Poes�a

1/2/2018

Rio Branco

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Poes�a

De las sensaciones

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Égloga de los colmenares

 

Por la mañana ella se asombraba

al abrir la ventana de su cuarto

muy temprano cuando sol temeroso

rasgaba las cortinas tiernamente

sin llegar a medir juiciosamente

la tibieza brutal de aquél abrazo.

 

El nuevo día entregaba su matiz

anunciando con una suave brisa

que todo el campo ya había despertado

un tiempo antes como se presume

por las notas de aromas y perfume

que bajaban desde la lejanía.

 

Desde el monte la primavera asoma

desparramando su sutil presencia

de coloridos estigmas que emergen

entre una danza de adelfas rojizas

incitando con sus flores movedizas

aquel idilio eterno que avecina.

 

Así entrega su pasión a diario

de sol a sol en plena sinfonía

que se repite casi sin pensarlo

tonificando así sus despertares

que se desviven entre colmenares

sin siquiera ensayar su despedida.

 

 

De una miel clara y sedosa a la vista

que invade de aromas en la mañana

en tiempo de labranza y pastoreo.

Dulce néctar paseando por tu boca

clara imagen que frenesí provoca

libera una pasión que se desata.

 

 

 

 

 

 

Simplicidad

 

Cuanto tiempo esperando este momento

para poder contarte algo

que he descubierto casi sin quererlo

respecto a la belleza que existe

en cada cosa, en cada elemento,

abstracta o no,

en lo que se refiere a su simplicidad.

 

Las cosas simples solo maravillan,

activan los sentidos y emociones

y te acercan a un mundo descifrable

donde suelen brillar las sensaciones.

 

Ahora te cuento más, espera,

que estoy deslumbrándome con algo,

que de tan simple me pide que lo cuente.

Son los colores.

 

Es ese verde terso y tan amable

que duerme en el trasfondo de una hoja

y tuerce a nuestro espíritu expresivo

dulcemente de todo lo despoja.

 

Pero existe algo aún más simple

que los propios colores.

Es algo tan maravilloso que

simplemente

permite que todos ellos

puedan verse: la luz.

 

Es algo asombrosamente simple

que de tan simple casi me sonrojo

pues su presencia solo me permite

el vislumbrar el brillo de tus ojos.

 

Ahora vuelo, vistiendo de alas mi imaginación,

y entonces me elevo

y me encuentro con algo

que de tan simple que es

no puede verse: el aire.

 

Me sostiene y permite respirar

¿Qué más puedo pedir que no me abrume?

Pues me acerca de ti algo invisible

traducido en tu aroma y tu perfume.

 

Es hora de partir, ya fue suficiente.

Te robo un segundo más,

préstame atención.

Ya está. Con eso basta.

Lo más simple de todo

que no puede verse,

ni tocarse,

ni olerse.

tan solo percibirlo,

y hasta por ahí. Ni siquiera eso.

Es algo que se presiente

Solo a lo largo de sí mismo.

El tiempo.

 

 

 

 

Clarice en cuadernavía

(Glosando a Clarice Lispector)

 

 

“Dame tu mano

voy a contarte ahora

como he entrado en lo inexpresivo

que siempre ha sido mi búsqueda ciega y secreta”

 

 

Solo quiero pedirte ni tarde ni temprano

un pequeño gesto de tu parte, muy cercano.

Es muy importante te lo digo de antemano

solo simplemente, por favor, dame tu mano.

 

De lo que no puede verse y palparse es que aflora

una necesidad de ferviente soñadora

durmiendo en lo oculto va su mente creadora

permíteme un instante, voy a contarte ahora.

 

Es acerca de un mundo, oculto y fugitivo

carente de emociones primario y relativo

aguarda que te cuento en tono introspectivo

de esta forma como he entrado, en lo inexpresivo.

 

Es algo que he soñado de manera concreta

dejando al pensamiento que surja y se someta

al reino cautivante con su trama indiscreta

que siempre ha sido mi búsqueda ciega y secreta.

 

 

Al muerto del mar de Urca

(Sobre el cuento “El muerto en el mar de Urca”, de Clarice Lispector)

 

 

Había un muerto en el mar. Mar salado,

y ella solo probándose un vestido

muy azul y amarillo, concebido

el vestido, no el muerto contemplado.

 

Hilo en mano quizás la costurera

al vestido con un ojo arreglando

y con el otro también contemplando

a aquel muerto que quizás se durmiera.

 

Pero no, es seguro y confirmado

que el muerto estaba muerto aunque estuviera

como dormido y su cuerpo salado.

 

Y ella quieta, tal vez permaneciera

mirando hacia la playa de costado

esperando que el muerto se vistiera.

 

 

La higuera

 

La higuera brota en higos sin consciencia

y sin que nadie pueda detenerlo

sin que ella misma pueda sostenerlos

ni medir sin siquiera consecuencias.

 

¿Qué podemos hacer con tantos higos?

si ni a la misma planta le interesa

poco a poco ella pierde su entereza

percibiendo de a poco su castigo.

 

Cuanto brillo mostraba aquel semblante

muy de a poco ese brillo se perdía

debido a aquella entrega semejante.

 

Tal desgracia de frutos merecía

aquella planta de higos inquietantes

que por dar tantos higos se moría.

 

 

La Navidad

 

La fiesta que viste mi pueblo de colores

de cantos villancicos

de niños y juegos de verano

bajo la piedra caliente

en un festejo que emula la tierra lejana

la que no está cerca,

la del ancestro.

 

Es tiempo de alegría

ruidos y fuegos

bajo un suelo que brama

de fuego sol veraniego

que te cala hasta los huesos.

 

Donde las gentes se visten de alegría,

se dan la mano y se saludan

y ponen caras raras

que no engañan

solo dejan ver lo que no son.

Pero es la Navidad,

así que hay que sonreír

y estar alegres

y beber y matar cerdos.

 

Mientras tanto

el suelo brama

con el calor de verano

ese calor insoportable

que te cala hasta los huesos.

 

Y entonces, para acrecentar más

nuestro cruel desasosiego

llevamos desgracias hacia el cuerpo

le damos de beber y de comer manjares

con la pesadez absurda de aquél hecho

de aquellas tierras lejanas

a las cuales no pertenecemos.

 

Pero todo pasa,

y luego implacable

va llegando el dos de enero.

 

Allí pinta de nuevo la alegría

ahora más real,

porque se acabaron los saludos

 

y los grandes derroches de deseos.

Y el golpe de realidad cae

junto con el verano

que te cala hasta los huesos.

 

¿La Navidad de Cristo?

Si, bien. Gracias.

Quizás él ni se enteró

de aquél descomunal festejo.

O quizás si … es lo que creo

sino no mandaría este verano

¡Si, el mismo!

¡El que te cala hasta los huesos!

 

 

 

 

 

 

La locura

 

La vi por la calle con anteojos oscuros

con la mirada perdida hacia lo lejos

comiendo unos higos bien jugosos maduros

mirándose al espejo.

 

El espejo refleja esa imagen absurda

de ropa manchada con la pulpa del higo

la imagen que muestra de manera muy burda

todo esto que digo.

 

Se queda esperando que el espejo responda

y le cuente el dulzor de los higos comidos

mientras busca en su bolso esa forma redonda

de sus ojos dormidos.

 

Así entonces encuentra al espejo que dice

que en el bolso quizás pueda haber un encargo

que lo lea y que luego también analice

el salir del letargo.

 

Ella solo sonríe y se va caminando

y se quita el anteojo y se pone un abrigo

mete mano en el bolso tal vez suplicando

encontrar otro higo.

 

 

 

 

Alegoría de un naufragio

 

El sol y la arena ardiente

en la playa del mediodía,

entonces me recuesto casi en la orilla

hasta que escucho una voz que me dice:

¿Piensas que todo esto es real?

Déjame llevarte …

 

Ahora te explico, que es lo que vi ese día

allí, en el fondo del mar,

donde duermen los naufragios

y los muertos repletos de agua

intentan nadar.

 

Vanamente seguro, porque están muertos

muertos y repletos de agua.

entonces surgen algunas ideas

pero me cuesta expresarlas,

así que me sumerjo nuevamente

y me dejo llevar por un erizo

que me habla de esos naufragios

en su sempiterno sueño.

 

Me dice que están tramando algo

algo que no puede ir más allá

de una idea alocada y desmedida.

Me dice que piensan salir de su letargo

y planean volar.

Si, volar, con todos sus muertos

repletos de agua.

Que buscan llegar a la luz del sol

para acabar con su herrumbre

y el olor a madera podrida

que los atormenta.

 

Que piensan buscar una tempestad

de esas que solo pueden encontrarse

durante una noche, en alta mar.

Y que con su agua límpida y sabrosa

lavar toda la sal.

esa sal que los corroe y atormenta

y que los sujeta desmesuradamente

a su aletargado sueño

de agua salada y cicatrices de coral.

 

Pero lo que más les molesta

son los muertos.

Aquellos repletos de agua

que no paran de quejarse

por el simple e irreversible hecho

que están muertos.

 

Luego dejo al erizo y me transporto

a otra costa muy parecida

pero algo extraña, que guarda algún secreto

de esos secretos que solo pueden verse

desde el mar.

 

Un océano aterciopelado

que parece despertar de un largo sueño

donde aparecen todos juntos flotando

aquellos naufragios

cansados de su herrumbre

y de sus muertos,

los repletos de agua que no pudieron nadar.

 

Es un océano extraño

que deambula entre nubes de tormenta

llevando su preciosa carga

de naufragios sublevados

todos llenos de sal y muertos.

 

Entonces regreso a aquella playa,

la del mediodía y arena ardiente.

Me levanto y miro hacia el mar

Y no veo ningún naufragio.

 

Claro, ellos están viviendo

en su eterno letargo

repletos de óxido y corales

muy salados y llenos de herrumbre

en el fondo del mar

con todos sus muertos,

esos que no pudieron nadar

y que seguramente

están repletos de agua

muy salada,

que les impide regresar.

 

 

 

 

 

 

La razón y el pensamiento

 

Bájame un instante esa luz

que no puedo ver bien donde está

necesito que por un momento

entiendas lo que busco

que quizás está dormido

en algún rincón de mi mente

pero no puedo hallarlo.

 

Al final veo una niña

con sus cabellos suaves al viento

que me señala con su mano

algún rincón, cerca del risco

dónde, según ella

duerme lo etéreo.

 

Me acerco.

Al asomarme, me pide que me detenga,

busca algo en un pequeño saco

que lleva colgando

lo saca y me lo muestra.

Es una fruta, rarísima

azul, muy tentadora y atractiva a los ojos.

 

La niña me la entrega

me pide que la palpe,

que la abra

y la saboree.

 

Hago lo que me dice.

Un jugo amarillento estalla

y se desliza por mis manos.

La llevo a la boca

y entonces sueño.

 

Ahora la niña me dice

que me deje llevar

y siga saboreándola

hasta llegar a lo más profundo

donde vive lo perenne.

 

Su sabor exquisito me lleva,

voy pasando por un túnel

que llega a un campo de flores

son iris azules

con su corazón aurífero

que me entregan su perfume

sin pedirme nada a cambio.

 

Respiro y suspiro

en el mismo momento

en que empieza tibiamente

a escucharse una melodía

que con su melifluo cosquilleo

me lleva definitivamente

donde quiero.

 

Así completo el viaje,

al mundo de los cinco sentidos.

Los que se ven,

pero que también viven

si es que nosotros queremos

en el mundo de los sueños.

 

Aquéllos dos maravillosos

habitantes de la mente

que me permiten,

solo por un momento,

disfrutar de lo sublime.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Praia de Leme

 

Fiel testigo de aquél mar que allí te entretiene

con una tenue mirada fijada al metal

durmiendo en una playa que hoy te sostiene

en tu sitio natural.

 

Al calor de la tarde le pido tersura

para que te sostenga bañada de sal

y pueda protegerte en amable soltura

como fino cristal.

 

Cuantas frases que guarda ese libro cerrado

pido a Rio que un día las pueda soltar

y me muestre esa idea que tú has pergeñado

en tu eterno soñar.

 

Y esa otra mirada abstraída del mundo

que derrocha dulzura en su idilio gustoso

que te entrega en un gesto amorío profundo

desde el bronce precioso.

 

Solo espero que entonces el mar te resguarde

te proteja del sol y la brisa que teme

e que um dia adormeça, sem pensar uma tarde,

na praia de Leme.

 

 

Un tinte de azul profundo

 

De la noche,

tomo un tinte de azul profundo

y lo escondo en mi boca

donde duermen los secretos.

Ahora tengo dos cosas:

azul profundo y secretos

los componentes necesarios

para explorar el silencio.

 

Y el silencio,

es el método nefasto

para acabar y dar por tierra

con la falta de entendimiento.

 

También es instrumento

precioso quizás, si se quiere

para medir la prudencia

que vive en nosotros

sin que nadie se entere de ello.

 

Pero también es otra cosa

tal vez la más precisa

la que puede llevarnos

al interior de nuestro pensamiento

donde duermen los secretos

y los tintes de azul profundo.

 

 

Ellos solos golpean a mi puerta

se apropian de mi mundo

me tienden ilusiones

y luego me las quitan

sin nada que lo impida

sin dar explicaciones.

 

Los secretos son aquellos

que no tienen medida

medida de las cosas

que habitan nuestro mundo.

A ellos no le importan

los tintes de colores

quizás de azul profundo.

 

Nos pesan, nos señalan

y fuerzan nuestra mente

nos marcan el camino,

nos marcan las distancias

nos ponen en alerta

nos pesan en el alma.

 

De mi boca,

tomo un tinte de azul profundo

lo exhalo y lo devuelvo a la noche.

ahora ya puedo respirar tranquilo,

no hay más secretos.

 

 

 

 

 

El chile picante

 

Llegaste a mi boca

como una barrera infranqueable

de elixir exquisito

quizás extravagante.

Sin pedir permiso

cambiaste de repente tu mirada

de dulce doncella enamorada

y sin siquiera pensarlo

te convertiste en la más absurda

expresión de lo nefasto.

 

Ahora te siento

como el alma al cuerpo

como la tierra al sol

como la noche a lo siniestro.

 

En mi cuerpo plasmaste

casi sin invitación

tu furia desmedida

en la más cruel expresión.

 

Ahora te veo

partiendo de mi boca

creciendo con tus brazos

buscando nuevos horizontes

siempre dentro de mi cuerpo.

Son mis ojos,

receptáculos de fuego

despojados de sus lágrimas

que suplican por un instante

por un segundo quizás

acabar con esa hoguera

de nefasta atrocidad.

 

Finalmente vas cayendo

desplegándote en mis brazos

te has dormido allí en mis manos

impidiendo que las mueva

hábil fruto del infierno

he zafado por muy poco

casi logras que me muera.

 

 

 

El anticuario

 

De la pared subyacente

a un techo escurridizo

cuelga una luz mitigante

que marca los límites

del destino

al que está enfocado

aquél ser, tan misterioso

como el mismo.

 

Cuatro paredes

y una única razón.

encontrar en sus reliquias

la causa justa

la verdad precisa

de su desesperación.

 

Cada objeto es un mundo

tallado a su medida

que encierra algo no visible

no palpable a los ojos

y que seguramente

es lo que le da la vida.

 

La simple atención

de aquello que vive en el tiempo

es lo que ha trascendido

a través del mismo

y que sirve al mismo sujeto

como excusa perfecta

para desarrollar

sin nada que se lo impida

sin límites preestablecidos

su propia imaginación.

 

Él puede configurar

en su propio pensamiento

mil historias diversas

guardadas en cada objeto

diálogos, coyunturas

todo lo presenciado

allá distante en el tiempo

sin nada que lo detenga

por ese objeto preciado.

 

Por ello no existe un valor

aplicable a cada cosa

que compone su colección

eso sería imperfecto

una cruel y vil estafa

muy cercana al sacrilegio.

 

En esas cuatro paredes

bajo esa luz imperfecta

todos sus sueños se cruzan

y danzan en su elemento.

 

Se conocen, se saludan,

y miran sonrientes al dueño.

Dueño de aquellas pasiones

planifican sus recuerdos

y seguro traman algo

reservado para el tiempo

es quizás su propia muerte

guardada en aquél objeto.

 

La leyenda de la flor del Amancay

 

Quintral era el hijo del cacique, amante del río al cual recorría por las mañanas hasta su desembocadura en el Lago Mascardi. En uno de sus paseos conoció a Amancay, una humilde joven que al verlo se enamoró, aunque sabiendo que se trataba de un amor imposible, ya que ella era pobre. Tiempo después, una epidemia llegó la región y Quintral cayó gravemente enfermo. La noticia comenzó a correr por la tribu, hasta que llegó a oídos de Amancay, quien en su desesperación consultó a la chamana de la tribu. Ella le dijo que solo existía una posibilidad de cura y que era a través de una flor de color amarillo que crecía en lo alto del Cerro Tronador. Con esa flor, ella elaboraría una infusión que curaría al joven Quintral. Sin dudarlo un solo instante, Amancay salió en búsqueda de la preciada flor. Cruzando ríos y arroyos pasó por muchísimos peligros hasta que finalmente alcanzó la cumbre de la montaña y dio con la preciada flor. Amancay estaba muy feliz, pues podría ayudar al joven Quintral y curarlo. En ese momento, habiendo ya descendido de la montaña, se le apareció un Cóndor que le exigió le devolviera la flor. Ante la negativa de la joven, el cóndor le propuso que le permitiría curar al joven Quintral si ella entregaba a cambio su corazón. Amancay accedió de inmediato. Fue así que el Condor se acercó a la joven y con su pico le extrajo el corazón y de inmediato se lo llevó, dejando un reguero de sangre a su paso, que fue suficiente para curar al joven Quintral y dejar propagado un mensaje de amor a lo largo de toda la costa del Lago Mascardi y del Nahuel Huapi: la flor del Amancay, con sus pétalos de oro y su corazón marcado con las gotas de sangre de la joven india.

 

Como toda leyenda, fue trasmitida de boca en boca a lo largo de los años. Hoy, una hermosa flor color amarillo con su corazón salpicado de tintes rojos embellece toda la costa del Lago Mascardi, las faldas del Cerro Tronador y toda la zona circundante de San Carlos de Bariloche, como muestra de ese amor inquebrantable de Amancay hacia su amado Quintral. Aquí, mi humilde versión hecha verso:

 

 

Quintral, al curso diario del río claro y profundo

en suave deslizar con zigzagueo briago

todas las mañanas como trazo fecundo

en busca de aquél lago.

 

Testigo de aquél joven con dulce mirada

a su paso gentil la niña se estremece

fijando su ilusión de triste desbocada

al hombre que aparece.

 

Como un gesto imposible para el corazón

nada que pueda curarlo en el mundo hay

en donde solo predomina la razón

de la dulce Amancay.

 

Pero un día llegó la dura enfermedad

diezmando al pueblo sin ninguna distinción

trayendo los males sin penas ni piedad

fijando situación.

 

Hijo del cacique, Quintral era su nombre

cayó bajo garras del mal desmesurado

llegó a los oídos de aquella joven pobre

el daño de su amado.

Entonces al chamán le pide su consejo

quien dice que la cura sin pena ni dolor

como gesto perfecto delicado y complejo

reside en una flor.

 

Pero ella solo vive allá en la montaña

aquella, Amun Kar, que llaman Tronador

creciendo en su cumbre de forma tan extraña

amarillo su color.

 

Allá va la joven en busca de la planta

sin nada que la frene detrás de la cura

inmersa en la gesta que sola se agiganta

con tintes de locura.

 

Erguida la sostiene sonriente con su flor

bajando de la cumbre sutil la sanación

y todo habrá curado, sin penas ni dolor

por la mágica poción.

 

Mas nada estaba dicho pues bien se apareció

el rey del Amun Kar que en gesto disuasivo

por tal suprema afrenta que a el mismo enfureció

le muestra su objetivo.

 

La flor debe entregar o bien algo preciado

reclama el tributo con uso de razón

la joven debe darle en gesto no esperado

su propio corazón.

 

El Cóndor de Amun Kar, que llaman Tronador

extrae con su pico el fruto de la ofrenda

se eleva hacia los cielos con todo su esplendor

sin nadie que lo entienda.

 

Y ahora es un reguero de tono carmesí

al pétalo tiñendo en roja investidura

despliega en esa flor su eterno frenesí

sellando su hermosura.

 

 

Mi sombra

 

Allí está esa imagen que me persigue

por miedo no me deja un solo instante

en la tenue luz suspiro irritante

me percato que siempre lo consigue.

 

Es su figura un permanente asedio

que se aferra a mis pasos con su grito

seré yo mismo que quizás permito

su constante presencia sin remedio.

 

Ahora entiendo y encuentro la vuelta

a semejante locura impensada

sin que pueda evitar esa jugada,

 

tengo la solución casi resuelta

me le acerco a la lámpara marcada

y destruyo esa luz tan despiadada.

 

 

 

Los fantasmas

 

Tres pasos y un suspiro. Son las cinco.

La hora en que los muertos

deben quedarse solos

porque para eso están muertos

ya que sus ideas

han volado hacia las nubes

con la vida misma.

Y nada puede remediarlo

solo el simple hecho de quedar solos

para que puedan pensar

en esas ideas efímeras

que ahora están perdidas en el tiempo.

 

Son las cinco ahora,

la hora en que cierra el cementerio

que está lleno de muertos

que se preparan para una nueva noche

solos, buscando reactivar sus pensamientos.

 

Bajo la tenue luz que ahora temerosa

se va apagando en los suspiros de la noche

empiezan a brotar los pensamientos,

que buscan aquellos recuerdos perdidos

y que vanamente quieren integrarlos

a aquellos cuerpos dormidos

Ya sin vida y carentes de misterios.

 

Algunos no entienden

que eso es imposible

porque están muertos.

Y así se enfadan y entonces

sin que medie explicación,

ni que nadie pueda comprenderlo

salen a buscar denodadamente sus ideas

y en su eterna desesperación inmaculada

se manifiestan quizás sin saberlo

y es allí cuando los vemos.

 

Y se nos pone la piel erizada

y paralizan los músculos del cuerpo

pues no debieran quizás estar allí

aquellos débiles espíritus siniestros

por una simple y magnífica razón

que ellos quizás aún no entienden

por su eterna condición irrefutable

la irresoluta situación de estar bien muertos.

Tres pasos y un suspiro. Son las seis,

de la mañana, golpeando al cementerio.

Son los últimos instantes del misterio,

donde todo ahora debe suspenderse

y volver a aplacar los pensamientos

que jugaron en la noche despiadada,

sin ningún resultado porque ¡Claro!

Imposible lograrlo desde luego.

¡Si hay una eterna condición irrefutable!

Así es … están bien muertos.

 

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