Relato

8/6/2024

Diarios del Chomolungma

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Relato

Diario de una traves�a

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“A las cinco de la tarde, todo el campamento estaba armado, y cómodo, y una visita a las tiendas de los porteadores revelaba un círculo de rostros sonrientes sentados alrededor de un fuego de estiércol de yak, justo dentro de cada tienda, con una bebida chisporroteando en la olla, y una atmósfera que ningún europeo habría podido soportar durante cinco minutos.

Edward Felix Norton, 1925

 

 

La cita fue el 1 de marzo de 1924, en Darjeeling. La expedición estuvo encabezada por el mismo líder que la expedición de 1922, el general Charles Granville Bruce, de 57 años. Fue el responsable de la logística, del soporte de suministros, de la contratación del ejército de porteadores,  y en gran parte, de establecer la ruta hacia la montaña, aunque en este sentido, estaba todo bastante definido con anterioridad, debido, en mayor medida, a la expedición de reconocimiento de 1921, y la segunda expedición de 1922, que fue la primera que llevó consigo, un intento de cumbre.

 

La cuestión de qué montañeros formarían parte del grupo de escalada no fue fácil. Como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, faltó toda una generación de jóvenes fuertes.

 

George Mallory volvió a formar parte de la misión, junto con Howard Somervell, Edward "Teddy" Norton, y Geoffrey Bruce. George Ingle Finch, que había alcanzado la altura récord en 1922, fue propuesto como miembro, pero finalmente no fue incluido. Las razones del comité se basaron en que estaba divorciado, y que había aceptado dinero para dar conferencias. En realidad, el motivo de fondo, fue otro. Finch era australiano, y para el comité, esto no era aceptable. Ellos querían indefectiblemente, a un británico en la cumbre del Everest, y dejar abierta la posibilidad de que un escalador de otra nacionalidad, se llevara el premio, no estaba en los planes. En este sentido, no consideraron el hecho de que el británico Edward Norton, uno de los principales protagonistas, era en realidad “argentino”, aunque solo de nacimiento. Un detalle.

 

Pero volviendo al tema de Finch, esto, generó un conflicto; en especial con uno de los integrantes más fuertes, y de mayor experiencia: nada menos que George Mallory.

 

Mallory se negó a volver a escalar sin Finch. Pero cambió de opinión después de ser persuadido personalmente por la familia real británica. Por entonces el tema de la conquista del monte Everest, constituyó un serio asunto de estado.

 

Los nuevos miembros del equipo de escalada incluyeron a Noel Odell, Bentley Beetham, John de Vars Hazard, y el más joven del equipo, Andrew "Sandy" Irvine, un estudiante de ingeniería de 21 años, a quien Odell conoció en aquella anécdota de la motocicleta que mencionamos en un capítulo anterior. Andrew fue para el equipo, algo así como un "experimento", por su juventud y fortaleza, que superaba ampliamente a la del resto de los integrantes del equipo.

 

Con el correr de los días, Andrew pudo justificar plenamente su designación, en especial basada en los temas de su experiencia técnica y mecánica. Pudo mejorar las capacidades del equipo de oxígeno, disminuir el peso y realizar numerosas reparaciones al mismo, y a otros equipos de la expedición.

 

Los participantes no sólo fueron seleccionados por sus habilidades de montañismo, y su condición de británicos; la situación de sus familias y cualquier experiencia militar o títulos universitarios también fueron factores en los procedimientos de selección. La experiencia militar fue de suma importancia en la imagen pública, y la comunicación a los periódicos.

 

La lista completa de integrantes estaba compuesta por: Charles Bruce (líder); Edward Norton (jefe adjunto, montañero); George Mallory (montañero); Bentley Beetham (montañero); Geofrey Bruce (montañero); John de Vars Hazard (montañero); Richard William Hingston (médico); Andrew Irvine (montañero); John Noel (fotógrafo, camarógrafo); Noel Odell (montañero); Edward Shebbeare (oficial de transporte e intérprete); y Theodore Howard Somervell (montañero y médico).

 

Hacia finales de febrero de 1924, Charles y Geoffrey Bruce, junto a Norton y Shebbeare llegaron a Darjeeling, adelantándose al resto del equipo, con el objetivo de seleccionar a los porteadores, entre tibetanos y sherpas. Habían partido de Inglaterra en un vapor de correo, arribando a Bombay el 16 de febrero, para llegar dos días después, a Delhi.

 

Una vez más, al igual que en las dos expediciones anteriores, contrataron al tibetano Karma Paul, para fines de traducción, y a Gyalzen, como líder de los porteadores (sardar).

 

Se encargaron también de los suministros, compuesto por alimentos y material. En este sentido, el propio General Bruce, relata esta experiencia, con un profundo lujo de detalle:

 

“Como siempre, pasamos un rato muy divertido escogiendo a nuestro personal. Había varios antiguos seguidores, en particular el viejo Pu, que venía con nosotros por tercera vez, y entre ellos apareció mi antiguo porteador, y secuaz, Llakpa Chede, quien en 1922 había hecho todo lo posible por venir, pero en ese momento estaba muy enfermo de malaria. Ahora, este año se encontraba en excelentes condiciones, y constituyó un gran éxito. Nacido en Darjeeling, nunca había estado en el centro del universo sherpa, los grandes asentamientos de Sola-Khombu en la cabecera de Dudh Kosi en Nepal, aunque su padre procedía de ese lugar. Llevamos con nosotros un equipo de porteadores más numeroso que en 1922, pero en conjunto, un grupo igualmente satisfactorio. Todo estaba listo para la marcha: provisiones empacadas y enviadas desde Darjeeling, cuando llegó nuestro último contingente, Mallory e Irvine, Bentley Beetham y Hazard. Este es nuestro último contingente, y casi el más importante, Hazard, que anteriormente había servido en la India como zapador, y que tenía un gran historial de montañismo. Bentley Beetham, un montañero nato. Luego Mallory, el Bayard de las montañas, el único miembro de la expedición que hacía su tercer viaje. Y finalmente, nuestro espléndido “experimento”, Irvine, que trae consigo magníficas recomendaciones de Longstaff y Odell después de las experiencias de Spitzbergen, y además, aporta su gran personalidad. Rápidamente dejó de ser un experimento, porque pronto descubrimos que con un cuerpo joven poseía un juicio maduro, combinado con una habilidad y adaptabilidad muy notables como ingeniero práctico.”

 

Toda esa tarea, les llevó casi un mes, ya que la fecha establecida para el inicio de la travesía, fue el 25 de marzo. La idea, lógicamente, era seguir la misma ruta de las dos expediciones precedentes.

 

Aquel día partieron de Darjeeling a caballo, o caminando, todos, excepto el líder, Charles Bruce, quien aceptó la invitación de Wrangham-Hardy, un destacado personaje de Darjeeling, británico por supuesto, que ya conocía a Bruce desde hacía 25 años.

 

El grupo principal, se dirigió directamente a Kalimpong, a unos 50 kilómetros. Por su parte, Bruce, en automóvil, hizo un paso previo por Siliguri, a 60 kilómetros al sur, por carretera, para luego subir a través del valle de Tista, hacia Kalimpong, para encontrarse con el resto de la caravana.

 

El río Tista, se conoce como la línea felina del Sikkim, y su curso recorre casi enteramente dicho territorio, forjando unos valles verdes templados, y tropicales, cerca del Himalaya. Tiene su origen en el Cho Lhamu, lago ubicado a 5330m, en pleno corazón de la cordillera. Este lago está al norte del paso de Donkia cerca de Shetschen, donde la cumbre del paso, está aproximadamente a ocho kilómetros de Darjeeling en línea recta.

 

El río entra de Sikkim, a Bengala Occidental, y luego entra en Bangladesh, territorios que, en aquel tiempo, aún formaban parte de las Indias Orientales británicas. Desemboca en el río Jamuna, que es el tramo en Bangladesh, del río Brahmaputra, por la margen derecha.

 

Una vez reunidos en Kalimpong, la caravana siguió camino hacia Pedong, a unos 25 kilómetros de distancia, en dirección noreste. Partieron en dos grupos, como seguiría luego todo el trayecto, al menos hasta una buena parte del recorrido en el Tibet. El primer grupo liderado por Charles Bruce, y un segundo grupo con Edward Norton al frente.

 

Pedong, tiene una ubicación privilegiada, con vista a los valles del Sikkim. Aquel año, según mencionan en los registros, había mucho humo. Una mezcla de neblina y humo procedente de incendios forestales en la llanura. Allí, recibieron la visita de un oficial policía Gurka, con el objeto de constatar los papeles, y las debidas habilitaciones.

 

El camino, continuaría por el extremo sur de los territorios del Sikkim, donde pueden conseguirse unas maravillosas vistas de la cordillera del Himalaya, incluido el Kangchenjunga, a lo largo de un camino zigzagueante, y levemente ascendente, en dirección hacia el paso de Kupup, donde se ingresaría en territorio del Tíbet.

 

“El camino a través de Sikkim es siempre un placer, por cálidos que sean los valles profundos. Pero su calidez, y el calor generado al correr por los atajos muy empinados, a través de los magníficos bosques de Sikkim, fueron compensados en parte por las deliciosas piñas de Rhenok. Y así hasta Rongli-Chu, a 1600m sobre el nivel del mar.” -afirmaba Charles Bruce en una de sus crónicas.

 

En Rongli comenzó el gran ascenso, pasando por Sedongehen, Gantok y Jelep La, hasta el paso homónimo, en las proximidades de Kapup, puerta de entrada al Tíbet:

 

“Cruzando el terreno abierto sobre el paso Minor Kapup tuvimos la vista más inspiradora de todo el macizo Kanchenjunga. Uno de esos extraños y misteriosos efectos atmosféricos en los que las grandes montañas parecen flotar en el aire, con sus laderas inferiores tragadas por las profundidades azules de los valles, y sus contornos borrados, mientras que todo lo que está por encima de la línea de nieve parece separado de un base terrestre, y flotando en el espacio. Fue una imagen realmente maravillosa.” -concluyó Bruce en su relato.

 

Hacia el 1 de abril, ingresaron al Tíbet, después de haber cruzado el paso, a 4300m de altura, el descenso, se realizó durante un tiempo sobre nieve, sobre un camino desagradablemente helado, y terriblemente resbaladizo, para los animales.

 

Fue una maravilla ver, cómo aquellas mulas Chumbi, tan cargadas, lograron superarlo. Comparando estas condiciones, con las que prevalecen el 1 de abril, en la otra gran ruta comercial, la de Cachemira a Ladakh, o el Pequeño Tíbet, existe una considerable diferencia.

 

En aquella ruta sólo había un paso, el Zoji La, unos insignificantes 3566m, y sin embargo, para aquella época, solían haber tres metros de nieve acumulada sobre él, para la fecha de la expedición, con lo cual, era intransitable, en especial, para una caravana de animales cargados.

De allí la sorpresa de los expedicionarios respecto a esta vía, por la cual se estaba accediendo a territorio del Tíbet, y sus bondades, respecto de las otras opciones. Todo había sido exhaustivamente calculado, desde la misma expedición de 1921.

 

Tras el cruce, ambos grupos se unieron el 2 de abril, ingresando a los dominios del Valle de Chumbi.

 

Es un valle en el Himalaya, que se proyecta hacia el sur desde la meseta tibetana, interviniendo entre Sikkim y Bután. Hoy en día, pertenece a la unidad administrativa del Condado de Yadong, en la Región autónoma de Xizang, pero al momento de la expedición al Everest, de 1924, la jurisdicción, pertenecía a la Región del Tíbet, o Reino del Tíbet, que se extendió desde 1912, hasta 1951.

 

El valle supone un cruce de la India, en la región de Sikkim, Bután y Tíbet, todas regiones de la cordillera del Himalaya. Esto le confiere un importante valor estratégico. Dos pasos principales entre la India y China se abren aquí: el paso de Nathu La y el paso de Jelep La, este último, el utilizado por la expedición en 1924.

 

Al estar en el lado sur del Himalaya, disfruta de un clima más húmedo y templado que la mayor parte del Tíbet. El valle alberga algo de vegetación en forma de bosques latifoliados del Himalaya oriental, y transiciones a prados, y arbustos alpinos del Himalaya oriental, en el norte.

 

Pero en referencia al paso Jelep La, podemos agregar que es un nombre tibetano, que significa “El hermoso paso nivelado”, es denominado así ya que es el paso más fácil, y accesible, de todos los pasos entre Tíbet y Sikkim, que conecta la ciudad de Lhasa en China, con la India.

 

El paso estuvo en uso desde tiempos antiguos, al desarrollarse el comercio entre la India y Tíbet. Después de que los británicos se apropiaran de la India, comenzaron a construir rutas hacia Sikkim, hacia el año 1884.

 

Algunos tibetanos vieron esto con aprensión, y en 1886 una pequeña milicia tibetana ocupó la región cerca del paso. En mayo de 1888, atacaron a los británicos, pero fueron repelidos. En septiembre de ese mismo año, los británicos recuperaron la zona que rodea al paso.

 

A causa de la creciente influencia rusa en Tíbet, una expedición británica fue enviada a través del paso Jelep La, a Lhasa en 1904, al mando del coronel Francis Younghusband. Esta expedición se encontró con fuerzas tibetanas hostiles, que no ofrecieron demasiada resistencia a los británicos. En ausencia del Dalái lama, que había huido hacia Mongolia, los británicos forzaron un acuerdo comercial con los tibetanos. Tras la invasión china de Tíbet en 1950, y la represión del levantamiento tibetano de 1959, los pasos hacia Sikkim se convirtieron en una vía de escape para los refugiados del Tíbet, que escapaban del poder chino.

 

Durante la Guerra Chino-India de 1962, hubo varias escaramuzas fronterizas entre fuerzas indias y chinas, en inmediaciones del paso Jelep La y Nathu La - aun cuando Sikkim todavía era un reino independiente.

 

Los expedicionarios, nuevamente divididos en dos grupos, partieron finalmente del valle de Chumbi, el 5 de abril de 1924, hacia su próximo destino, en Phari, donde arribaron el día 7.

 

Phari, es una ciudad del condado de Yadong en la Región Autónoma del Tíbet, China, cerca de la frontera con Bután. Hacia 2004, la ciudad tenía una población de 2100 habitantes.? Es una de las ciudades más altas del mundo, ubicándose a aproximadamente 4300m, en el extremo norte, del valle de Chumbi. En 1924, como todas las localidades que veremos de aquí en adelante, se encontraban bajo la jurisdicción del Reino del Tíbet.

 

Las casas y construcciones, en su mayoría, están hechas de piedra tradicional tibetana, y madera. El valle de Phari, se encuentra en una zona de la estepa alpina en el lado sur de la región, con una temperatura promedio anual de -0.2 °C, y una temperatura máxima extrema de 19,3 °C. La precipitación anual es de unos 380 milímetros, la nieve, y el hielo se derriten formando recursos hídricos, arbustos y praderas, formando un buen lugar para el desarrollo de la cría de animales.

 

Para cuando el grupo arribó a Phari, fueron recibidos por un clima agradable, y las tiendas levantadas por el grupo de avanzada, que, de aquí en más, se encargaría de adelantarse a los grupos principales, para establecer los campamentos apropiadamente.

 

El personaje principal local, en Phari, se llamaba Dzon Pen, un individuo codicioso, avaro, pero débil, aunque educado, y sometido a sus subordinados, los Gyembus, un grupo truculento, pero decidido, de alegres sinvergüenzas, y bastante irresponsables.

 

La cuestión, por entonces, fue que los precios en Phari, aumentaron considerablemente, al llegar los expedicionarios, una rara cualidad humana, que por lo que podemos inferir, no conoce de nacionalidades, ni épocas. Sin embargo, los británicos descubrieron que había llegado un telegrama procedente de Lhasa, ordenando al Dzong Pen, que brindara a los expedicionarios, toda la ayuda, y que se asegurara de que les nos cobraran de más, cualquier tipo de servicio o mercadería.

 

David MacDonald, un agente comercial británico, se unió, junto con su hijo, desde el momento en que la expedición ingresó al valle del Chumbi, para colaborar en cualquier tipo de tema, o contingencia que tuviese el grupo. Los MacDonald, tenían muy buenos contactos.

 

De hecho, al llegar al Chumbi, los expedicionarios fueron recibidos en la propia casa de los MacDonald, donde, en sus jardines, se realizó una ceremonia tibetana de bienvenida.

 

Ahora, la expedición, estaba partiendo desde Phari, y los MacDonald, se había plegado. En consecuencia, Hingston, John Macdonald y Charles Bruce, eligieron viajar por la ruta más larga Tuna-Do-chen-Tat-sang, hasta entonces no explorada, donde el lago Do-chen, y sus innumerables aves salvajes fueron una atracción para Hingston.

 

Esa ruta los llevó a lo largo del camino principal a Lhasa, durante unos treinta kilómetros. El camino, aunque bastante agradable para recorrerlo, es mortalmente aburrido para un caminante, a pesar del hecho de que la gran cresta norte de Chomulhari, que recorre al menos dieciséis kilómetros, en dirección norte, es realmente una vista magnífica, con sus terriblemente empinadas caras de hielo, casi aterradoras por su pendiente, si se miran desde el punto de vista del montañismo.

 

El resto del grupo, hizo una corta marcha, y acampó en las laderas del Tang La, y a medida que fueron avanzando, levantaron su campamento en un lugar bastante protegido en lo alto de un pequeño valle.

 

Tomaron la ruta ordinaria a Kampa Dzong, que es necesaria cuando se emplea mucho transporte, cruzando las grandes crestas del Donka La, y aunque partieron con un clima templado, estaban preparados para un tiempo severo, y no quedaron decepcionados. Incluso se toparon con un viento muy frío antes de llegar a Tuna, un lugar tan sombrío y desolado, como el mejor.

 

Por su parte, hasta allí llego el liderazgo de Charles Bruce, ya que, al día siguiente, sufrió un agudo ataque de malaria, que lo dejó imposibilitado, aunque recuperado, de poder seguir, inclusive, dentro de la expedición. Debió ser evacuado.

 

La marcha desde Phari arrancó el 7 de abril de 1924, en una caravana con algo más de trescientos animales de carga, luego de haber superado satisfactoriamente, los métodos dilatorios y obstructivos de Dzong Pen y sus Gyembus. El comienzo del trayecto tuvo el enorme placer de realizar una marcha completa, bajo los dominios del Chomulhari, cuya posición aislada, y forma perfecta se combinan para producir una imagen, de la que uno apenas puede apartar la vista.

 

El pico se ve mejor desde una milla, o dos al sur de Phari. La marcha de aquél día, los llevó muy cerca de él.

 

El Chomolhari Kang es una montaña de 7046m localizada en el distrito de Gasa, Bután, cerca de la frontera con el Tíbet, en el cordón principal de la cordillera del Himalaya. Fue escalado por primera vez en 2013, noventa y un años después, que la caravana, sea admirara por sus inquietantes laderas. Conquistado por un equipo chino formado por Zhou Peng y Li Shuang, quienes después de una agotadora subida llegaron a la cima a las 17:15 horas. La distancia total desde el campo base fue de 11,5 km y el GPS marcó 7054m. El ascenso fue suave en ángulo, no obstante, en el lado de Bután, la montaña es escarpada. Luego de este ascenso, en 2016, la Asociación de Montañismo de la Universidad de Pekín hizo un intento, que terminó a una altitud de 6600m.

 

La ruta que estaban iniciando por entonces, y que seguiría durante los siguientes cuatro días, cruza las estribaciones nororientales de una gran montaña nevada llamada Pau Hunri, y por alguna razón, esta zona es la más inhóspita de todas las de la meseta tibetana.

 

La marcha del 7 de abril fue muy corta, porque las dificultades del transporte hicieron que todo se retrasara. Los kilómetros de las grandes llanuras tibetanas son largos, más aún debido al enorme tamaño de la caravana, y que estaban transitando por una meseta por encima de los 4500m, con lo cual, entro a jugar la falta de aclimatación, que indefectiblemente afecta el ritmo de marcha.

 

En este punto, llegó -a través de un mensajero- la indisposición del General Bruce, y el consecuente cambio de mando, el cual recayó en Edward Felix Norton.

 

El 9 de abril, marchando con el termómetro a -15°C, y con un viento fuerte y glacialmente frío, cruzaron esa serie de tres pasos de 5480m, que se conocía como el Donka La, llegando al campamento a las 5:30 pm.

 

 “Como tantas veces antes, me pierdo en la admiración de los sirvientes, porteadores, y todo el personal, que caminan 18 millas en un clima severo, llegan al campamento, y trabajan como castores para recuperar a sus sahibs” concluía el propio Norton en este punto.

 

El día 10 marcharon todo el día y sólo llegando al campamento al anochecer. La ruta discurría sobre una vasta llanura de grava, bajo un escenario de absoluta desolación, al norte, el horizonte estaba limitado por abigarradas cumbres de piedra caliza que se elevaban por encima de los 5400m.

 

Hacia el sur, la llanura se elevaba suavemente hasta un horizonte, tal vez a 16 kilómetros de distancia, sobre el cual aparecían las grandes cumbres nevadas del Pauhunri (7128m), y Chomo Yummo (6829m).

 

En primavera, la llanura parece completamente desprovista de vegetación, sin embargo, manadas de kyang y gacelas tibetanas, tan elegantes, se constituyeron en los únicos seres vivientes vistos en días. Ningún rastro de seres humanos, más allá que los integrantes de la propia expedición.

 

Aquel día, más allá del cambio de mando al frente de la expedición, algunos problemas empezaron a evidenciarse. Beetham sufría un grave ataque de disentería, y Mallory tenía algunos síntomas muy inquietantes. Somervell sospechó la posibilidad de apendicitis, y pasó algunas horas de la noche haciendo planes para abordar su caso en caso de que ocurriera lo peor.

 

No obstante, a la mañana siguiente, descendieron abruptamente hasta Kampa Dzong, después de la dura marcha desde Phari, Kampa era algo así como una especie de refugio, y aquella vez les brindó una bienvenida especialmente cálida.

 

Escondido en un rincón protegido de las montañas, este pintoresco pueblo es un verdadero lugar para tomar el sol, y el descenso desde la gran meseta que habían cruzado, a más de 5400m, los colocó ahora en mil metros por debajo de esa altura, hecho que significó un alivio para el grupo, hasta allí, poco aclimatado.

 

El paisaje al descender hacia el pueblo era sorprendente; la gran llanura de Kampa se extiende dieciséis kilómetros hacia el oeste, y desde este punto de vista tiene una cualidad iridiscente que un conocimiento más cercano difícilmente explica. Las abigarradas estribaciones que lo bordean parecen estar compuestas de pólvora, óxido y cenizas de madera, y el horizonte está limitado en tres lados por lo que en esta estación parecen ser todas montañas nevadas.

 

Al sur se extienden los grandes picos de la cadena principal del Himalaya, donde el Tíbet limita con Sikkim y Nepal, y al norte hay una cadena, cubierta de nieve excepto dos meses de verano, que limita con el valle del Brahmaputra.

 

Hacia el este, las finas formas de la cordillera Gyankar se fusionan con los gigantes del sistema del Monte Everest, aunque estos, teñidos de dorado por 160 kilómetros de atmósfera, todavía parecen dominar la cordillera más cercana, a menos de la mitad de distancia. Aquella mañana las formas familiares del Everest y Makalu, permanecieron casi libres de nubes hasta que las estribaciones las cerraron a la vista.

 

Llegados a Kampa, ocuparon un predio amurallado que ya había sido asignado en las dos expediciones precedentes, por cortesía de los funcionarios locales. Existía una cualidad inmutable en el Tíbet: todo estaba exactamente igual que en los años anteriores. En Kampa, no había cambiado ni una piedra. Las mismas liebres tibetanas saltaban por doquier, y el mismo gallo de las nieves cacareaba en la colina sobre el campamento, y en el sauce derribado situado en el centro del predio, vivía la misma urraca. Eso era maravilloso a la vista.

 

En Kampa fue necesario cambiar los animales de transporte, y dondequiera que esto sucediera la rutina era más o menos la misma, aunque siempre compleja y tediosa.

 

El Dzong Pen o Gyembu local, los recibió al llegar, y después de corroborar que todos los requisitos fueron cumplidos, los dejó instalarse, para concertar luego una reunión, para encuadrar todos los temas a resolver, y ver cómo podrían ser satisfechos por el Gyembu.

 

En este sentido, Norton y Goffrey Bruce, fueron los interlocutores. Después de cortesías preliminares y de un intercambio de obsequios, los británicos expusieron sus necesidades, y el Gyembu, sus dificultades para satisfacerlas; Esto último fue contrarrestado, presentando el pasaporte proporcionado por el gobierno tibetano, y llevando el sello del Dalai Lama, en el que se ordenaba estrictamente a todos los funcionarios de los distritos especificados, que brindaran toda la ayuda.

 

El efecto de este documento sería variado: en algunos casos sería tratado con el mayor respeto, en otros parecía tener muy poco peso.

 

Las evasivas, y las demoras eran generalmente los puntos fuertes de los anfitriones, ante lo cual se exponía una cortés firmeza de los británicos, en cuanto a números y fechas. Finalmente vendría la batalla real en cuanto a la tarifa a pagar por animal: yak o burro. El pase del Dalai Lama decía que recibirían transporte al “precio actual”, pero el problema fue que esto resultó ser un simple palabrerío. No existía nada parecido a un tipo de cambio actual, o real. Todo esto estaba librado al humor de cada anfitrión.

 

Afortunadamente, el jefe Gyembu de Kampa Dzong, un hombre feo y bucólico, pero directo, y honesto al mismo tiempo, demostró ser singularmente complaciente a este respecto, ante unas modestas demandas, que derivaron en precios inferiores a los pagados en 1922.

 

En algunas etapas, especialmente en Tinki Dzong, fue necesario concertar una nueva entrevista, y luego tomar una línea muy dura antes de poder asegurar el transporte a un precio razonable. Las conversaciones, que se llevaban a cabo a través de un intérprete, siempre terminaban con una nota amistosa, por muy severa que hubiera sido la pelea.

 

En este punto, la expedición sufrió un cierto retraso, ya que debieron esperar cuatro días para el recambio de los animales que proporcionaban el transporte.

 

Pero había varias razones por las que esta inacción forzada no era desagradable: dio tiempo a que los que sufrían algún tipo de dolencia, se recuperaran, y permitió distribuir el equipo, darse un baño, y en general, descansar después de una primera etapa de algo más de dos semanas desde la partida en Darjeeling.

 

También tuvieron la oportunidad de discutir seriamente el programa para escalar la montaña. Un punto fundamental. En este sentido, hasta ese momento, había llegado a una especie de callejón sin salida. Ya en la Navidad anterior en Inglaterra, Norton había hecho circular un documento que contenía sus ideas acerca de esta cuestión. ?Mallory, por correspondencia, había estado en desacuerdo con ellas, en ciertos aspectos.

 

En Darjeeling, y nuevamente en Phai, Mallory, Somervell, Geoffrey Bruce y Norton, habían estado intercambiando opiniones al respecto, y al no llegar a un acuerdo total, se decidió continuar las discusiones a través de las interminables llanuras del Tíbet. El tiempo había llegado en consecuencia.

 

Todos esperaban en Kampa, una decisión final, y un plan concreto, cuyos detalles podrían elaborarse durante el viaje de quince días que aún quedaba por delante. Ahora era el momento, y fue aprovechado, algunas veces con charlas entre Mallory y Norton, y otras con la intervención de Somervell y Bruce. En una oportunidad fue todo el grupo de escaladores el que se reunió.

 

No obstante, salieron de Kampa con el plan todavía en el aire. Los puntos de desacuerdo entre Mallory y Norton, se redujeron, pero quedaron suficientes para impedir una decisión final. Lo importante fue que, a pesar de las discrepancias, siempre hubo un espíritu agradable en el intercambio de opiniones.

 

Mallory era impaciente por naturaleza; sin embargo, mostró a lo largo de las discusiones, la más perfecta paciencia, y tacto, y que a pesar de que, debido a su decisión de última hora de unirse a la expedición de 1924, el hecho que Norton haya sido nombrado como líder en reemplazo de Bruce, no hizo mella en él, y lo aceptó sin objeción alguna, a pesar de su amplio historial en este desafío.

 

El 13 de abril cayó el golpe que se venía temiendo. John Macdonald llegó solo con un par de mulas de carga, y si bien, ya se sabía acerca de la enfermedad de Charles Bruce, se supo que el general, escoltado por Kingston, había tenido que regresar a Phari en camilla, y así, por etapas de regreso a Darjeeling.

 

De hecho, fue un golpe bastante duro, que pegó en el ánimo del equipo. Aquella noche fueron un grupo lúgubre en la tienda comedor.

 

Charles Bruce tenía un genio peculiar para dirigir semejante expedición; su prestigio entre el pueblo mongol, tanto nepalí como tibetano, era muy alto, porque entendía a esta gente como pocos hombres blancos, y su temperamento era exactamente el adecuado para tratar con ellos. En los tiempos turbulentos que se avecinaban, su influencia sobre los porteadores habría sido invaluable, y los interlocutores funcionarios tibetanos, lo conocían y confiaban mucho en él.

Tenía la feliz habilidad de superar las dificultades de la manera más alegre y eficaz y, quizás lo más importante de todo, tenía el don de unir a los miembros británicos de un partido, e inspirarlos con algo de su propio espíritu alegre.

 

Norton, por su parte, supo que si bien la Expedición de 1924 se encontraba en muy buenas condiciones como para afrontar lo que se venía, desde el 13 de abril, se perdió algo de esa atmósfera alegre, que sólo el general podía mantener. Para Norton, no era posible que algún día se pudiese reunir un grupo tan fuerte para escalar el Monte Everest, como el de 1924.

 

Odell, Beetham y Hazard fueron escaladores alpinos de notable velocidad y resistencia y de gran experiencia. El historial del joven Irvine fue algo diferente, ya que su experiencia en montañismo era limitada (aunque suficiente para garantizarle un miembro seguro de cualquier grupo de escalada); pero había remado durante dos años en Oxford, y si eran necesarias más pruebas de las cualidades esenciales de resistencia, y coraje, las había demostrado sobradamente mientras anduvo en trineo en Spitzborgen, con Odell el verano anterior, y más tarde esquiando en Suiza.

 

Mallory, Somervell, Geoffrey Bruce y Hazard cumplían fielmente las condiciones de fortísimos montañeros. Geoffrey Bruce era una rara combinación: un jinete, y un atleta de una versatilidad bastante notable.

 

Hazard, quizás el más delgado de los cuatro, se  destacaba por sus hazañas de fuerza; Somervell tenía en su haber un sorprendente historial de actuaciones consecutivas en las cimas de primera clase de los Alpes; mientras que Mallory, el elegante y consumado montañero por excelencia, también había dejado su huella en el fútbol, y el remo.

 

Odell tenía también antecedentes interesantes en dureza y resistencia, tanto en los Alpes como en Spitzbergen.

 

Beetham y Norton estaban en extremos opuestos de la escala. Beetham, de constitución más robusta que el resto, era activo como un gato y, según aseguraba Somervell, era un hombre perfectamente desgarrador para vivir un largo día en los Alpes. Antes de esta expedición, nunca había montado a caballo, pero su fuerza de carácter era más que igual a una prueba tan suave como la de un pony tibetano, de doce manos, y era un espectáculo alentador verlo recorriendo las llanuras del Tíbet montando a “Ginger” a quien persuadía frecuentemente para que siguiera la dirección que le indicaba.

 

Irvine, como correspondía a un remero azul, era grande y poderoso, con hombros finos y piernas comparativamente ligeras; con solo veintidos años, mientras que los siete escaladores restantes tenían entre treinta y tres, y cuarenta años. Como Hingston estaba ausente, los únicos otros miembros del grupo en ese momento eran Noel, Shebbeare y John Macdonald. Noel, el experto en cine, fue en gran parte a través de él, que se proporcionaron los fondos necesarios para financiar la Expedición.

 

Somervell dirigía una pequeña organización propia y era autosuficiente en cuanto a equipamiento, transporte, y personal. Como había sido miembro del grupo de 1922 y había estado en el Collado Norte ese año, conocía el hábitat, y, anteponiendo siempre el bien de la Expedición a sus propios intereses, era un miembro muy valioso del grupo.

 

Shebbeare compartía con Bruce las funciones de oficial de transporte: oficial del Departamento Forestal de la India, se había especializado en elefantes, mansos y salvajes, pero, cuanto más salvajes, mejor. Sin embargo, el Tíbet es curiosamente deficiente en elefantes, y debió su lugar en la expedición a su gran conocimiento, y simpatía hacia el pueblo mongol de las montañas, y a un temperamento que lo hizo desde el principio, tan popular entre los porteadores.

 

John Macdonald, el hijo del agente comercial británico en Yatung, fue con el grupo hasta el campamento base, y de allí regresó a Phari, organizando así el servicio más eficiente de correo que mantenía al mundo exterior en contacto con las actividades de la expedición. Su profundo conocimiento de los tibetanos, y su alegre disposición para colaborar en las negociaciones con los funcionarios locales, fueron de gran valor para la expedición.

 

Los setenta porteadores, sicólogos, cocineros y sirvientes domésticos fueron reclutados en Darjeeling, bajo los auspicios del general Bruce. Todos, sin excepción, eran de origen mongol: bhotias (los verdaderos tibetanos) y sherpas (tibetanos de raza, pero procedentes de los valles más altos de Nepal).

 

Al igual que los miembros británicos integrantes de la expedición, estos hombres fueron elegidos cuidadosamente, según un tipo definido desarrollado por experiencias previas. Un buen porteador de altura debe ser ligero y nervudo, ya que no puede permitirse el lujo de llevar, además de su mochila, una carga de fuerza y ????músculos. Es más, debe ser un hombre de buena clase y con cierta inteligencia: el bucólico patán de rasgos toscos y cerebro lento falla, no menos que el gigante “fornido”, bajo el estrés de las condiciones de gran altitud.

 

Un elemento fuerte en el equipo, fue un grupo de cuatro suboficiales Gurkhas prestados (por segundo año consecutivo) por la amabilidad del 2/6º Gurkha Rifles, el batallón que también prestó los servicios de Geoffrey Bruce.

 

La pérdida del General Bruce, fue, como dije anteriormente, un golpe durísimo. Todo lo que fue la organización de la expedición, estuvo en sus manos. El haber llegado a la montaña puntualmente, sin contratiempos, y sin problemas, se lo debían a él, y adicionalmente al aporte de su primo, e integrante del grupo, Geoffrey Bruce.

 

En 1922 no había tratado con muchos de los funcionarios tibetanos, mientras que Geoffrey, había asistido a todas las entrevistas del general y, por tanto, conocía los entretelones; pero fue tanto su carácter y eficiencia general como su experiencia previa lo que lo convirtió en la mano derecha de Norton, para el resto de la expedición.

 

Finalmente, el 15 de abril, el grupo salió de Kampa Dzong, en ruta hacia Tinki. El camino discurría hacia el oeste a través de una amplia llanura, cortada por una larga montaña, a mitad de camino del primer día de marcha. Cruzándola, volvió la llanura, y acamparon aquella noche en Linga, un agradable campamento rodeado por un pantano, y varios estanques poco profundos; allí el draco rojizo, y los gansos con cabeza de barra, ya estaban ocupados con los asuntos domésticos, y eran casi tan mansos como las aves de corral.

 

El 16 de abril, la marcha bordeó el pantano que conduce al lago Tinki. Shebbeare los precedió un día, hasta Tinki para acelerar el suministro de transporte, que debía ser reemplazado nuevamente, en ese momento, y que habían encargado en días previos, antes de arribar a Kampa.

 

Al llegar a la aldea, él, con el Dzong Pen y un grupo de sirvientes, salieron al encuentro. El Dzong era un joven de 21 años, tenía un nombramiento temporal, a la espera de la confirmación de Lhasa, para el puesto de su padre, con quien habían tratado en 1922, y que ya había fallecido.

 

El muchacho se mostró cortés y amigable, y aunque hubo algún que otro problema para fijar una tarifa razonable para el transporte, finalmente se logró el objetivo, y se pudo continuar la marcha después de un alto de un día.

 

Ese día, además de mucho trabajo útil de todos los miembros del equipo, en materia de provisiones y oxígeno, finalmente se pudo establecer el esquema del plan de campaña.

 

A Mallory le corresponde todo el mérito de haber desarrollado, a partir de las opiniones contradictorias mantenidas hasta ese momento, por él y por Norton, un plan que combinaba todos los puntos positivos de ambos, y que aquella noche, fue aprobado por unanimidad, por todos los escaladores en el cónclave. El plan incluía la tarea de todo el mundo, hasta el último porteador, y el último rollo de cuerda antes de que llegaran al Campamento Base.

 

En este punto, aquellos que sufrían algún tipo de dolencia, ya mostraban claros signos de recuperación. Para ser exactos, el problema de Mallory nunca había llegado a ser serio, y había ido mejorando desde Kampa en adelante, pero por entonces, aún era algo incierta la recuperación de Beetham. El hecho de que Tinki se recuperara, al menos de su etapa aguda, se debió, a su pura y tenaz determinación.

 

El 18 de abril, la marcha continuó hacia el paso Bahman Dopte, y hacia el valle de Phung Chu.

 

El transporte durante los siguientes seis días estuvo compuesto casi exclusivamente por burros. Ellos tienen la ventaja de transportar la misma carga que un yak, a un ritmo claramente más rápido, y por cualquier distancia de hasta 40 kilómetros por día, sobre pasos que se elevan a 900 metros, sobre las llanuras.

 

A esta altura de los acontecimientos, ya todos estaban acostumbrados a la marcha. Las primeras mañanas solían ser tranquilas, y afortunadamente soleadas. Desayunaban al aire libre, alrededor de las siete de la mañana, momento en el que la gran tienda comedor ya estaba empaquetada, y zarpaba en un par de mulas veloces, compradas exclusivamente para ese propósito, en Kalimpong.

 

A las siete y media u ocho, toda la expedición estaba en camino, distribuida en pequeños grupos de burros, jinetes y personas, a lo largo de más de un kilómetro de territorio. La mayoría de los expedicionarios, cabalgaban y caminaban, aun ritmo de mitad y mitad, porque la experiencia de 1922, les había enseñado la necesidad de reservar las energías de los escaladores, para la gran empresa que se avecinaba.

 

Alrededor de las 11.30 se sentaban, de dos en dos, o de tres en tres, o se reunían en pequeños grupos, en algún lugar resguardado, porque para esa hora, el inevitable viento tibetano, ya era fuerte, y comían un almuerzo ligero de galletas, queso, chocolate y pasas. Por lo general, llegaban al campamento alrededor de las dos de la tarde, aunque ocasionalmente, la llegada se podía extender hasta las siete.

 

Pero siempre, la tienda comedor, estaba montada, y esperando a los expedicionarios, y todo el personal. A menudo, su conocido contorno sería un faro que los guiaba durante los últimos dos kilómetros. Si todo estaba bien, la posición del campamento estaría aún más marcada por una columna de humo, proveniente de un fuego de estiércol de yak, indicando que el cocinero avanzado, también había llegado, y tenía el té listo. En el agradecido refugio de la tienda, disfrutaban de una merienda más sustanciosa, y poco después, las tiendas, y pertenencias comenzaban a llegar.

 

“En la mayoría de los casos, a las cinco de la tarde, todo el campamento estaba armado, y cómodo, y una visita a las tiendas de los porteadores, revelaba un círculo de rostros sonrientes, sentados alrededor de un fuego de estiércol de yak, justo dentro de cada tienda, con una bebida chisporroteando en la olla, y una atmósfera que ningún europeo habría podido soportar durante cinco minutos. La cena sería sobre las 7.30 y, por tanto, a las 8.30, llegaba ya la hora de dormir, porque muy temprano, había que levantarse para arrancar con la siguiente jornada.” – afirmaba Norton.

 

La temperatura mínima nocturna durante esta etapa promedió -12°C de manera bastante constante. A medida que iban acercándose al destino final, un sentimiento de optimismo, comenzó a hacerse evidente, ya que el plan estaba dando resultados, y era cumplido tal lo establecido. También el hecho de que los hombres, empezaban a conocerse bien, unos a otros, y en una expedición de este tipo, el conocimiento mutuo, no podía sino engendrar respeto y confianza mutuos.

 

Norton solía caminar con Mallory, y frecuentemente se enroscaban en largas discusiones sobre formas y medios con el comentario: "Si tan sólo un grupo sin oxígeno pudiera dormir a 8200m, y un grupo con oxígeno a 8000, el truco es hecho, en ambos sentidos” – solía afirmar George.

 

Desde Tinki subieron al paso Bahman Dopte, a unos 5200m, y desde allí, al valle de Chiblung Chu, al cual siguieron durante dos días, para acampar en la noche del 20 de abril, en su desembocadura, justo encima de las arenas movedizas, y el antiguo lecho del lago cerca de Shiling.

 

En la mañana del 21 de abril subieron una montaña por sobre el campamento, para disfrutar, a unos cien kilómetros de distancia, de la vista más sorprendente del Monte Everest, que la montaña presenta hacia el este, porque del lado tibetano, es un verdadero pico nevado, sus laderas corriendo en líneas rectas, y limpias, desde la cumbre hasta donde su base se pierde entre el grupo de picos más pequeños.

 

Pudieron admirar, según las palabras del propio Norton, a “Una montaña hermosa y formidable”.

 

Ese día entraron en el valle del Phung Chu (o Arun, para darle su nombre nepalí), cuya margen izquierda siguieron durante tres días hasta Shekar Dzong. Con la excepción de la visión del Monte Everest, desde cerca de Shiling, ahora estaban fuera de la vista de las grandes cumbres nevadas del Himalaya, porque el valle estaba cerrado a ambos lados por impresionantes montañas de piedra caliza, que se elevaban entre mil y tres mil metros, sobre el río.

 

A medida que se fueron acercando a Shekar, éstas se volvían cada vez más áridas, y desoladas, hasta que uno podía situarse en un paisaje montañoso de la luna; Completamente desprovistos de vegetación, eran de todos los tonos, desde el amarillo limón, hasta el rojo óxido, o el violeta.

 

El 23 de abril llegaron a Shekar Dzong, y el Dzong Pen local, el amigo de 1922, salió al encuentro, saludó muy cortésmente, y prometió toda la ayuda que estuviera a su alcance. Fue un alivio saber que el nuevo transporte estaría listo en dos días. Todos los detalles se arreglaron en una entrevista en el campamento aquella misma tarde, y fue un verdadero placer tratar con este caballero sencillo y eficiente, un hombre que era completamente dueño de su propia casa, y que, sin embargo, manejaba a sus subordinados con excelente discreción.

 

Pero, aunque estaba tranquilo, no dejaron de notar que su Gyembus, estaba algo reacio a obedecer sus órdenes. Por causa de algún desliz, o malentendido, se cometió un pequeño error en el precio fijado, para el transporte, a favor de la expedición, que, por pequeño que fuera, no era nada despreciable multiplicado por trescientos. Enseguida los británicos intentaron rectificar el error, pero el Dzong Pen se negó rotundamente a retractarse, de un compromiso previamente asumido.

 

El 24 de abril lo pasaron todos trabajando en sus distintas tareas. Fue aquí donde Odell e Irvine, los expertos en oxígeno, comprobaron definitivamente que el aparato que habían traído, tenía algunos defectos muy graves. Se descubrió que una gran proporción de sus numerosas válvulas tenían fugas. Muchos de los cilindros estaban parcialmente vacíos, algunos completamente, y salieron a la luz varios otros defectos.

 

Los dos expertos, que habían estado trabajando durante días todas las tardes y, a menudo, hasta altas horas de la noche, realizaron un día de campo regular y terminaron desarrollando una disposición nueva y simplificada del aparato, que Mallory probó satisfactoriamente esa misma noche, y Somervell en las empinadas laderas de la montaña, sobre la que se encuentran el fuerte, y el monasterio.

 

A instancias de Norton, Odell redactó un informe exhaustivo sobre los fallos del aparato, que se enviaría al Comité del Monte Everest. Ese día, Norton tuvo la difícil tarea de comunicar, a cada miembro del equipo, en que intento de la escalada iban a participar.

 

El plan era atacar brevemente la montaña, lo antes posible mediante un intento compuesto por dos grupos, de dos escaladores cada uno, un par equipado con oxígeno, y el otro sin él. Los dos grupos, después de dormir a 8100m, y 8300m, respectivamente, o mejor dicho, tan cerca de estas alturas como los porteadores podían colocar sus campamentos, debían subir a la cima el mismo día, de forma independiente, pero preparados, para apoyarse mutuamente.

 

Cuatro escaladores más apoyarían este intento, o permanecerían en reserva, y en caso de un fracaso inicial, estos cuatro repetirían el intento con las modificaciones dictadas por la experiencia del primer intento. Era significativo de la confianza en esta etapa que la mayoría de ellos, sintieran que las probabilidades estaban en contra de que fuera necesario un segundo intento, y se adivinará cuán entusiasta estaba la competencia (aunque no expresada) por participar en el intento anterior.

 

Uno de los castigos del liderazgo fue tener que asumir toda la responsabilidad de asignar escaladores a uno, u otro de los intentos. La elección no fue exclusividad de Norton.

 

Todo fue discutido exhaustivamente con Mallory, Somervell, y Bruce, los tres veteranos de 1922, durante algunos días. Al final resultó que varias consideraciones resolvieron inevitablemente la mayoría de los lugares.

 

Un miembro de cada grupo debe saber algo de nepalí, o indostaní. Los montañeros experimentados deberán estar, en la medida de lo posible, distribuidos equitativamente, al igual que los que tienen conocimientos previos de la montaña. Aquellos que estaban en mejor forma o prometían aclimatarse temprano, debían participar en el primer intento, y cada grupo de oxígeno debe incluir a uno de los expertos en oxígeno.

 

Norton dejó que Mallory, y Somervell decidieran su propia ubicación. El arreglo que resultó fue el siguiente: primer intento, Mallory e Irvine, con oxígeno; Somervell y Norton, sin oxígeno.

 

En segundo lugar, Geoffrey Bruce y Odell con oxígeno; Beetham y Hazard sin oxígeno.

 

Por supuesto, esto estaría sujeto a cambios derivados del desarrollo de la expedición. Todo esto fue comunicado por Norton, junto a las justificaciones,  en una conferencia de todos los escaladores, la noche antes de dejar Shekar Dzong, y fue una de las primeras indicaciones del excelente espíritu que el grupo de 1924,  mostró más tarde de manera tan notoria. Allí no hubo ni una palabra de protesta, o descontento, por parte de ninguno de los decepcionados escaladores.

 

Finalmente le presentaron al amigable Dzong Pen algunos de los obsequios más hermosos y costosos, pero luego llegaron a saber que lo que su alma realmente anhelaba, era una silla de campamento barata, y un par de gafas de nieve con las que estaban equipados los porteadores.

Esta última necesidad se suplió fácilmente, pero estaban escasos de sillas, y se prometió enviarle una desde Darjeeling al regreso, promesa que Norton cumplió debidamente, cuatro meses después.

 

El 25 de abril arrancó la última etapa de la marcha, girando hacia el sur, y dirigiéndose directamente a la montaña.

 

La marcha de Shekar a Pangle fue corta y agradable; el viaje estaba llegando a su fin, y el conocimiento de que sólo quedaban cuatro, o cinco más, de estos agradables días de marcha por delante, les hizo, disfrutar cada uno de esos días, intensamente. Fue un grupo lo suficientemente grande como para asegurar un cambio constante de compañerismo, y la posibilidad de compartir diversidad de intereses con los demás.

 

En ausencia de Hingston, el naturalista, Shebbeare, Beetham y Norton hicieron algún relevamiento en la línea de aves. Los conocimientos geológicos de Odell fueron fundamentales en ese sentido.

 

Estas marchas también brindaron una buena oportunidad para conocer a los porteadores. Bruce, Shebbeare y Norton, aprovecharon cada oportunidad para observar su forma en la marcha, y estudiar sus personajes.

 

Eran los tipos más alegres y amigables que uno pueda imaginar y respondían inmediatamente a una broma. Un tal Mingma, un niño, realmente con cara de niño, cuyo carácter contradecía su expresión inocente, se había distinguido anteriormente en la marcha al morder uno de los dedos de su amigo, por lo que se convirtió en Mingma Kukar (el perro), y todos solian ladrarle y gruñirle. Cuando lo adelantaban en el camino, Shebbeare charlaba con los porteadores durante horas, y Somervell, que se llevaba muy bien con ellos, a menudo arrojaba luz adicional sobre sus caracteres, mientras tomaba el desfile diario de enfermos, y tenía un ojo igualmente infalible para detectar a un fingido, o a un enfermo. Hasta ese momento, no se produjeron dolencias graves.

 

Acamparon la noche del 25 de Abril en Pangle, y a la mañana siguiente, después de una ligera capa de nieve durante la noche, subieron el último paso alto de la marcha. Este paso, el Pang La, se elevaba unos mil metros por encima del campamento. Se distinguía de muchos pasos similares que habían atravesado, por el hecho de haber llegado a él, después de sólo tres semanas en la meseta tibetana, y tres semanas parecen ser el período necesario para producir una aclimatación efectiva.

 

Así que observaron su propio estado físico, y la de sus compañeros, con cierta curiosidad, como si probablemente por primera vez pudieran vislumbrar, un indicio definitivo, de cómo iban a tomar forma, en las pruebas más importantes que se avecinaban.

 

En ese punto, la vista de la cordillera del Himalaya, fue impresionante. El Monte Everest, se elevaba, majestuoso, a algo más de cincuenta kilómetros de distancia.

 

Cuatro de las montañas más altas del mundo se pueden contemplar de un solo golpe de cielo, subiendo una pequeña montaña sobre el paso. De izquierda a derecha corren: el Gosainthan, Cho Uyu, Gyachung Kang, Everest, Makalu y Kanchenjunga. Simplemente, El altar de los Dioses.

 

Y para que no falte nada en la grandeza de la vista, cada uno de los gigantes está tan separado de sus vecinos, que ninguno queda eclipsado, y cada uno domina las apretadas filas de picos menores, que se extienden formando una pared irregular de horizonte a horizonte.

 

Por encima de los 6100m aproximadamente, todo es nieve y hielo, excepto donde los acantilados son demasiado escarpados para que quede nieve, con una excepción. Por alguna anomalía de la inclinación de la roca ante la influencia del perpetuo viento del noroeste, la cara norte de toda la pirámide más alta del Monte Everest, casi 2000m de ella, está en primavera, casi desnuda de nieve.

 

Aquel día fue singularmente tranquilo, y el sol en el lado sur del paso, era lo suficientemente caliente, como para permitirles sentarse, tal vez durante una hora, y sacar binoculares y telescopios, mapas, cámaras y cuadernos de bocetos.

 

Siguieron por telescopio, el ascenso hacia el margen noreste 8200m, y todos los ojos se centraron en los últimos seiscientos metros. Luego de escalar con la vista el Monte Everest, por todas las rutas imaginables, dirigieron la atención al Makalu, y en seguida quedaron perplejos.

 

“Pasará bastante tiempo antes de que Makalu, alcance la última etapa de los picos alpinos que alguna vez fueron inaccesibles, y se convierta en un día fácil para una dama" -acotó Norton.

 

Si, Norton estaba en lo cierto, el Makalu fue conquistado finalmente el 15 de mayo de 1955, treinta y un años después, de aquella magnífica vista.

 

Este paso árido, porque su carácter contradice su nombre, que significa paso cubierto de hierba, es por alguna razón un gran lugar para las primeras flores, mariposas y lagartos, y todos se dispersaron en busca de especímenes en el camino hacia abajo, encontrando muy poco aquel año, pero lo suficiente.

 

Esa noche acamparon en Tashi Dzon, en el valle del Dzakar Chu. Ahora debían seguirlo hasta su origen, justo encima del campo base, donde emerge del morro del glaciar Rongbuk.

 

Al día siguiente, 27 de abril, cubrieron quizás la etapa más aburrida de todo el viaje, los veinticuatro kilómetros hasta Chodzong, el último pueblo antes de entrar en una tierra de absoluta desolación, solo quebrada por el gran monasterio de Rongbuk.

 

La etapa de Chodzong a Rongbuk es un valle triste, y desolado que sugiere en cada rincón la mayor desolación a la que conduce. El valle es estrecho y el río absurdamente pequeño para representar el drenaje de cuatro grandes glaciares, con algunas docenas de afluentes más pequeños.

 

Las montañas a ambos lados, son de piedra caliza, desprovistas de cualquier belleza de color o forma. A lo largo de quince o veinte kilómetros, a cada orilla del lecho del río, se encontraban las grandes morrenas que una vez flanquearon el glaciar ahora reducido, para todo el mundo, como interminables terraplenes de ferrocarril. Contra las laderas marrones, estas morrenas parecían casi blancas, porque están compuestas de roca cristalina.

 

Cada roca que hay en ellos ha caído en alguna época remota de los acantilados del Monte Everest, del Gyachung Kang, o sus satélites. En lo alto, en las empinadas laderas, comienzan a aparecer los hocicos de los glaciares, casi ocultos por sus morrenas terminales.

 

El marcado descenso de la temperatura, y el fuerte viento que soplaba directamente desde los grandes campos nevados de arriba, servían para subrayar aún más el hecho de que la tierra del hielo y la nieve, estaba próxima.

 

Pronto se lo pudo vislumbrar por primera vez, ya que el valle afluente del Gyachung Chu, dejó entrever el gran anfiteatro nevado de Gyachung Kang, y sus vecinos. A continuación, una curva en el valle principal mostró un hombro blanco que sólo se correspondía con el pico occidental del Everest.

 

Pronto llegó otro giro y, de repente, la forma familiar del propio Everest y el monasterio de Rongbuk, aparecieron casi simultáneamente a la vista. Acamparon en la plataforma pedregosa abierta, que en sí era la cima de una antigua morrena, justo en frente del monasterio.

 

Fue una decepción cuando se enteraron que el lama principal, estaba enfermo, y no podía llevar a cabo en ese momento la ceremonia de bendición de toda la expedición, a la que, en nombre de los porteadores, se dio una importancia considerable.

 

Además de una selección de los mejores regalos, le enviaron un cargamento de cemento. Lo había pedido en 1922, porque quería realizar algunas reparaciones en el gran “chorten” que domina el monasterio, y fue traído especialmente desde Darjeeling. Hazard, se ofreció como voluntario para dar algunas instrucciones sobre cómo mezclarlo y usarlo y, en una oportunidad que se presentó más tarde, pudo hacerlo.

 

El 29 de abril cubrieron la última etapa del viaje, hasta el sitio del antiguo campamento base, a unos siete kilómetros valle arriba, desde el monasterio. Antes de dejar Rongbuk se despidieron de los pequeños y buenos ponis, que tan bien los habían llevado durante gran parte de la marcha de cuatrocientos sesenta kilómetros desde Darjeeling.

 

El paso por encima de Rongbuk era demasiado difícil para ellos, y regresaron, dirigiéndose a una aldea en el valle, para disfrutar de un merecido descanso, en su clima comparativamente templado y de la hierba. Avanzando entre los montones de viejas morrenas, llegaron a las 11.30 a la antigua zona de acampada.

 

Al cabo de una hora, todos los yaks habían vuelto a desaparecer, valle abajo y el campamento estaba tan ocupado como un hormiguero. Ese fue un día duro; cada uno tenía su tarea asignada, y era hora de cosechar los frutos de todo el trabajo realizado, en lápiz y papel, desde Darjeeling en adelante.

 

Las tiendas pronto estuvieron levantadas; casi trescientos cargamentos de yaks, con cajas de provisiones, rollos de ropa de cama, y material de todo tipo, arrojados desordenadamente de los yaks, comenzaron a clasificarse en filas, y montones ordenados; y un vertedero cada vez mayor de cajas y bultos, todos apropiadamente etiquetados, representaban las cargas que debían partir a más tardar al día siguiente, hacia el Campo I, sobre los hombros de los porteadores tibetanos locales, que habían sido especialmente alistados para ese propósito en Shekar, y otras aldeas, gracias a los buenos oficios del Shekar Dzong Pen.

 

Luego cayó la nieve: una sustancia polvorienta que borraba el paisaje y les hacía sentir un frío terrible, pero, tan desprovista de cualquier cualidad humectante, que podía estar nevado durante horas sin necesidad, incluso de cambiar de abrigo; una sacudida y un cepillo y todo desaparecía.

 

Aquel día continuaron sin parar hasta el anochecer, y para entonces estaban en condiciones de enviar porteadores hacia arriba, al día siguiente.

 

Habían salido de Phari un día antes que en 1922, y la intención, había sido recuperar un día más de marcha para llegar al Campo Base dos días antes que ese año, y se logró. El motivo de la prisa era el siguiente: esperaban, si todo iba bien, realizar el primer intento en la montaña, tan pronto como el 17 de mayo.

 

Si esto fracasaba, e incluso si el monzón amainaba, como en 1922 (un año excepcionalmente temprano), el 1 de junio, aún tendrían diez días para hacer los cambios, y aprovisionamiento necesarios en los campamentos altos, antes de un segundo intento. Y este intervalo podría servir para permitir que algunos escaladores del primer intento se recuperen lo suficiente como para participar en o para apoyar el segundo intento, o incluso quizás formar un tercero.

 

Pero antes de que pudiera llevarse a cabo el primer intento había mucho que hacer. Hubo que establecer y abastecer los campos I, II y III; la ruta desde el Campo III hasta el Collado Norte tuvo que ser reconocida por un grupo de escaladores, ya que esta ruta sigue un glaciar escarpado y seguramente había cambiado desde 1922.

 

Luego debe establecerse el campo IV y abastecerse de provisiones y oxígeno, tanto para él como para los campamentos superiores. A continuación, Bruce y Odell debían escoltar a un grupo de quince porteadores hasta un sitio para el Campamento V, a unos 7770m, para preparar el campamento, y arrojar tiendas de campaña, y provisiones.

 

Somervell y Norton, debían entonces partir del Campo IV, dormir una noche en el Campo V, y otra en el Campo VI, a unos 8290m, y mientras subían a este último, Mallory e Irvine, debían ir del Campo IV al Campo VI, a unos 8070m, y allí para dormir.

 

Con este programa, se intentaría la cumbre el 17 de mayo, por lo tanto, para entonces, el tiempo apremiaba. Nuevamente se consideró importante que los escaladores superaran el Campo Base, lo más pronto posible para continuar con el proceso de aclimatación, o más bien de adaptación a la altitud, pues aunque ya estaban bien aclimatados, marchaban y dormían, a una altura promedio de 4300m, con excursiones ocasionales sobre pasos de mil metros más altos.

 

El campamento base está a unos 5120m, y cada paso más allá es un paso más alto. Por encima de esta altura, el malestar no muy grave que se experimenta en la marcha de ida, se convierte en algo más definido y desagradable. Bajo estas circunstancias, la etapa final de esta epopeya, que sería recordada por décadas, ya estaba abierta.

 

Fue entonces cuando el pionero entendió todo el esfuerzo, giró su cabeza, y miró hacia arriba, en su afán por terminar aquel trabajo comenzado tres años antes, por un simple y determinante motivo: porque está ahí.

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