Poes�a
L’arc en ciel
El silencio se mide en tiempo, no existe otra manera de medirlo; el silencio transcurre, invade, y emociona.
Conmovido.
por la frescura latente del pétalo
que cada mañana lagrimea
al compás del rocío
ayudado por el viento.
Las cosas simples me conmueven,
me llaman a pensar porqué existen,
intento encontrar una razón,
una causa justa que justifique,
éste diezmo de locura.
Las cosas simples necesitan de silencio,
evolucionan ante una simple mirada,
se retuercen en el tiempo que absorto huye,
y clavan su estocada.
La locura, no es otra cosa que una emoción,
que bien discurre entre razones sin sentido,
que mide y calcula sus propias sensaciones,
que mide lo medido.
Y de esa locura emerge el hombre cansado,
de no poder ya detenerse ante una vida,
de cotidianidad nefasta y manifiesta,
de cordura perdida.
(… un peu de calme)
Como medir el grado de locura
con la medida exacta, sin errores
despojado de todos los temores
pudiendo sumergirse en la espesura,
de una mente sutil y sin sonidos,
que nos guie por esa caravana,
como la luz que emerge en la mañana,
de algún sol muy lejano y ya perdido.
Mi grado de locura no se mide,
se puede percibir en primavera,
y uno puede darle lo que pide,
o tal vez sino aquello que se quiera,
lo importante es que uno no se olvide,
que cada cual es loco a su manera.
( … brillant souvenir qui laisse la folie, maintenant le printemps)
La primavera.
De capullos, tengo visto un mar celeste
de una lluvia copiosa que cae
siempre en un mismo tiempo
casi casi por noviembre.
Incansable ante mis ojos.
De plenitud incandescente,
azorados por las lágrimas que fluyen
de una corteza ardiente y bien dispuesta
que me pide y pide todo el tiempo
que no deje de asombrarme
por su puntualidad tan manifiesta.
Ni siquiera pienso que quizás
algún día ya no quiera sonreírme
es algo imposible desde luego.
¿Y mis ojos? Claman tiempo.
Para que un nuevo ciclo me responda
y vuelva a asombrarme sin complejos.
Para mí la primavera es octubre
casi casi por noviembre
cuando el manto en mi patio se despliega
en una danza risueña
que a mi espíritu le enseña
que aún respiro, ante tanta sutileza.
(le jacaranda … il m'enleve un sourire, et devient a rire)
Adoro la octava real. Es como una danza entre versos, ellos se van empalmando y jugando con las rimas tan sutilmente que su belleza me inspira. Vamos a ensayar algunas octavas reales conjugando un diálogo entre la lluvia y un amor perdido:
La lluvia casi entiende de emociones
de atardeceres frescos de un invierno
de veranos ardientes de pasiones
convertido en suspiros del infierno.
La lluvia es casi un mar de sensaciones,
que se despliega atroz al monte tierno,
que no sabe ni mide consecuencias,
cubierto por un halo de inocencia.
De lluvias memorables sin clemencia,
recuerdo alguna especial de un verano,
que despertó esa fiebre de demencia,
soltando mis caricias de tu mano.
Que cielo gris cernido en tu presencia,
me atormentó muy tarde o muy temprano,
ya no recuerdo tiempos ni medidas,
ya no recuerdo penas socorridas.
Ya no recuerdo ideas suspendidas,
ni un pensamiento vago que florece,
ni batallas ganadas o perdidas.
La lluvia es un estado que estremece,
de lágrimas de amor quizás cernidas,
sobre un cuerpo que entiende y que se mece,
y busca sollozando aquella calma,
que pueda desplegar sobre su alma.
(la pluie, le parfait etát qui devient en arc en ciel)
Un día llegaste, como la lluvia
como el sol, en una mañana fresca,
como el cielo de otoño ante mis ojos,
como un copo de nieve en la tormenta.
Fiebre de día, gentil e inocente
recostada sobre la grama tierna
resplandeciente la luz de tus ojos
a mi ardiente espíritu desenfrena.
Lo que se de ti me lo contó el viento
cada mañana tibia de verano
desparramando todo tu perfume
sobre mi cuerpo indemne reflejando.
Y la lluvia, cómplice despiadada,
de tu partida obligada en silencio,
como un minuto se escapa a las horas,
sin el socorro siquiera del tiempo.
La lluvia de ti, me dejo tu aroma,
de adelfas mitigadas por el viento,
que danzantes me entregan tu figura,
a diario en cada mañana de invierno.
Lo que se de ti, quizás lo imagino
en el gentil titilar de una estrella,
que me devuelve el brillo de tus ojos,
robándome una lágrima de pena.
( … une étoile, la conception parfaite pour vos yeux)
Las estrellas, esos maravillosos objetos del universo que nos inspiran y nos dan motivo justo para desbocar nuestras ideas y plasmarlas en un verso. Ya más cerca del arcoíris, vamos a jugar un poco con alguna estrella, tal vez imaginando en estas coplas de arte mayor, algún idilio de allá, de hace tiempo, reflejado en una estrella, una muy particular, que guarda gran similitud con otra muy nuestra.
Si pudiese robar la luz de una estrella
por ti yo lo haría con cada anochecer
¿Sería acaso eso lo que debo hacer,
tomando del cielo solo la más bella?
Que enigma, que incierto pensar si es aquella,
la elección correcta que imite a tus ojos,
desparramando luz y brillo a su antojo,
su rayo indulgente a modo de centella.
Y la luna tiesa desata su furia,
por tanta belleza se ahoga de celos,
reclamando al cielo todos sus desvelos,
buscando que alguien mate su penuria.
Sutil, atrevida, roja de lujuria,
se esconde detrás de la tierra prohibida
sabiendo que nunca será sorprendida
defendiendo frágil su imagen espuria.
La luz de una estrella se mide por versos,
por cuanto ella pueda inspirar al poeta,
parece risueño, mas no es una treta,
pues ella genera estados diversos,
algunos alegres otros más adversos,
pero hay algo firme que ellas provocan,
y eso no se mide, tan solo se evocan,
al verlos plasmados en un universo.
Y así el universo de un poeta triste,
diría que el sol es una simple estrella,
nada más erróneo por no ver en ella,
la hermosa princesa con traje que viste,
tras un manto negro, de estrellas desiste,
convirtiendo al cielo de fina elegancia,
ungido de aromas, de brillo y fragancia,
danzando en auroras, de magia persiste.
De todas las bellas estrellas del cielo,
existe aquella que me ha cautivado,
su nombre es Tau Ceti, sutil despiadado,
iradia belleza, gentil en su vuelo.
Siendo tan especial, para mi consuelo,
por algo que tengo por siempre presente,
idéntica al Sol, tan distante y candente,
despierta en mi algo, tal vicio gemelo.
Es algo tan simple que me siento inmerso,
pues pienso ahora, de noche o de día
si miro a Tau Ceti se cómo vería,
a mi propio Sol desde aquél universo.
No es tan rebuscado, ni algo perverso,
tal vez algo fútil, quizás despiadado,
de una mente loca que se ha desbandado,
buscando de todo, el revés y el anverso.
(… avec Tau Ceti, je sais comme verrais le soleil a partir de Tau Ceti)
Locura, lluvia, silencio, primavera, estrella. Todos los componentes necesarios para ensayar un arcoíris a nuestra medida, en éstas décimas espinelas.
Yo te vi una mañana
muy resuelta y silenciosa,
sin pensar en otra cosa,
que el rocío a hora temprana,
bajo un frío que desgrana
todo rasgo de mesura,
impasible, con soltura,
de naciente primavera,
sin pensar, quizás, siquiera,
someterse a la locura.
Esperando al mediodía
casi lindando la tarde,
bajo alguna brisa que arde,
tras un sol que se ofrecía,
como fragua que sería,
una causa tan perfecta,
de todas la más selectas
estrellas del firmamento,
lo pienso a cada momento,
es mi excusa predilecta.
Y así se daban las cosas,
sol y nubes de tormenta
ambiente que representa
ideas tan caprichosas
como de tardes lluviosas
bajo un sol intimidante
que te detiene un instante
el aliento tal reflejo
como ver en el espejo
al mismo diablo radiante.
Así eres tú, en mi cielo,
un rayo resplandeciente,
como un dejo de creciente,
para un río sin consuelo.
Como evitar mi desvelo,
cobijado en la espesura,
si ya nada tiene cura,
tan solo entregarme a un sueño,
del que ya no soy su dueño,
solo un rastro de locura.
En ese instante preciso,
de sol y nube esmeralda,
el clima le da la espalda,
a monte y campo sumisos
y todo el cielo cobrizo,
cae gentil con su vuelo,
rebosante sobre un suelo
que llanto ni lluvia mide
y que solo al sol le pide
un arco iris al cielo.
………
Je comprend ta prudence,
je ne peux pas retour.
Et maintenant je connais,
qui ça c’est bien pour toi.
Je pourrai aujourd'hui
seulement demander
a les chants des oiseaux
pour la pluie dans l’été
qui pourrait me donner
lentement l’arc en ciel.
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