Novela

1/1/2021

Invisible Carmes�

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Prefacio

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Una investigación periodística lleva al protagonista de esta historia, a internarse en un mundo totalmente desconocido. Para Ricardo Hubert, un hombre de ciudad, acostumbrado al ruido y el día a día de la gran metrópoli, esta investigación representa un gran desafío personal. De esta forma, bajo un entorno marcado por un verano de fuego, llega a un remoto rincón situado en los límites de la segunda sección del Delta del Paraná, a realizar el trabajo encomendado por su periódico. Una descripción minuciosa de algunos personajes que forman parte de este entorno, enriquece el relato en una primera parte cargada de situaciones tan amenas, como extravagantes. El relato describe el estilo de vida de los pobladores de este sitio tan característico de la geografía bonaerense, sus costumbres, sus conflictos y su típico estilo de vida. El protagonista se inserta en este mundo y pasa a ser parte del mismo, hasta que una situación muy particular, lo cambia todo. A partir de allí, la vida de Ricardo Hubert, ingresará en un nuevo nivel, y se proyectará en el tiempo, perdiendo su protagonista, todo control de la situación.

Entre mis autores predilectos, aquellos que cultivaron y desarrollaron historias sobre el río, siempre gozaron de mi predilección. Horacio Quiroga, ese gran escritor uruguayo ha estado al frente de mis lecturas favoritas, por su exquisito modo de tratar las historias sobre el río, como muchos de ustedes conocerán. Hubo un cuento muy especial para mí, “Un peón”, es su título, de “El desierto”, 1924, donde el protagonista es un personaje exquisito. He tomado prestadas algunas cosas de ese mismo personaje, para elaborar otro, en esta historia. Mi “peon” tiene mucho de aquel Olivera de Quiroga, perdón maestro por mi atrevimiento, luego de esto se lo devuelvo, pero no podía dejarlo pasar.

Pero volviendo al río, es un protagonista obligado de esta obra. Me permití incluirlo en esta historia, porque a lo largo de los años, ha influido de distinta forma en mi propia vida. Es que lo tengo ahí, cerca, al alcance de mi mano. He podido afortunadamente, recorrer muchos de los lugares detallados en la obra y me ha impresionado a tal punto, de haberle dedicado otras composiciones, con el verso como nexo, plasmadas en L’arc en ciel de 2015. Ese río maravilloso que tanto viene sufriendo su convivencia con el ser humano, que supo acompañar siempre, todos aquellos rincones que formaron parte de mi infancia y juventud, bañando aquellos sitios sellados en mis recuerdos del bajo San Isidro, de sus calles adoquinadas, la vieja vía muerta del otrora tren del bajo, luego vuelto a la vida hacia finales del siglo XX, por esos caprichos de algunos otros soñadores como el que escribe.

Esas calles del San Isidro de los setenta, descriptas en algún tramo de esta obra, es la que tuve el privilegio de recorrer por aquel entonces, en alguna tarde soleada de primavera, por los senderos lindantes a las barrancas de la Catedral, bajo los tenues rayos que se cuelan entre las copas de sauces, tras las barrancas, sobre esos rieles sanguíneos en un conglomerado de estaciones abandonadas y herrumbradas; y las tipas florecidas de noviembre, con su particular aroma y llanto vivificantes, que marcan el preludio de la temporada estival, y la incansable lluvia celeste del jacarandá, acompañada por los cantos de los jilgueros, benteveos y calandrias, y el vuelo matinal de las bandadas de golondrinas que llegan desde el río, junto al dulce aroma de almendros, lavandas, romero y malvones en flor, todos, desatando un desmedido frenesí de desbocados pensamientos.

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