido a su descorazonado estado, sólo con la mayor dificultad los indujo a abandonar sus tiendas y bajar. Dijo también que Odell, Hazard e Irvine permanecían en el Campo III, y que los dos primeros iban a intentar ese día, reconocer la ruta del Collado Norte.

 

Norton decidió dejar descansar al primer grupo en el Campo II, mientras que Somervell, debería llevar al segundo grupo hasta el vertedero, con cargas, y hacerles llevar desde allí al Campo III, provisiones y ropa de cama suficientes, para hacer el campo habitable.

 

Si el primer grupo de porteadores, podía reunirse de nuevo al cabo de veinticuatro horas, se utilizarían para mantener el Campo III abastecido desde el Campo II. Aunque la destrucción de provisiones y equipos destinados a los campamentos altos, y la dislocación temporal del programa, hicieron necesario llamar a Shebbeare que estaba en la base, para hacerse cargo del Campo II, donde su conocimiento de los hombres, y su idioma sería de gran ayuda.

 

No obstante, la base, no podía descuidarse, debido a razones fundamentales: toda la logística, y algo mucho más importante, el dinero, estaban allí. Así que se arreglaron las cosas, para que Hazard reemplazara a Shebbeare, y lo liberara de esa responsabilidad, para que tomara camino hacia los campos de altura.

 

A la mañana siguiente, Norton, Mallory y Bruce, con veintiséis porteadores, partieron hacia el Campo III. La presencia del grupo de reserva fue una gran ventaja, ya que al estar frescos podían hacer la mayor parte del transporte pesado, y su energía y entusiasmo tuvieron un efecto muy favorable sobre los demás.

 

Aproximadamente a mitad de camino, se cruzaron con Hazard, dirigiéndose a la base, para relevar a Shebbeare. Informó que él, y Odell habían intentado reconocer el Collado Norte el día anterior, pero no habían podido superar las tres cuartas partes del camino hasta el Campo IV, y dejar algunas cuerdas, y estacas al pie del campamento.

 

El recorrido sobre el glaciar era casi el mismo que en 1922, excepto que, en lugar de cruzar la “canaleta”, se seguía remontando hasta casi alcanzar el nivel general del glaciar. Incluso en este caso, pináculos azules de hielo, se levantaban hacia ambos lados. La superficie del glaciar estaba formada por hielo absolutamente liso, variado por depresiones y grietas, llenas de nieve polvo.

 

En este punto, los crampones fueron de gran ayuda, y los porteadores apreciaron rápidamente su valor. Sin ellos, esta etapa del viaje siempre era muy agotadora y tediosa, y los clavos comunes para escalar no eran lo suficientemente afilados para agarrarse a la superficie. La nieve empezó a caer poco después de salir del Campo II, y continuó cayendo durante todo el día.

 

Desde el vertedero enviaron de regreso al Campo II a todos, excepto a ocho, del grupo de reserva. Al llegar al Campo III a 6400m, el viento y la nieve habían asumido proporciones de una verdadera ventisca que duraría cuarenta y ocho horas. El Campo III era un cuadro de desolación. Aunque estaba situado en el único lugar posible para un campamento, parecía recibir cada ráfaga de hielo que soplaba. Nadie se movía por el campamento; parecía completamente sin vida.

 

Los porteadores estaban desanimados, y aquella terrible tormenta de nieve, que se sumó inmediatamente a las penurias de días atrás, apagó por completo el ánimo y la energía. Muchos de ellos se volvieron tan apáticos que ni siquiera intentaban cocinar ellos mismos, incluso cuando les metían estufas, y aceite dentro de las tiendas.

 

La fuerza del viento hacía casi imposible moverse fuera de la tienda, así que después de una comida apresurada todos se acostaron, dos en una tienda, donde los excelentes sacos de dormir, proporcionaban calor. La tormenta continuó con incesante violencia, y la nieve entraba en las tiendas cubriéndolo todo, hasta una profundidad de uno, o dos centímetros. El malestar de esa noche fue inigualable.

 

Al menor movimiento del cuerpo, una pequeña avalancha de nieve caía dentro del saco de dormir y se derretía allí formando una mancha fría y húmeda. Fue una prueba muy dura para las tiendas de campaña, y aunque la más grande de ellas sólo pesaba ocho kilos, ninguna cedió ante la terrible tensión.

 

Llegó la mañana y la nieve dejó de caer, pero la ya caída, fue impulsada por la superficie del glaciar, produciendo el mismo efecto que una tormenta de nieve. Hasta las diez de la mañana, fue inútil intentar salir del refugio de una tienda de campaña. Fue entonces cuando Kami, la cocinera, preparó un desayuno que ninguno olvidaría. Cómo logró cocinar, fue algo seguirá siendo un misterio. Anunció que la comida estaba lista, y los cinco se apiñaron en la tienda más cercana a la suya para comerla, esperando más que nada una taza de té caliente.

 

Después del desayuno se discutió la situación y se decidió que Mallory e Irvine debían bajar al Campo II ese mismo día, ya que ambos mostraban signos de la tensión que se les había impuesto, y prepararse para la posibilidad de evacuar por completo, en caso de que el mal tiempo continuara.

 

Los dos habían estado en plena actividad desde el principio, sin escatimarse ni un momento. La capacidad de trabajo de Irvine era inmensa. Después del día más agotador en el glaciar, se instalaba con sus herramientas dentro de una tienda de campaña, mejorando los aparatos de oxígeno o reparando estufas, sin importar el tiempo, o la temperatura, mucho después de que el resto estuviera dentro de los sacos de dormir. Cuando Mallory e Irvine abandonaron el campo, el viento todavía azotaba el glaciar, levantando la nieve y arrojándola por el campamento.

 

Más tarde, ese mismo día, Norton y Somervell hicieron un excelente trabajo al encontrar el camino hasta el vertedero, con diecisiete porteadores, y subiendo diecinueve cargas. Los porteadores que fueron al vertedero con Norton y Somervell, estaban casi agotados. Luchar contra ese viento penetrante, les había quitado toda la fuerza. Simplemente se dejaron caer en sus tiendas, y se quedaron allí. Al caer la tarde, el viento soplaba aún con más fuerza en tremendas ráfagas procedentes de todas direcciones. Todas las tiendas volvieron a llenarse de nieve con todas las consiguientes molestias.

 

El frío era intenso y el termómetro bajó a -39°C. Dormir era imposible con el ruido del viento, y el salvaje aleteo de las tiendas. Por fin amaneció, pero el viento continuaba. Ahora era bastante obvio que el Collado Norte sería impracticable durante varios días, incluso si el tiempo mejorara. Así que no había otro camino abierto. Había llegado el tiempo de retirarse.

 

Mientras hablaban de planes a las 9 de la mañana, la temperatura todavía estaba bajo cero. El primer paso fue sacar a los hombres, y levantar las tiendas, ya que no se consideraba seguro dejarlas expuestas a los elementos, durante la ausencia.

 

Pero era más fácil decirlo, que hacerlo, y pasó algún tiempo antes de que lograran hacer que los hombres se movieran. Estaban acurrucados en sus tiendas, sin importarles si vivían o morían, e incluso la idea de retirarse a la base, con sus comodidades, calidez y buena comida los dejó impasibles. Eventualmente, sin embargo, los persuadieron a afrontarlo, y Bruce, levantó las tiendas, Norton y Somervell, hicieron listas de lo que quedaba en el campamento.

 

Luego emprendieron el camino hacia abajo, por el glaciar azotado por el viento hasta el Campo II, luego por los accidentados kilómetros de morrena caída, retirando a todos los hombres hasta la base, con una melancólica procesión de nieve, hombres ciegos, enfermos y congelados, siendo pastoreados por sus camaradas.

 

Justo en las afueras del Campo II se encontraron a Irvine, quien les comunicó que uno de los porteadores, Tamding, se había caído con su carga al hielo, y se había roto una pierna, y que se necesitaban urgentemente los servicios de Somervell para curarlo.

 

Ese hombre había sido sirviente de Somervell en el viaje a través del Tíbet, y durante ese tiempo el propio Somervell, había perdido una o dos prendas de ropa interior, que nunca habían sido rastreadas. La inspección del miembro fracturado reveló ahora, que Tamding había “tomado prestada” la ropa que faltaba. El estado de su pierna no era muy grave, aunque le causaba un dolor considerable, y hubo que hacer arreglos para transportarlo hasta el campo base.

 

Por la tarde del 11 de mayo, Mallory, Beetham, Irvine y Noel, estaban en la base, Somervell y Odell, con la mitad de los porteadores, en el Campo I, y Norton junto a Geoffrey Bruce, con la otra mitad de los porteadores en el Campo II.

 

Tamding tuvo que ser bajado en camilla, y llegó al campo base por la tarde. Somervell, trabajando a pleno en el Campo I. Las bajas iban aumentando, y había algunos hombres muy enfermos.

 

El peor caso fue el de Shamsher, uno de los suboficiales gurkhas, inconsciente, sin sensibilidad, y con un coágulo de sangre en el cerebro. Manbahadur, el zapatero, estaba en una condición terrible, con ambos pies congelados hasta los tobillos. Otro hombre padecía una neumonía grave, mientras que muchos padecían dolencias menores.

Lograron bajar a todos, excepto a Shamsher, que no podía ser movido, y un suboficial, y un par de porteadores se quedaron para cuidarlo.

 

Hingston llegó al campo base el día 11, después de haber conducido sano y salvo, al general Bruce, hasta Gangtok, y haber cruzado apresuradamente el Tíbet para reunirse con la expedición.

 

En la mañana del 13 de mayo, Paul, el intérprete, fue enviado al Monasterio de Rongbuk para pedir al Santo Lama que bendijera a todos los integrantes de la expedición. Estaban todos muy ansiosos de obtener su bendición. Un viaje al monasterio les haría mucho bien, mientras que la influencia de la bendición del Lama sería inestimable para ayudarles a recuperar la moral.

 

Después de sólo una noche en el campo base, empezaban a parecerse más a ellos mismos otra vez, pero era obvio que, si querían sacar lo mejor de ellos, sería necesaria alguna reorganización.

 

Después del desayuno, Norton y Geoffrey, decidieron dividirlos en tres grupos definidos, cada uno de los cuales estaría dirigido por un porteador seleccionado, con el siguiente mejor como su segundo al mando para hacerse cargo si algo le sucediera al líder.

 

Estos líderes y segundos al mando recibirían un pago extra y, en general, serían tratados como suboficiales. La única ventaja que se obtuvo de las dificultades de la semana anterior, fue que ahora teníamos una muy buena idea de cuáles eran los hombres más destacados.

 

De los tres originalmente seleccionados como líderes, Narbu Yishó y Lobsang, se hicieron famosos posteriormente, cuando, con los más fuertes de sus respectivos grupos, llevaron cargas al Campo VI, a 8200m.

 

Mientras tanto, Hingston estaba ocupado atendiendo a los enfermos en la base. Manbahadur, el zapatero, se encontraba todavía en un estado terrible, y aunque hubiera vivido, sin duda habría perdido ambos pies hasta el tobillo.

 

Todo lo demás iba progresando bien. Hingston y Bruce, con un grupo de camillas, partieron hacia el Campo I, para ver a Shamsher, con la esperanza de que después de una noche de descanso tranquilo, estuviera mejor, pero no fue así.

 

De hecho, este era el caso, y Hingston decidió que la única esperanza de salvar su vida, era trasladarlo a una altitud menor. Lo colocaron en una camilla, y aunque lo transportaron con sumo cuidado, no pudo aguantar el viaje, y murió esa noche a un kilómetro del campo base. Manbahadur, por su parte, murió unos días después, y fueron enterrados en un lugar protegido, cerca del campamento base.

 

El día siguiente fue muy ajetreado, y aunque los campamentos hasta el III estaban establecidos, y parcialmente abastecidos, había mucho que hacer para corregir las listas, y asegurarse de que no quedara nada fuera. La comida y la ropa de los porteadores también requirieron mucha atención, y hubo que enseñar a los hombres designados como cocineros, cómo utilizar las estufas Primus.

El tiempo todavía estaba muy inestable, y esa tarde cayó nieve en la base, y la montaña pareció imposible durante todo el día. El 15 de mayo fue el día fijado para la bendición. Toda la expedición iba a ser bendecida: escaladores, gurkhas y porteadores. Antes de comenzar, a cada hombre se le dieron dos rupias, para que hiciera una ofrenda al Lama, y ??luego todos partieron hacia el Monasterio de Rongbuk, a 4 millas valle abajo. A su llegada se les dijo a los hombres que permanecieran en el gran patio exterior, mientras a los escaladores, los llevaron por un tramo de estrechas escaleras, hasta la antecámara del Lama, donde estaba puesta una mesa para comer.

 

Algunos de los jóvenes lamas del monasterio, repartieron la forma habitual del plato tibetano, que consiste en macarrones con especias. Luego, fueron ante la presencia del Santo Lama, que estaba sentado en un altar en su patio en la azotea, atendido por una docena de Lamas menores.

 

Se sentaron frente a él, mientras los escaladores hombres llenaban el espacio en el medio. Por turnos caminaron hasta su altar, y él, tocó la cabeza a cada uno, con su rueda de oración de plata, que sostenía en su mano izquierda. Siguieron los Gurkhas, y los porteadores, quienes se vieron profundamente afectados por la sencilla ceremonia. Luego, el Lama pronunció un discurso breve pero impresionante, alentando a los hombres a perseverar, y asegurándoles que él personalmente oraría por ellos. Nada podría haber sido más satisfactorio.

 

La reverencia con la que los hombres entraban y salían de la presencia del gran Lama, era una prueba elocuente de su influencia sobre ellos. Sus oraciones y bendiciones, les dieron un nuevo corazón, y en el viaje de regreso a la base, volvieron a lucir casi su alegre estado normal.

 

Esa noche, Paul llegó a la tienda comedor, y anunció que todos los porteadores estaban muy contentos y agradecidos “a él y al coronel Sahib” por haber organizado la ceremonia. El día 16 fue un día espléndidamente hermoso, sin una sola nube en el cielo, y la montaña clara y serena. Parecía que este tiempo realmente había llegado para quedarse, por lo que se decidió empezar de nuevo al día siguiente.

 

Desde el retorno al campo base, el día 12, Mallory había estado ocupado elaborando un nuevo programa, mostrando los movimientos de cada escalador, y cada grupo de porteadores, durante los diez días posteriores. La intención era volver a poner en marcha el plan original, retrasando la fecha del intento final de alcanzar la cumbre del 17, al 29 de mayo.

 

Los suboficiales gurkhas, y un pequeño grupo de hombres abandonaron el campamento esa misma noche del día 16, y reocuparon el Campo I, de modo que no debería haber demora en comenzar, el ascenso, al día siguiente.

 

Sin embargo, a la mañana siguiente volvieron a aparecer los problemas: Beetham padecía un agudo ataque de ciática, y apenas podía moverse. Fue mala suerte que el destino le hubiera afligido así, justo cuando estaba recuperando su verdadera forma, y estaba tremendamente ansioso por ocupar su lugar en el frente.

 

En la tarde del 19 de mayo, la expedición se encontraba una vez más en plena ocupación del glaciar hasta el Campo III. Las condiciones meteorológicas parecían mucho más favorables, y los últimos dos días habían sido luminosos y soleados, aunque había cierta cantidad de nubes alrededor de la montaña. Los escaladores se distribuyeron de la siguiente manera: Norton, Somervell, Mallory, y Odell en el Campo III; Irvine y Hazard en el Campo II, de camino al III; Shebbeare, a cargo del trabajo de los convoyes en el glaciar, en el Campo II. Noel y Bruce, en el Campo I, camino al Campamento III. Hingston y Beetham en la base.

 

El próximo paso consistió en instalar el Campo IV, a 7000m por sobre la pared desde donde emerge el glaciar East Rongbuk, en el sitio denominado Chang La, allí, donde arranca el collado norte.

 

El 21 de mayo, Somervell, que ahora se declaraba recuperado, Irvine y Hazard, partieron alrededor de las 8.30 con un convoy de doce porteadores cargados con tiendas de campaña y provisiones, para establecer el Campo IV; La mañana era excesivamente cálida y había muchas nubes ligeras.

 

A intervalos seguía cayendo nieve seca, pero como el sol aparecía de vez en cuando, no se esperaba ningún problema. El plan era que Somervell e Irvine, acompañaran al grupo hasta el Campo IV, para ayudar a los porteadores cargados, a subir por la chimenea, y fijar cuerdas en varios lugares.

 

Luego debían regresar, dejando a Hazard solo, por una noche en el Campo IV, con los doce hombres. Al día siguiente, Odell y Bruce se unirían a él, y después de pasar la noche en el Campo IV, continuarían con los doce porteadores hasta los 7600m, y establecerían el Campo V.

 

A la mañana siguiente, 22 de mayo, nevaba intensamente; de hecho, había estado nevando toda la noche, y continuó sin parar hasta las 3 de la tarde, el termómetro bajó a -31°C, el frío jamás registrado hasta entonces, en ese punto. Y algo importante que subrayar, con una temperatura insuficiente el suministro de oxígeno y la disminución de la vitalidad en estas alturas, es un asunto más grave de lo que indican las cifras. Muchos de los participantes durmieron poco o nada. El 23 de mayo amaneció sin nubes, sin viento, y brillantemente hermoso, aunque el aire era cortante como un cuchillo.

 

Después de una noche tan fría, se concluyó, que la nieve recién caída en las laderas debajo del campo IV, debería ser segura, y como cada día, era ahora precioso, se decidió que Bruce y Odell, debían continuar con su programa.

 

Alrededor de la una de la tarde, una vez más comenzó a nevar constantemente, impidiendo toda visión de lo que estaba sucediendo arriba, pero no obstante, hubo un importante movimiento por debajo del Campo IV. Hileras de pequeños puntos negros, moviéndose lentamente hacia abajo y hacia la derecha, como moscas en una pared. Hazard había decidido evacuar el Campo IV y regresar con su grupo. Esto fue un alivio, como si realmente fuera el monzón, cuanto antes regresaran al Campo III, mejor.

 

Alrededor de las 3 de la tarde, Bruce, Odell y sus porteadores, fueron avistados bajando por la morrena: habían llegado a un punto justo antes de una gran grieta, donde decidieron que la nieve estaba en condiciones peligrosas, y que no sería seguro continuar. Su decisión de regresar fue confirmada al ver al grupo de Hazard descender por la chimenea, que había encima de ellos.

 

A las seis de la tarde llegó acompañado sólo de ocho de sus doce hombres. Parecía que había cruzado primero la travesía para comprobar el estado de la nieve fresca de la superficie, lo que hacía que fuera un paso muy peligroso. Ocho hombres lo habían seguido, uno a uno, cruzando a la vez, pero los últimos cuatro habían regresado, ya sea porque estaban enfermos (los porteadores restantes dijeron que dos de ellos estaban congelados) o, más probablemente, porque uno de ellos, tuvo miedo de seguir adelante por las condiciones del sendero. Ciertas marcas en la parte más empinada de la travesía al día siguiente, dieron color a esta última teoría.

 

De repente, la situación había tomado un cariz muy grave. La nieve caía persistentemente, y una señal ominosa, había comenzado a tomar la forma de suaves copos plumosos, como los que se asociaban únicamente, con las condiciones monzónicas. Los cuatro hombres estaban solos en el Campo IV, presa de los terrores supersticiosos, a los que siempre son propensos los de su raza, en las grandes montañas nevadas.

 

Se informó que dos de ellos estaban congelados, y entonces se supo, durante su ascenso dos días antes, una carga de alimentos variados se había perdido en un acantilado de hielo. Por lo tanto, estaban restringidos a una dieta de harina de cebada, a menos que tuvieran la iniciativa, y el abrelatas, de utilizar la pequeña cantidad de comida del sahib, que había en el campamento.

 

Era bastante evidente que debían ser rescatados, y eso a más tardar al día siguiente; porque la cuestión de la congelación por sí sola, hacía imperativo evitar incluso un día más de retraso. Era igualmente obvio que por el momento, estaba fuera de discusión continuar los intentos en la montaña. Todo el grupo en el Campo III, ya estaba en mal estado. Mallory y Somervell padecían graves problemas de garganta, a gran altura. Odell apenas había dormido durante varias noches, Irvine tenía diarrea, y Hazard acababa de pasar tres días muy difíciles.

 

Los porteadores se encontraban en su mayor parte en condiciones morales y físicas, para realizar más esfuerzos en estos momentos. Tanto por encima, como por debajo del Collado Norte había suficiente nieve fresca para que, fuera imposible cualquier intento de escalar la montaña, mientras que todos estaban convencidos, de que éste era realmente el comienzo del monzón.

 

Todos estaban claramente desgastados; tanto Mallory como Somervell, tenían tos muy fuerte, y como dijimos, dolor de garganta. Por su parte, el estado de las laderas hacia el collado, debía hacer que la subida fuera excesivamente lenta y laboriosa, y existía peligro de avalancha.

 

Hacia medianoche dejó de nevar, y asomó la luna. A las 7.30 de la mañana siguiente Mallory, Somervell y Norton, a pesar de todos los males, emprendieron el camino. Aunque hacía dos horas que había salido el sol, la temperatura todavía era de sólo -18°C.

 

Los tres hicieron la pared y la chimenea en cincuenta minutos. Al llegar a la cima del paredón, divisaron a uno de los porteadores abandonados, un tal Phu, parado en el borde de la plataforma, y ??lo llamaron repetidamente para averiguar cuál era el estado de los cuatro. Tuvieron grandes dificultades para obtener una respuesta de él, y sólo cuando llegaron al pie de la última travesía, se produjo la siguiente conversación: “¡Hola, Phu! ¿Están todos en condiciones de caminar?“. Esto tuvo que repetirse varias veces. Por fin llegó la pregunta de respuesta: “¿Arriba o abajo?”. Al parecer, el hombre, poco se dio cuenta de la gravedad de su situación. "Abajo, tonto". Entonces desapareció, y casi al instante reapareció con los tres restantes.

 

Comprobaron que uno de ellos, Namgya, tenía todos los dedos de sus manos muy congelados, y que Uchung, tenía algunos dedos de los pies levemente afectados, pero que todos estaban en condiciones de bajar. Esto fue un alivio, porque, de haberlo tenido que bajar, la situación se hubiese complicado.

 

Luego de un durísimo descenso, y una caída que afortunadamente pudo evitarse, llegaron a las 19.30 al refugio del Campo III, donde los esperaba té y sopa caliente. Luego de una noche un poco más aliviada, todos emprendieron el descenso.

 

Para el 26 de mayo, la situación era la siguiente: Odell, Noel y Shebbeare en el Campo II, con unos veinte porteadores. Mallory, Somervell, Bruce, Irvine y Norton, con otros veinte porteadores, en el Campo I. Hazard había llegado directamente a la base, donde se había reunido con Hingston y Beetham.

 

Alrededor de una docena de los porteadores, menos útiles, estaban ahora retenidos permanentemente en la base, y utilizados sólo para las tareas diarias de combustible, y raciones, hasta los Campos I o II. La idea de distribuir así al grupo en escalones, era la de permitir reanudar las operaciones, con el mínimo de retraso, si el tiempo lo permitía. Los previstos para el próximo viaje al Collado Norte debían estar en el Campo II, de modo que, una vez que se diera la orden, el Campo IV podría volver a ocuparse con sólo un día de retraso.

 

En ese momento, se llevó a cabo un consejo de guerra en el campo I. Se concluyó que no quedaba mucho tiempo para los próximos intentos, así que era necesario elaborar algún tipo de plan adicional.

 

En primer lugar, Shebbeare y Bruce acordaron que no se podía contar con más de quince, de los cincuenta y cinco porteadores originales para llegar al Campo IV, aunque se estimaba correctamente que aquellos que pudieran hacer esto bien, podrían llegar mucho más arriba.

 

El número de afectados físicos, era muy pequeño, pero una gran proporción, ya había demostrado que las condiciones inusuales e inesperadas del año, les habían quitado todo el ánimo y no volverían a estar a la altura.

 

Esto suponía una reducción drástica del transporte, pues hasta el momento apenas se había establecido el Campo IV, con cuatro tiendas de campaña, y sacos de dormir para doce porteadores, y un escalador; todavía había que transportar todos los alimentos y combustible, así como todos los aparatos y cilindros de oxígeno necesarios en la montaña, y todas las tiendas y provisiones para los campamentos más altos; y cabe recordar que una vez que el Campo IV estuvo completamente abastecido, el siguiente paso del plan original fue, enviar un grupo de quince porteadores, escoltados por dos escaladores, para establecer, y abastecer el Campo V.

 

Luego estaba la cuestión vital del tiempo. Por el momento las cosas pintaban un poco mejor, y de nuevo empezaron a dudar, si el tiempo que habían experimentado, tenía realmente algo que ver con el monzón.

 

Pero las teorías se desvanecen ante la dura luz de los acontecimientos. Aquí estaban, a seis días de la fecha en que estalló el monzón en 1922. Debían descansar dos o tres días, y perder un día más, para llegar al Campo III.

 

Las charlas siguieron, y finalmente, luego de varias discusiones se estableció la decisión de prescindir por completo del oxígeno, y asaltar la montaña en una serie de intentos, cada uno de ellos con dos escaladores: los grupos debían abandonar el Campo IV, en días buenos consecutivos, y dormir dos veces por encima de ese punto, una vez en el Campo V, a 7600m, y otra, en el Campo VI, a 8100m.

 

Al asignar a los escaladores estas diversas funciones, Norton definió que Mallory, tenía derecho a unirse al primer grupo, si así lo deseaba. Su garganta estaba notablemente mejor, y aunque hasta ahora había soportado el peso del trabajo más duro, la energía y el fuego del hombre se reflejaban en cada uno de sus gestos, y nadie dudaba de su aptitud para llegar tan alto como nadie.

 

Del resto, Bruce era ahora palpablemente el más fuerte; había sido fuerte todo el tiempo, siempre mostrando una espalda plana y un porte fácil y libre. Así que Mallory y Bruce iban a formar la primera pareja, y sin dudas, parecía una pareja que inspiraba confianza en el éxito si, en esta etapa, el éxito fuera humanamente posible.

 

La garganta de Somervell se estaba beneficiando un poco con el calor del Campo I, pero todavía estaba lejos de estar bien; pero el prestigio de Somervell, desde 1922 era enorme, y su última actuación con los porteadores abandonados, lo había realzado.

 

De todos modos, Mallory y Norton no dudaron, de que él, debía ser uno de los miembros del próximo intento. Para elegir al segundo miembro, como estaba compitiendo, Norton pidió a Somervell y Mallory, que eligieran entre Odell, Irvine, Hazard y el propio Norton.

 

Eligieron a Norton, y al respecto, no hay que olvidar que la aptitud física y la competencia técnica no fueron las únicas consideraciones: estaba la cuestión de vital importancia de proporcionar a cada grupo un escalador que pudiera hablar suficiente nepalí, para llevar consigo a los porteadores cuando su resolución comenzó a flaquear, como se esperaba que ocurriera en el Campo V.

 

Odell e Irvine desempeñarían el importante papel de seguidores en el Campo IV, mientras que Hazard permanecería como reserva en el Campo III. El 28 de mayo, al igual que el día anterior, fue un día caluroso, y sin nubes.

 

Pero el clima en el Everest no siempre es lo que parece. Una vez pasado el revoltijo de grietas y seracs, que separaban el Campo IV del verdadero collado, un fuerte viento del noroeste, uno de los enemigos más formidables para los aspirantes al Everest, golpeó al pequeño grupo en el flanco.

 

Cada miembro del grupo estaba equipado con todos los dispositivos de ropa a prueba de viento, que la experiencia, y los elementos de aquella época, podía inventar. Sin embargo, la fuerza del viento era tal, que parecía tener la doble cualidad de penetrar a través de sus ropas y, sin embargo, casi hacer perder el paso a los cargados porteadores. El progreso hacia la cresta norte del Everest, fue una verdadera epopeya. Una lucha contra el viento y la altitud, generalmente sobre roca, a veces sobre nieve, en un ángulo medio de 45°.

 

El Campo V debía estar situado en el lado este, o protegido de la cresta, a unos 7700m. No obstante, antes de eso, la resistencia de los porteadores comenzó a flaquear, y de ocho, sólo cuatro llegaron al Campo V por sus propios medios.

 

El resto depositó sus cargas, sin poder continuar. Mientras Mallory se puso a trabajar para organizar el campamento, Bruce y un tal Lobsang, merecedores de la distinción de ser uno de los líderes de los "Tigres", aquel grupo de porteadores destacados que eran la “elite” de todos ellos, hicieron dos viajes desde el nivel del campamento, y subieron las cargas faltantes sobre sus propias espaldas.

 

Pero los hombres blancos no pueden transportar cargas a estas altitudes con impunidad, y no es de extrañar que el corazón de Bruce se tensara, afortunadamente sólo temporalmente, en esta excelente actuación. Ya se había establecido el Campo V: dos frágiles tiendas de campaña de diez libras, colocadas en una pendiente casi escarpada.

 

Las tiendas de campaña ocupadas por el intento sin oxígeno de 1922, derrumbadas y sostenidas por grandes piedras, se veían claramente, a 200m más abajo. Según el plan, cinco porteadores regresarían al Campo IV, y tres hombres seleccionados, fueron retenidos para pasar la noche, y transportar un campamento aún más pequeño a 600m más arriba, al día siguiente.

 

Evidentemente todo dependía de la condición física y moral de estos tres hombres. Pero los poderes más persuasivos de Bruce, podían provocar en ellos poco entusiasmo por la tarea del día siguiente. Al parecer el viento les había quitado parte de su espíritu. Y después de la rutina verdaderamente miserable, pero inevitable en las grandes alturas, de preparar la cena, el grupo se fue a la cama, con el sol todavía dorando las cimas de las montañas circundantes, pero sin esperanzas optimistas para el día siguiente, donde solo uno, estuvo en condiciones de continuar.

 

Los otros dos declararon estar enfermos, y totalmente incapaces de llevar una carga. Bruce hablaba su idioma con fluidez, y ejercía una gran influencia sobre ellos, y si alguien podría haberlos estimulado a ir, ese era él.

 

Pero era bastante evidente que los tres porteadores estaban al límite, y que no se podía sacar nada más de ellos. Así que tras una breve consulta se decidió regresar al Campo IV.

 

Mallory y Bruce, a su llegada al Collado Norte, fueron recibidos por Odell e Irvine, quienes cumplían, por primera vez en la historia de la escalada del Everest, el recorrido oficial de los seguidores.

 

Somervell y Norton, partieron del Campo III, el 1 de junio, para seguir los pasos de Mallory y Bruce. Pero antes de empezar, Norton hizo volver a Beetham a la Base, que había estado allí, con su dolencia de ciática, pero, por su propia voluntad, decidió subir, sin la debida autorización.

 

A las tres de la tarde, junto a seis porteadores, arribaron al Campo IV, donde estaban Irvine y Odell, quienes se encargaron de la comida, y de distribuir las carpas.

 

La mañana del 2 de junio amaneció buena y, a las 6.30, Somervell y Norton, siguieron su camino hacia arriba, con el pequeño grupo de seis porteadores. A esta altura, Mallory y Bruce debían haber establecido ya el Campo V.

 

Antes del mediodía, se cruzaron con ellos, que descendían, junto con sus porteadores, después de haber levantado dos tiendas de campaña en el Campo V a 7620m, donde arribaron a eso de la una de la tarde.

 

En la mañana del 3 de junio, despertaron a las cinco de la mañana, y mientras Somervell se ocupaba de los preparativos para el desayuno, Norton bajó a la tienda de los porteadores con algunas dudas sobre cuál sería su condición.

Los temores estaban justificados, y durante algún tiempo los gemidos fueron la única respuesta a sus preguntas. Pudo comprobar que estaban totalmente acabados para seguir con la subida.

 

El tiempo continuó siendo bueno, y el viento fue notablemente menos fuerte que el día anterior. Poco después del mediodía dejaron atrás el punto más alto que Mallory, Somervell y Norton, habían alcanzado en 1922.

 

Somervell y Norton pasaron la tarde como el día anterior, con la excepción de que ahora no tenían porteadores que estimular, y esto fue una suerte, porque a 8200m, no hay un gran excedente de determinación.

 

La mañana siguiente, del 4 de junio, amaneció con la desagradable noticia de tener que buscar nieve y derretirla, para obtener la bebida esencial para el desayuno. Si, la vitalidad es baja en las primeras horas en el Campo III a 6400m, se puede adivinar que a 8200m, esto se potencia. Sin embargo, de alguna manera el trabajo estuvo hecho y salieron a las 6.40. Quizás una hora después del campamento, llegaron al borde inferior de la “banda amarilla”, que es una gran banda de arenisca de ese color, de 300m de altura, que cruza toda la cara norte del Everest de hombro a hombro, y es una característica muy llamativa de la montaña vista desde el norte. Aplica también a todas sus caras.

 

Esto les permitió avanzar con facilidad, mientras la atravesaban en diagonal, ya que estaba formado por una serie de amplias repisas que corrían paralelas a su dirección general, y lo suficientemente divididas para permitir un fácil acceso, una a la siguiente. El día era hermoso, y casi sin viento, un día perfecto para una cumbre; pero hacía un frío terrible.

 

Norton no llevaba gafas para la nieve, ya que descubrió que el tamaño de sus gafas interfería un poco con una visión clara de los pasos.

 

A una altura de unos 8380m, comenzó a experimentar algunos problemas con los ojos; Veía doble, y en un paso difícil a veces tenía dudas sobre dónde poner los pies. Pensó que esto podría ser un síntoma premonitorio de ceguera de la nieve, pero Somervell, le aseguró que no podía ser así.

La ambición, era dar veinte pasos consecutivos cuesta arriba, sin hacer una pausa para descansar, y jadear con el codo sobre la rodilla doblada; sin embargo, trece estaba más cerca de la meta. El proceso de respirar el aire intensamente frío y seco, que atrapaba la parte posterior de la laringe, tuvo un efecto desastroso en el ya muy fuerte dolor de garganta del pobre Somervell, que tenía que detenerse y toser constantemente. Cada cinco o diez minutos tenían que sentarse uno, o dos minutos, y debían tener aspecto de una pareja lamentable.

 

La vista desde esta gran altura era decepcionante: desde 7600m, la salvaje maraña de picos nevados y sinuosos glaciares, cada uno con sus líneas paralelas de morrenas como huellas de carros en un camino nevado, era hasta cierto punto imponente.

 

Pero ahora estaban muy por encima de la cumbre más alta a la vista, y todo debajo, estaba tan aplanado que se perdió gran parte de la belleza del contorno. Hacia el norte, sobre la gran meseta del Tíbet, la vista viajó a lo largo de una cadena tras otra de colinas menores hasta que se perdió todo sentido de distancia, sólo para recuperarlo bruscamente al detectar una hilera de picos nevados, que apenas asomaban en el horizonte como diminutos dientes.

 

El día era notablemente claro, en un país con la atmósfera más clara del mundo, y la imaginación se encendió al ver estos picos infinitamente distantes, escondidos sobre la curva del horizonte. Hacia el mediodía llegaron justo por debajo del borde superior de la banda de arenisca, acercándose al gran corredor, o barranco que corre verticalmente hacia abajo de la montaña y sale de la base de la última pirámide, desde el gran hombro norte.

 

El camino que habían seguido, era aproximadamente paralelo, y quizás de 150 a 180m por debajo de la cresta noreste, línea que Somervell y Norton siempre habían preferido a la cresta real, que defendía Mallory.

 

Al mediodía, Somervell sucumbió a un problema de garganta. Declaró que sólo estaba retrasando, e instó a Norton, a seguir solo, y llegar a la cima. Norton lo dejó sentado debajo de una roca, justo debajo del borde superior de la banda de arenisca, y continuó.

 

Siguió el borde superior real de la banda, que conducía en un ángulo ligeramente cuesta arriba, y a través del gran corredor; pero para llegar a este último tuvo que doblar los extremos de dos pronunciados contrafuertes, que bajaban por la ladera de la montaña, uno de los cuales era una prolongación de un elemento en la cresta del horizonte, al que llamaban segundo escalón, y que parecía una vista tan formidable.

 

Desde aquella posición, la situación empeoró mucho; la pendiente era muy pronunciada hacia abajo, los salientes de los puntos de apoyo se estrechaban a unos pocos centímetros de ancho y, al acercarse al refugio del gran corredor, había mucha nieve en polvo que ocultaba los precarios puntos de apoyo.

 

Toda la cara de la montaña estaba compuesta de losas como las tejas de un tejado, y todas inclinadas en el mismo ángulo que las tejas. Tuvo que volver sobre sus pasos dos veces, y seguir una franja diferente de estratos; el propio corredor estaba lleno de nieve en polvo, en la que se hundía hasta las rodillas o incluso hasta la cintura, y que aún no tenía la consistencia necesaria para sostenerlo, en caso de resbalón.

 

Más allá del corredor, las cosas empeoraban cada vez más. Se encontró caminando de baldosa en baldosa, por así decirlo, cada baldosa inclinada suave, y pronunciadamente hacia abajo; Empezó a sentir que dependía demasiado de la mera fricción del clavo de una bota sobre las losas. No era exactamente difícil ir, pero era un lugar peligroso para un solo escalador sin cuerda, ya que un resbalón lo habría enviado, con toda probabilidad al pie de la montaña.

 

El esfuerzo de escalar con tanto cuidado, empezaba a notarse, y lo estaba agotando. Además, el problema ocular estaba empeorando, y ya era una discapacidad grave. Siguió unos 60m más de aquél desagradable camino hacia la cima, antes de salir a la cara norte de la pirámide final y, sin dudas, más segura, y una ruta fácil hacia la cima. Ya era la una de la tarde, y un breve cálculo le mostró que no tenía posibilidades de subir poco más de 250m restantes, si quería regresar sano y salvo.

 

A los 8580m, pegó la vuelta y volvió para reunirse con Somervell. En una hora había ganado poco, respecto a la posición donde se habían separado.

 

Al acercarse a Somervell, tuvo que cruzar una capa de nieve fina que cubría unas rocas inclinadas. No era ni empinado ni difícil, y no podía compararse con el terreno que acababa de dejar, pero de repente sintió que no podía afrontarlo sin ayuda, y le gritó a Somervell para que fuera en su rescate.

 

Luego vino el descenso. Poco después de comenzar a bajar, alrededor de las 2 de la tarde, el hacha de Somervell se resbaló de sus dedos entumecidos y se fue dando vueltas por las laderas hacia abajo.

 

Revisaron la tienda en el Campo VI, la cual encontraron sin dificultad, recogieron algunas cosas, y continuaron bajando por la cresta. El atardecer los sorprendió a la altura del Campo V. Siguieron descendiendo.

 

A medida que se acercaban al collado, comenzaron a gritar al Campo IV, porque una de las reglas, era que cualquier grupo de porteadores o escaladores que descendieran de la montaña, debía ser recibido, escoltado, y atado con cuerdas, a lo largo de la intrincada ruta hasta el campamento, por uno o más seguidores, que se sabían el camino de memoria.

 

Por fin se hicieron oír, y un grito de respuesta les informó que la escolta se acercaba, y traía un aparato, y una bombona de oxígeno. Pero había algo que deseaban mucho más que oxígeno, y era el agua.

 

A treinta metros, o más sobre el collado, Mallory y Odell los recibieron, y les dijeron que Irvine estaba en el campamento trabajando arduamente preparando la cena.

 

Ambos probaron oxígeno con bajo resultado. Pero estaban en perfectas condiciones. En el campamento fueron recibidos por Mallory y Odell, quienes los felicitaron por haber alcanzado semejante altura.

 

Llegaron al Campo IV a las 21.30 horas. El joven Irvine les preparó té y sopa, y comieron algo, pero el apetito era escaso, y he aquí una de las dificultades de la escalada: uno come por sentido del deber, y es imposible obligarse a comer lo suficiente ni siquiera para empezar a compensar el desperdicio de tejido del día.

 

Mientras Mallory y Norton estaban en la tienda, explicó que había decidido que, si los dos no conseguían llegar a la cima, estaba decidido a hacer un intento más, esta vez con oxígeno, y que había bajado al Campo III con Bruce, donde reunió suficientes porteadores para poder llevar a cabo el intento.

 

Norton estuvo totalmente de acuerdo con su decisión, y estaba lleno de admiración por el espíritu indomable del hombre, decidido, a pesar de sus ya excesivos esfuerzos, a no admitir la derrota mientras aún quedaba alguna posibilidad.

 

El amanecer de una gran epopeya, estaba despertando.

 

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