Poes�a

15/10/2015

L�arc en ciel

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Poes�a

A un mundo imaginado

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A un mundo imaginado

 

Extraño en las mañanas el brillo de tus ojos,

perdido en el rocío dormido en una rosa,

cuan lágrimas del viento bañando los despojos,

herida que me acosa.

 

De néctares dulzosos encuentro tu sonrisa,

de aromas de verbenas tus labios refinados,

de vuelos de gaviotas que se alzan con la brisa,

en cielos doblegados.

 

Tus manos transparentes de líneas predilectas,

las mías acarician en un silencio tierno,

disfruto en este instante de apariencias selectas,

heladas al invierno.

 

Y todo lo que entonces pudiste haber tocado,

reluce ante mis ojos urgentes de pasiones,

lo guardo y lo conservo durmiendo en el pasado,

destilando emociones.

 

Perfumes penetrantes reclaman tu presencia,

perdida en los almendros o en verdes del olivo,

que aplacan al instante vestigios de dolencia,

de un pasado cautivo.

 

Te busco en una playa perdida en algún mar,

dormida por la espuma, sonriente entre la arena,

te busco por las noches lluviosas al soñar,

por la costa serena.

 

Te busco entre las olas al ritmo de corales,

inquieta en una fosa sumida en tus apegos,

vestida de madrépora envuelta por las sales,

jugando algunos juegos.

 

Te busco allá en lo alto volando sin mesura,

al cielo confinado que al verte va sufriendo,

juntando las estrellas que ante tanta hermosura

de celos van muriendo.

 

De mares que se encojen al son de tu presencia,

de ríos que se secan, de selvas escondidas,

de tierras y de amores que sufren de dolencia,

en el tiempo perdidas.

 

Quizás algún verano tu puedas entenderme,

y veas que mi espíritu ardiente de quimera,

buscaba simplemente tan solo someterme,

a alguna primavera.

 

Quizás algún invierno tus ojos marchitados,

vencidos por el llanto me puedan vislumbrar,

y entiendan estos versos con fuego diagramados,

y puedan perdonar.

 

Quizás en otro tiempo podamos encontrarnos,

y todo esté dormido, tal vez esté curado,

y entonces de esa forma podamos entregarnos,

a un mundo imaginado.

 

 

Aún te espero

 

Como gotas del rocío al pétalo pulposo

de una rosa resignada a su tallo,

te acaricio.

 

Como una imagen de presencia abstracta

aferrada firmemente al pensamiento,

te recuerdo.

 

Como una palabra de aliento en mis oídos

asida a una boca de cerezos carnosos,

te escucho.

 

Como una vida sin sentido ante tu ausencia

prendida de un cuerpo segado de espinas,

aún te espero.

 

 

Las heridas

 

Por los campos de mi cuerpo vibran tus heridas,

se extienden en un manto de arcillas y de arenas,

añiles son sus brotes de estepas florecidas,

surgiendo entre mis penas.

 

Mi cuerpo no resiste aquél brillo de tu ausencia,

tan mística e inocente, de furias reprimidas,

la mente que entre sombras ensaya tu presencia,

abriendo mas heridas.

 

¡Qué pobre, insuficiente! ¡Qué cuerpo tan escaso!

carente de extensiones que puedan albergar,

al torrente de heridas que siempre en cada caso,

lastiman sin parar.

 

Por esos campos secos, ardientes, me detengo,

deseosos de recuerdos en bosques lastimados,

te busco y no te encuentro y entonces me entretengo,

buscando en otros lados.

 

Y solo allí un instante, me paro a contemplarte,

brotando entre mis sienes, hundiéndote en mis labios,

volando por mi boca, me instalo allí a esperarte,

me saben tus resabios,

 

 

al sol de colmenares, de miel suave y espesa

de adelfas que se baten al viento del verano,

y entregan sus perfumes al son de su sorpresa,

a un recuerdo lejano.

 

 

Tu recuerdo en mi piel

 

Brotas con tus cinco sentidos,

convirtiendo a tu paso en eredrones,

la marchita piel que ante tu ausencia,

se apaga añorando tu perfume,

perdiendo brillo y ganando en inocencia.

 

Mi piel te extraña, necesita de aromas,

de substrato musgoso en una tarde,

al filo de una rama descuidada,

donde las gotas de rocío impertinentes,

se instalan en forma descarada.

 

¿Dónde estás? … que mi piel te reclama,

está falta de caricias, sin consuelo,

necesita de tu aliento y de tu tacto,

necesita de todo lo que tienes,

y también necesita de tu encanto.

 

Tu recuerdo en mi piel, es casi un sueño,

de un cosquilleo vago, tan inquieto,

de un tacto que no es tacto, como lo era,

año tras año, en otoño o un invierno,

en verano o al morir la primavera.

 

 

Del mar sombrío en una tarde de verano

 

Tu recuerdo huele a sal, a arena y espuma fresca

a vuelo de gaviotas que lastiman al aire,

con sus vueltas y vueltas.

Tu recuerdo huele a arena, a espuma fresca y sal

a gotas de lluvia que mueren en las olas,

sin siquiera temblar.

Tu recuerdo huele a espuma fresca, a sal y arena

al viento que sacude a aquella tarde,

a vestigios de tormenta.

 

Y es tu recuerdo, lastimoso silencio,

que vagando entre corales y salitre,

invade todo el cuerpo.

Se duerme entre mis manos suavemente,

buscando en vano algún consuelo.

 

Del mar sombrío en una tarde de verano,

rescato hábilmente tu figura,

vestida de silueta,

que entre sombras se instala en mi conciencia,

alentando al pensamiento … (¡Qué cruel el pensamiento!)

que te busca y busca y no te encuentra.

 

 

Martes

 

Fue en martes. Con un fino aroma a almendro,

de quietud palpitante,

y tímida semblanza ante tu cuerpo.

De apariencia tan frágil,

como un pétalo de rosa deshojada,

como gota de lluvia,

reposando suavemente entre la grama.

 

De primavera incipiente, en una tarde fresca,

como los penetrantes,

y tan certeros brazos de la hiedra.

Fueron solo tres palabras,

que quizás (ciertamente) tan complejas,

me dejaron exhausto,

tras recoger del viento aquella gema.

 

Lo recuerdo, fue en martes, hace tiempo,

tan lejano por cierto, solo pienso,

que de medirlo, ¡ni hablar!, hoy ya no puedo.

Y me queda frágilmente de ese martes,

aquél dulce y confortable aroma a almendro,

de un perfume penetrante,

instalado a fuego en el recuerdo.

 

 

Égloga de Agosto

 

Tu figura sabe a trigal, a trigo sedoso,

al trigo bravo y fuerte, en los campos de algún sueño,

que al alejarse el viento se extienden en reposo,

en un sopor risueño.

 

Y de esos frescos campos que fluyen de pupilas,

que al tiempo tan certero, le ofrecen su mirada,

que ahora no transcurre ni encuentra mas salidas,

que armar otra jugada.

 

Y tu perfume, aquél perfume despiadado,

huele a monte fresco, huele a aromas de colmena,

a miel tardía, dulces tus ojos desbocados,

me sacan de la escena.

 

Y en esos montes, de suave pasto, rico y tierno,

de senderos que en rebaños florecen de tarde,

y abrazan frías gotas de rocío en invierno,

y que en verano arden,

 

en esos montes estás tu, brotando en capullos,

bajo el gélido viento mortecino que emana,

que se hunde en los huesos apagando el murmullo,

en todas las mañanas.

 

De aquél brote resistente a la brisa atrevida,

que a todo lo doblega en firme soplar risueño,

que penetró en mi sangre y en mi mente extendida,

helándome mis sueños.

 

Mi idea de ti, con mis lágrimas, no concuerdan,

fresco néctar que mis ojos desbocados vierten,

rodando entre mejillas que tus besos recuerdan,

y en llanto se convierten.

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