Poes�a
Rio Branco
I
Del silencio en el mar de Urca
(Una playa deslumbrante producto de su entorno, que incita a la imaginación))
El silencio perfecto
solo se percibe en la montaña
y en la noche, todo vasto y despoblado
sin el viento que quiebra irremediablemente
su propia esencia
plasmada en las hojas de los árboles
que se baten y deambulan
ligadas al propio movimiento.
El silencio no duerme.
no sucumbe ante el manto de la noche
ni padece insomnio
es tan solo un efecto, precioso si se quiere
de la ausencia de movimiento.
El silencio busca cómplices
que puedan vivenciarlos
que queden eternamente atrapados
en perfecta limerencia
con esa maravillosa ausencia de sonidos.
El sonido.
Es quien resalta la simpleza del silencio.
Intenta por todos los medios
quebrar su sutil magnificencia,
a veces con destreza
y otras con dulzura que no hacen otra cosa
que embelesar nuestro entendimiento.
Con la suave brisa matinal
que asciende sobre una playa amarilla
sometida por un mar enamorado
de ese mismo matiz de oro
casi como fuera de lugar y tiempo.
Encuadrada entre dos moles
graníticas e indemnes
que marcan presencia.
Es una manera de quebrar al silencio
de la forma más hermosa,
con la brisa incandescente
de Praia Vermelha.
Allí, junto a Urca,
donde viven por siempre
los recuerdos de un vestido,
y del mismo muerto
que apareció una tarde
todo cubierto de sal.
Pero eso es otra historia.
II
Libro de frases na Praia do Leme
(Un libro de bronce que guarda misterios indescifrables y solo visibles a nuestra imaginación)
De un cuaderno de notas
protegido por el frío metal
en una tarde de lluvia
que vuelca todo su llanto
sobre el mar de Leme.
¿Cuántas ideas guarda y protege?
Veamos entonces.
El humo de un cigarrillo
recién encendido que me despierta
y me lleva a ese recinto
tan repleto de ideas
y de miradas de Ulisses
que ahora viven eternas
plasmadas en bronce y granito
junto a la arena
ardiente de febrero
temporada de fiestas
las mejores si se quiere
de un Rio de carnaval.
III
Noches de carnaval
(Las noches de brillo que forjan el espíritu de una ciudad que vive de él; y un miércoles de ceniza que vuelve las cosas a su lugar)
Suspendida en las tinieblas
vienen a la memoria
aquellas noches de festejo
y licores, y caña,
bajo la estéril silueta
de un calor sofocante
de febrero.
Desde ambas veredas
del Marquês de Sapucaí
brilla la deslumbrante presencia
de un suspiro del alma
desplegado en una fiesta
de razas, gentes y quehaceres
que viven todo un año
pendientes del febrero.
Ese febrero que es la vida
y la sana intención de competencia
que hace a la esencia pura
de la fiesta.
Entre suspiros y licores
bailes, colores y festejos
bajamos hacia otro Río
el gran inspirador
de aquellos tiempos.
Y un miércoles de ceniza
que baja la realidad
y guarda el festejo glamoroso
hasta el próximo año.
IV
Sao Joao Batista
(La historia viva de una ciudad dormida en un cementerio)
Un lugar al cementerio
ese rincón que estremece
no por su afluencia de muertos
sino por algo más simple
y sutil al pensamiento.
Todo lo grande que encierra
el gran templo de esos muertos
que viven en cada suspiro
de una ciudad que cobija
toda su arte y su esencia
que el tiempo guarda sublime
bajo la piedra caliente
de algún verano de fuego.
Y en las mañanas de invierno
cuando sopla suave brisa
trae resabios de versos
dormidos entre sus tumbas
que claman ser descubiertos.
El arte expresa su grito
bordeando aquél cementerio
repleto de tantas historias
de un Rio que fue creciendo
recostado tras los morros
que forjaron su sustento.
Sao Joao Batista protege
de una ciudad sus cimientos
que hicieron la gran historia
del gran Rio de desvelos.
Allí ella por ejemplo,
duerme su sueño eterno
de bahiana con sus gestos
y su Banana da Terra
da lugar a aquél recuerdo.
Que ahí descansa un ratito
solo por un breve tiempo
ya que sin previo aviso
vuelve a entrar en movimiento
de Carmen, la gran Miranda
Sao Joao Batista su lecho.
En el viven los recuerdos
aferrados al presente.
Ellos no duermen, quizás,
quizás se encuentran despiertos
tramando nuevas historias
en la ciudad de los muertos.
V
Tom Jobim
“Minha alma canta Vejo o Rio de Janeiro.
Estou morrendo de saudade.
Rio, teu mar, praias sem fim,
Rio, você foi feito pra mim”
- Antonio Carlos Jobim
Glosando a Tom Jobim
“Esse teu olhar
quando encontra o meu
fala de umas coisas que eu não posso acreditar...
doce é sonhar, é pensar que você,
gosta de mim, como eu de você...
mas a ilusão,
quando se desfaz,
dói no coração de quem sonhou,
sonhou demais...
Ah, se eu pudesse entender,
o que dizem os seus olhos.”
Soñar tan solo por soñar con tu mirada
al encontrarse con mis ojos sin pensar
que dilema de ti, mi dulce enamorada
com teu maneira de olhar.
Tus dulces ojos que me dicen tantas cosas
condescendientes con mi forma de soñar
son muchas frases que en mi suenan tan hermosas
eu não posso acreditar...
Ese es mi corazón, cruel y eterno culpable
de una ilusión que ninguno de mis ojos ve
de ti quiero saber tal vez si es probable
si gosta de mim, como eu de você...
Si llego a comprender que dice esa mirada
vería si es un sueño que puedo sostener
quitarme esa duda que nubla esta jugada
se eu pudesse entender.
VI
Vinicius
“Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça
É ela a menina que vem e que passa
num doce balanço caminho do mar.
Moça do corpo dourado, do sol de Ipanema
o seu balançado é mais que um poema
é a coisa mais linda que eu já vi passar.”
Un soneto para Vinicius
Solo enciende la lámpara un momento
absorto contemplando el cigarrillo
y fluye de su mano un chascarrillo
colándose en la pluma el sentimiento.
Y brota de la mente de Ipanema
sus sueños y desvelos de amoríos
son sueños más soñados que los míos
inmersos en el cuerpo de un poema.
De un Rio y algún bar vivificante
perdido en los aromas de verbenas
renace la figura del amante,
rendido en plenitud con su faena
por la belleza sutil y atrapante
en figura curtida por la arena.
VII
Copacabana
De un mar azul plagado de misterios
que hablan de historias
quizás imperfectas
que brotan de sus olas.
Mar azul, profundo como el cielo
rendido ante la arena
ardiente de un verano
que juega con la sal
y cuerpo de madréporas
que fluyen de sus manos.
De ese mar
tomaré un simple gesto
el de permanecer
indemne ante la brisa
que surge puntual en la bahía
en cada fresca mañana de invierno.
De un Rio puro
el alma de su cuerpo
se eleva brotando en esta playa
y cubre suavemente con su manto
a la ciudad que dulce la resguarda.
VIII
Río Branco
(De un Río de otra época)
De un blanco resplandor que tiñe la mañana
que trae recuerdos de historias y de versos
despierto y los encuentro desde hora temprana
en la arena dispersos.
De arena clara como el blanco de tus ojos
que a mi mente reclaman contemplando al mar
diagramando en mi cuerpo solo los despojos
que encuentro al recordar.
(De un amor en aquella playa)
La historia de un amor grabada en una playa
de tibia a incandescente en mi mente soslaya.
Te veo y te imagino surgiendo entre la arena
tu imagen predispuesta que a mi cuerpo condena.
De un mar azul profundo bañando tu figura
excusa de las olas que muestran tu frescura
De un Río de otro tiempo que surge en la Gavea
se clava en mi memoria y permite que te vea.
Se extiende por la playa y entonces yo te espero
jugando con la brisa en las tardes de febrero.
Y luego cuando el día se esconde en la montaña
resurgen los perfumes de un cuerpo que se extraña.
De aquél verano hermoso que vive en los noventa
hoy guardo tu figura que el tiempo representa.
..
(Del recuerdo de una balsa que vive en la memoria de un niño)
En aquella esquina
había un café.
Hoy no tengo ni idea
si sigue allí
o que fue de él.
Recuerdo aquella mañana
de finales de marzo (o sería comienzos)
en ese café
de Río Branco y Presidente Vargas
había un señor bajito
que le explicaba a él
en un lenguaje que yo no entendía
como debía hacer
para llegar a la balsa
y cruzar a Niteroi.
Él lo escuchó atentamente
Y luego, cuando el niño
terminó con su taza de leche
lo tomó de la mano
y junto a aquella señora
que estuvo todo el tiempo atenta
salieron del café
en busca de la balsa.
Así partieron los tres
hasta llegar al embarcadero.
Recuerdo atestado de gente.
El niño no entendía muy bien
donde iban todas esas personas
porqué se agolpaban
casi desesperadamente
por subir a la balsa.
Tampoco entendía
Porqué él mismo estaba
en aquella balsa.
Aquél, recuerdo fue un día gris
de finales (o comienzos) de marzo.
Allí estaban los tres
montados en la balsa
que tras un sordo crepitar
de bocinas
comenzó con su suave deslizar
buscando denodadamente
la otra orilla.
Para la mente de un niño
el tiempo no corre
pero si quedan los recuerdos
grabados a fuego
a pesar que los años
se esfuerzan por dejar
librada nuestra mente
para otros recuerdos.
Pero hay cosas que no se borran,
como esa balsa
que ya no está,
bueno, al menos como era.
Hoy hay un puente,
enorme, gigantesco.
¿Yo les conté que los puentes
son los crueles encargados
de destruir las balsas?
Así es. Se los confirmo.
Porque hoy esta balsa
ya no es la misma.
Y es así como entonces
surge la nostalgia,
como en este caso
de aquella balsa que se durmió
en manos de un puente.
Aquél mismo día,
el gris, el de la balsa,
ese señor, con esa señora
y el niño, siguieron viaje.
Gracias a la balsa,
que ya no es la misma.
Pero no todo fue en vano.
Les cuento el porqué.
Ese viaje siguió luego
por una playa,
extremadamente desierta
muy cercana a Cabo Frio.
Y en esa playa el niño recuerda
que había un señor
paseando a su perro
bajo la lluvia.
Ese niño también recuerda
que el mar era turquesa
contrastando con un cielo gris
gris de plomo, como los recuerdos.
Y ese fue un contraste maravilloso
el cielo gris, el mar turquesa
a veces cambiando a verde agua
y el señor y el perro
que ni se inmutaban ante la lluvia
porque estaban allí
para dejar grabado un recuerdo
en la mente de un niño.
Tomen nota:
Dejar grabado un recuerdo
en la mente de un niño
es una de las cosas
más maravillosas
que existen en la vida.
Nunca dejen pasar
la oportunidad
de dejar grabado
un buen recuerdo
en la mente de un niño
porque nunca se borrará.
Puedo confirmárselos.
Ahora me pregunto
si todo eso fue planeado
desde el mismo momento
en que comenzó,
con ese señor bajito
en el café de Río Branco
y luego con el viaje en esa balsa
para llegar a la playa de mar turquesa
donde ese señor y ese perro
siguen hoy paseando
bajo la lluvia y el cielo gris plomo.
Cincuenta años pasaron.
Si, exactos cincuenta.
Desde aquél día de marzo,
no importa si fue a comienzos
o a finales, da lo mismo.
Solo importa el señor bajito,
la balsa, el perro y el mar turquesa
que viven aún en la mente
de ese niño,
que guarda el recuerdo
de la balsa que ya no es la misma
porque la durmió el puente.
Y ese otro señor
no el bajito, el otro
junto con la señora
los que subieron
a la balsa con el niño …
¡Ay si pudiesen recordar
esto que estoy diciendo!
Luego de tanto tiempo
seguro se alegraría
que su niño, quién escribe
aún lleva ese recuerdo.
El de mar turquesa,
de la playa bajo la lluvia,
y el señor con el perro.
¡Y por supuesto!
el de la balsa
dormida por el puente
producto del paso del tiempo
y del propio hombre
que no entiende
de nostalgias ni recuerdos.
Un párrafo final para el señor bajito
aquel del bar, el que daba pequeños trancos
con su firme caminar y paso bonito
en Vargas y Rio Branco.
Comentarios
No hay comentarios para esta publicación.