Poes�a

15/10/2015

L�arc en ciel

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Poes�a

Sin Medida

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Glosando a Miguel Hernández, poeta

 

"Para la libertad, sangro, lucho, pervivo,

para la libertad, mis ojos y mis manos,

como un árbol carnal, generoso y cautivo,

doy a los cirujanos".

 

Para la libertad, tesoro tan preciado,

entrego todo ya, sin causa y sin motivo,

ofrendo mi vida, mi cuerpo y tal soldado,

sangro, lucho, pervivo.

 

Para la libertad, ofrezco este presente,

con pasión decidida y pensamientos sanos,

sometiendo a su gracia mi fuerza, mi mente,

mis ojos y mis manos.

 

Como un árbol carnal, mi imagen desplegada,

alza el estandarte de un presente emotivo,

conjugando ideales armo esta jugada,

generoso y cautivo.

 

Para la libertad, renaciente de vida,

doblegando inciertos sufrimientos lejanos,

mi cuerpo, mi brazos, mi dolor y mi herida,

doy a los cirujanos.

 

 

Dos sentidos

 

I

 

Libre soy de mirar soplar al viento

y de escuchar al silencio murmurar

sobre la fina cresta de una ola

en la muy remota playa de algún mar.

 

Libre soy como el sueño de una siesta

como el verde del cardo y del olivo

como el blanco blancor de la azucena

por ser libre me entrego y me desvivo.

 

Libre soy como lo es la primavera

que al frío o al calor puede entregarse

que hojas, flores, pétalos y lluvia

por doquier, maliciosamente esparce.

 

Libre soy pues la libertad me llama

me seduce, me incita con su ruego

me busca y me acorrala de a poquito

me pide que me entregue y yo me entrego.

 

II

 

Yo vi crecer de brote aquellos tallos

en urticantes giros y vaivenes

yo vi caer del sol algunos rayos

sobre los almacenes,

que almacenaban sangre, furia y lodo

de una tierra aplastada por pisadas

yo vi caer del cielo rabia, todo,

y la sonriente estela de la nada.

 

Yo vi a la luna tramando su ritual

sobre campos de estiércol aún candentes

en las jóvenes espigas del trigal

despilfarrando gentes,

ahora ultrajadas de su labranza

de todas sus costumbres y quehaceres

pidiéndole a un barrote una esperanza,

desgargantándose en los almacenes.

 

Por tierra dieron sueños y emociones

virtuosa soledad de soledades

de hombres y mujeres labradores

en roncas tempestades.

¡Qué cruel! ¡Qué gran condena de condenas!

¡Qué amarga rebelión del pensamiento!

cuándo vendrá el que pula las cadenas

de tanto y tanto fuego y descontento.

 

Yo vi llegar al cielo a aquellos tallos

y vi tocar las nubes con sus manos

y luego vi caer entre la lluvia

y resurgir de un golpe entre los llanos.

Yo vi erguida al sol tras la cosecha

a mil millones de almas predispuestas

y a esos hombres de roca esmerilada

que tan y tan bien las tienen puestas.

 

 

Los heridos

 

I

 

Los heridos sangran al son de la batalla

buscando mas heridas entre las trincheras

como flor en el estío la sangre estalla

perdiendo primaveras.

 

¡Qué hermoso es ser herido si la herida vale!

si la sangre es el riego de la misma tierra

y luego entre los brotes el herido sale

y a la planta se aferra.

 

Existen heridos que buscan complacientes

ofrendar a la tierra heridas con soltura

y encuentran un rincón en el cielo ebullente,

el de su sepultura.

 

Por tanta libertad bien vale ser herido

ser carne, ser metal de sangre boquiabierta

curar las heridas del cuerpo adormecido

dejarlas descubiertas.

 

Las heridas vuelan como las golondrinas

sueñan e imaginan placeres de penumbra

se alzan, crecen, lloran, sufren y caminan,

muy lejos de sus tumbas.

 

II

 

Por ser carne soy garra tiesa, suelta al vuelo

soy bosque, frío, alma, celebrando pena

buscando alerta los colores de aquél fuego

que corre por mis venas.

 

La sangre como el agua fluye hacia fuera

y busca con la tierra cauteloso encuentro.

Las penas para el hombre, tal la primavera

atacan hacia adentro.

 

Bien entregaría mi cuerpo y mi alegría

por una libertad vestida con colores.

Ser libre no debió ser nunca una herejía,

para los matadores.

 

Porque no supieron que la sangre perdura

no cede ante la brisa de una primavera

empujando la tierra forja su armadura

desde las calaveras.

 

Herido bajo el fuego del calcio renace

brotando un arma desde el cuerpo casi inerte

herido siempre aguarda que la luz lo abrace

desafiando a la muerte.

 

 

Las cárceles

 

I

 

Surcos, siento surcos que abrazan mi paciencia

me desdoblan, me frenan justo en cada paso

me piden una cosa al escuchar clemencia

y nunca me hacen caso.

 

Me eriza, me atraviesa el tedioso escarceo

me entrega una ilusión que al pensamiento invita

deja que la sienta, que invada mi deseo,

y luego me la quita.

 

Me presta las palabras para que las vea

para que las conserve, haga lo que haga,

me acerca una lámpara para que las vea

y luego me la apaga.

 

Me muestra su silencio para disfrutarlo

para que medite asimilando su rito

luego espera que me duerma y sin consultarlo

me despierta a gritos.

 

Surcos, siento surcos que viven de ilusiones

penetran en el cuerpo, salen, ríen, vuelven,

las toman prestadas, les piden confesiones,

y nunca las devuelven.

 

II

 

El cuerpo es bien extenso en una celda fría

es todo lo que existe en esa cruel llanura

es lo mejor y lo peor en armonía

es risa y amargura.

 

El cuerpo espera quieto en muerte silenciosa,

que las horas de a una, rompan la corteza,

que vistan con la carne el cuerpo de una rosa,

sumida en la tristeza.

 

Romperán de a una las vértebras de infierno

y entonces nada habrá que pueda aprisionarse

porque las horas corren, salvo en el invierno,

pues temen congelarse.

 

Y entonces vendrá el tiempo, dueño de las horas

y encontrará huesos jugando con su gente

y encontrará savia que al devenir perfora,

creciendo con su mente.

 

Resurgirán a gritos alas desplegadas

entre los escombros de un cuerpo que divierte

erigiendo su esfinge en carne macerada

derrotando a la muerte.

 

 

El huerto

 

I

 

Niño que de mi siembra naces, con tus brotes,

apabullando mi huerto de fino almendro,

mis manos horticultoras tejen tus dotes

como el mas dulce engendro.

 

Niño que del riego creces, y de la azada,

que no se entere la lluvia de tus cimientos,

pues su llanto entregaría desenfrenada

al campo polvoriento.

 

Niño que de la luna brillo y luz profanas,

que bebes de la umbría sangre de sus venas,

y buscas su perfume todas las mañanas

entre las azucenas.

 

Niño que de mi cuerpo, eres fruto tierno,

desparramando carmesí entre las rosas,

o bebiéndote la escarcha de algún invierno,

virtud maravillosa.

 

Naces de las hojas preciadas de mi planta,

miel de mi colmena, alondra libadora,

fertilizas la tierra, tierra que agiganta

mi vida horticultora.

 

II

 

Niño, crecerán tus heridas desde ahora

con tus cortos pasos descubrirás espinas

sabrás algo del sol, del trino y de la aurora

y de las golondrinas.

 

Sabrás de todo algo y poco en su medida

que el fuego de tu alma se concentra en el pecho

sabrás hacer entonces algo de tu vida,

mas nunca lo que has hecho.

 

Sabrás porqué el hombre, refugio misterioso,

te da una palabra, su ayuda o su mirada,

te entrega algo de si, su mano, su reposo

y luego no da nada.

 

Tu libre debes ser, como primer medida,

y dejar que otros sean lo que han elegido

pues siempre hay una sola, si hablamos de la vida,

el resto está perdido.

 

La libertad jamás debiera disputarse,

defiéndela con dientes, con armas, con fuego,

con todo lo que entonces pueda utilizarse,

mas nunca con tus ruegos.

 

 

Legado

 

I

 

Hoy quisiera entregarte cinco versos y una flor

los versos para tu alma, la flor para el corazón.

 

Que los versos te envuelvan y la flor te agigante

que la luz de tus ojos en su cuerpo resalte.

 

Que las noches te vean tan hermosa y tan simple

y de celos la noche, sobre su manto vibre.

 

Que rendida en tus ojos una estrella te vea

y por tanta hermosura envidiosa se muera.

 

Hoy quisiera entregarte cinco versos y una flor

los versos para que duermas, la flor para el corazón.

 

II

 

Si algún día he de partir

quiero dejarte indicado

donde puedes encontrarme

para entregarme un recado.

 

Allí donde cada día

el sol empieza a nacer

donde la tierra se acaba

y el cielo busca crecer.

 

Allí estaré yo tendido

entre la tierra escamada

alimentando sus fauces

muy quieto y sin decir nada.

 

Tal vez me sienta cansado

de ser una calavera

y entregue mi cuerpo al viento

en alguna primavera.

 

Tal vez busque algún rincón

en una playa desierta

buscando que el mar devore

mi silueta descubierta.

 

Entonces podrás hallarme

en las noches al soñar

cubierto de sal y erizos

en la espuma de algún mar.

 

Quizás el mar se desprenda

de mi figura angustiada

y al viento vuelva a pedirle

llevarme sin decir nada.

 

Y entonces me deposite

en el valle de tus sueños

buscando que de tu amor

por siempre sea tu dueño.

 

Allí podrás encontrarme

cuando te sientas vencida

y me hablarás con tu mente

sintiéndote protegida.

 

Háblame de tu dolor

háblame de tu pesar

entrégate dulcemente

que yo te quiero escuchar.

 

 

Sin medida

 

Espérame.

Porque el tiempo pasa entre nosotros,

porque la lluvia te acompaña,

porque todo lo que en sombras te imagines

ya no tendrá importancia.

Espérame.

Que la tarde ahoga la mañana

y las hojas de los árboles se estrechan

con el mismo viento en una danza

en el lapso de tiempo que me aguardas.

 

Y solo en un instante te das cuenta

que el tiempo no transcurre, se desplaza,

se eleva y se eleva y luego baja

hasta tocar el suelo con sus garras.

 

Espérame.

Pues con la sola luz de tu mirada

podré atrapar al tiempo con la palma

y jugar con él entre mis manos

y devolverlo, si es que entonces tengo ganas.

Espérame.

Ya no hay prisa, no hay apuro que te invada

el tiempo no transcurre entre nosotros,

a no ser que queramos que lo haga.

 

Entrégate.

Que el tiempo tirano ya no baila

que las horas, los minutos y segundos

enloquecen bajo el sol de tu mirada.

 

Alíviame.

Las heridas que el tiempo me ha aplicado,

con tus tiernas manos asombradas,

por el relieve cruel de su semblanza.

 

Alíviame.

Que los minutos me empujan nuevamente

en su prisión abstracta y temporaria

que ya no puedo contenerlos de por vida

que ya no puedo detenerlos y se escapan.

 

Cuantas cosas encierran los minutos.

El llegar a la vida o el dejarla

en ese mismo lapso crece todo

en ese mismo lapso todo acaba.

 

Un minuto.

Es el tiempo necesario para amarte

para entender porqué la sangre brama

para nacer o morir, es suficiente,

o también para matar, con eso alcanza.

 

Un minuto.

Te pido me concedas,

para poder amarte sin medida

y amándote esperar que el tiempo pase

que llegue hasta el final de mi sendero

y luego, dulcemente que me mate.

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